La acogida del barco Aquarius en junio fue un gesto, concreto y excepcional. Así lo presentó el Gobierno, temeroso de lo que la oposición comenzaba a denunciar como un efecto llamada. El cobijo del barco, que vagaba con 629 inmigrantes a la deriva en el Mediterráneo tras ver cerrados los puertos malteses e italianos, gustó a la izquierda y a la opinión pública en general, según las encuestas. Sin embargo, el Ejecutivo de Pedro Sánchez viró rápidamente hacia el realismo migratorio al comprobar que ni podía ser el puerto seguro de Europa ni podría garantizar las mismas condiciones a los cientos de inmigrantes que se jugaban en la vida en el Estrecho, lejos de los focos mediáticos.
Entonces, el Aquarius pasó a ser, más allá de una acción humanitaria concreta, una llamada de atención que despertase a la opinión pública y a los dirigentes europeos, anestesiados entre el temor a la inmigración difícil de absorber y los movimientos populistas internos. Un gesto político.
Este martes, el Gobierno Sánchez confirmó que quiere pasar de los gestos políticos a la política de gestos. El Open Arms, barco de la ONG catalana que se dedica a rescatar del mar a refugiados en peligro, viaja ya hacia el puerto de Algeciras (Cádiz) con 87 rescatados y con la Armada, la Guardia Civil y la Marina Mercante a su disposición por decisión del presidente del Gobierno. El Gobierno anunció su acogida el lunes por la noche y se prevé para el jueves.
Las críticas de Salvini
Sánchez no teme ya a las críticas, que con el barco de Open Arms han comenzado a repetir alguno de los patrones del Aquarius. Entre ellos, el júbilo del viceprimer ministro de Italia, Matteo Salvini. "Otra nave de ONG con inmigrantes a bordo se dirige hacia España. ¡¡Bien así!!", exclamó el lunes en un tuit en el que respondía a unas críticas hechas por Ada Colau en italiano a una televisión italiana. La gestión migratoria, precisamente, sirve para acercar a Sánchez a Unidos Podemos al tiempo que lo aleja de Pablo Casado, el presidente del PP, que ha hecho duras declaraciones contra los "millones" de africanos que España no puede acoger.
Pero la política migratoria de Sánchez va más allá de la acogida de navíos con personas en peligro, algo para lo que pide el concurso de las comunidades autónomas y un plan europeo que vaya más allá del voluntarismo esporádico de sus líderes.
En una entrevista en el diario alemán Handelsblatt, el ministro de Exteriores, Josep Borrell, propuso "una especie de Erasmus euroafricano" para que por cada inmigrante ilegal devuelto a su país de origen, Europa acepte a un inmigrante legal para formarlo durante tres años y luego enviarlo de vuelta a su país para "reforzar la economía doméstica".
La idea de Borrell pretende contribuir a crear una "solución constructiva" a la inmigración por parte de países "que no practican la política del miedo", es decir, España, Portugal, Francia o Alemania, a diferencia de Hungría, Polonia, Italia o Austria, informa Europa Press.
No sólo gestos
Las palabras de Borrell sobre Italia parecen dejar claro que el Gobierno no pretende hacer gestos y esconder la mano sino que está dispuesto a enfrentarse a los adversarios de esa política migratoria más aperturista en contraposición con la de Italia o los mensajes de Casado. "El ministro de Interior Matteo Salvini hace política no sólo a costa de España, sino a costa de toda Europa", dijo Borrell en su entrevista, distanciándose de la "brutal política de aislamiento" de Italia.
Las referencias al PP vienen del propio presidente del Gobierno, que este pasado viernes y lunes sentenció que "la migración no llegó con este Gobierno. Lo que llegó con este Gobierno fue la política migratoria".
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