No importaban los cambios de Gobierno ni sus colores, rojo o azul. Tampoco las renovaciones en las estructuras policiales. En la sombra, de un modo u otro, siempre permanecía un comisario que con el paso de los años iba acumulando poder, influencias y polémicas. Se trata de Enrique García Castaño, hasta hace poco más de un año cerebro de una de las áreas de Inteligencia de la Policía Nacional; conocedor de entresijos que van desde los atentados del 11-M, hasta los movimientos de la Operación Cataluña, entre otros. Este miércoles, coincidiendo con la publicación de 'las cintas de Corinna', fue detenido por su implicación en el caso Tándem, que también condujo al arresto de José Manuel Villarejo. El Gordo, defendido por el despacho de su amigo Baltasar Garzón, se ha convertido en una bomba de relojería para el Estado.
42 años dentro de la Policía le sirvieron para tejer esa maraña de contactos que sustentan su figura y su trayectoria. Arrancó sus andanzas en el Cuerpo en 1975, coincidiendo con el fin del franquismo. No faltan quienes, al evocar la figura de aquel joven policía, se refieren a él con otro sobrenombre, El Blasillo. Una referencia al histórico dirigente de extrema derecha y franquista Blas Piñar.
Años de transición también en las estructuras policiales, que se libraban de sus anclajes de las viejas políticas para iniciar su travesía por la democracia. García Castaño navegaba con especial comodidad entre las áreas relacionadas con los servicios de información de la Policía Nacional, donde comenzó a granjearse un nombre.
De forma paralela iba emergiendo en el Cuerpo otra figura que, a la postre, entre roces y aproximaciones, le acompañaría en buena parte de su carrera. Hablamos de José Manuel Villarejo. En realidad, ambos comparten un ADN similar. Grandes empresarios contactaron con ellos por cuestiones de seguridad que atañían a sus compañías; relaciones que en ocasiones derivaban en gestiones de asuntos más personales.
El despacho del comisario
García Castaño encontró acomodo en la Unidad Central de Apoyo Operativo (UCAO), integrada en la Comisaría General de Información de la Policía Nacional. En otros términos, gestionaba el apoyo de material (micrófonos, balizas...) que los agentes empleaban en sus investigaciones.
El despacho de García Castaño era de sobra conocido. Por él también pasaban figuras relevantes de diferentes ámbitos, incluidos los periodísticos. El Gordo, con rango de comisario, se codeaba con las altas esferas, siempre con la discreción por bandera. También era el enlace con los servicios de información extranjeros: del Mossad israelí a la DEA estadounidense.
Entre esas amistades figuraba el entonces juez Baltasar Garzón. Con él compartió trincheras en la lucha antiterrorista. No en vano, muchos de los operativos policiales contra ETA -de los que el magistrado tenía profundo conocimiento- pasaban por la gestión del comisario.
Esa relación juez-magistrado se mantuvo pese al terremoto que sacudió a ambos en 1995, cuando saltó a la palestra un documento conocido con el nombre de Informe Véritas. El texto, realizado por funcionarios policiales, apuntaba varias claves para desprestigiar a Garzón. Informaciones publicadas en los medios señalaban también a García Castaño en su redacción. Con todo, Garzón y García Castaño mantuvieron sus vínculos.
De Faisán al 11-M
A partir de entonces, el nombre de García Castaño aparecía cada vez con más frecuencia en los medios de comunicación, si bien su figura y su rostro se mantenían en el anonimato. Señalemos algunos escenarios en los que, de un modo u otro, proyectó su sombra.
En el político, es conocido su encuentro a tres con el ex presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, y el también comisario Villarejo. El Mundo desveló unas grabaciones en las que González pedía a ambos que frenasen las investigaciones en torno a su ático de Marbella; un caso que terminaría por apearle de la carrera electoral del PP.
En el policial, sonadas fueron otras grabaciones en las que cargaba duramente contra Enrique Barón, su superior en la Comisaría General de Información. Aquel episodio sacudió los cimientos del Cuerpo, dando paso a una investigación interna.
En el de la lucha antiterrorista, se le vinculó en los medios de comunicación dentro de las pesquisas en el caso Faisán, el chivatazo de mayo de 2006 que permitió la fuga de varias personas relacionadas con la red de extorsión de ETA. Por sus manos también pasaron las primeras indagaciones en los atentados del 11 de marzo de 2004. Su equipo cotejó la tarjeta SIM localizada en una mochila que no estalló y que condujo a un ciudadano de origen árabe.
García Castaño tuvo que declarar por estas investigaciones. Antes que él, el director de la Policía Agustín Díaz de Mera aseveró ante el juez la existencia de un informe que vinculaba a ETA con la comisión de los atentados que se llevaron la vida de 193 personas. Según él, una fuente anónima dentro del Cuerpo le habló de este documento.
El juez Javier Gómez Bermúdez insistió en que desvelase su fuente, pero Díaz de Mera se negó. Al director de la Policía se le abrió un procedimiento por desobediencia judicial y se le instó a pagar una multa. Díaz de Mera reculó al cabo de unos días y notificó ante el tribunal quién le habría hablado de la existencia de ese informe: García Castaño.
El comisario terminó por ofrecer una versión muy distinta. Negó a Gómez Bermúdez que hubiese tal documento, y cargó contra las "presiones políticas" que, según le dijeron, había recibido Díaz de Mera durante el procedimiento.
García Castaño apuró su trayectoria hasta fechas muy recientes, gestionando algunos de los asuntos más opacos de la política española. El Independiente apuntó que el comisario fue la persona que facilitó la grabadora con la que se registró la conversación que Jorge Fernández Díaz, entonces ministro del Interior, mantuvo en su despacho con el jefe de la Oficina Antifraude de Cataluña, Daniel de Alfonso.
La caída del comisario
Los tiempos de García Castaño como inspector de Policía concluyeron en febrero de 2017 acosado por diferentes escándalos. El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, optó por su relevo en la Unidad Central de Apoyo Operativo. Poco después se conoció su presunta vinculación con el caso Tándem, en el que se investiga una supuesta trama de venta de información policial al comisario Villarejo.
Este miércoles, coincidiendo con la publicación en EL ESPAÑOL de 'las cintas de Corinna', fue detenido por agentes de la Unidad de Asuntos Internos de la Policía por la supuesta comisión de delitos de organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales. También fue capturado el inspector Antonio Bonilla en el marco de las mismas pesquisas. José Manuel Villarejo ya está en prisión por este caso.
De este modo se cierra el círculo de los dos comisarios que durante décadas atesoraron información sobre algunos de los casos más mediáticos de las esferas policiales. Las relaciones entre ambos están erosionadas desde hace unos cuatro años por motivos personales; concretamente, por la ruptura del comisario Carlos Salamanca -conocido por su trayectoria en el aeropuerto de Barajas- y su mujer. Cada uno mantenía amistad con una de las partes de la relación.
García Castaño, alias El Gordo, el hombre que ha resistido casi todos los cambios políticos, afronta las investigaciones en el caso Tándem con una mochila cargada de información sensible.
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