Ocurrió hace diez años, el 22 de julio de 2008. El Servicio de Información de la Guardia Civil culminaba con éxito un operativo complejo tras meses de investigaciones. El equipo del Instituto Armado, liderado por un comandante curtido tras dos décadas de lucha antiterrorista, detuvo en Bilbao al jefe del comando Vizcaya de ETA, Arkaitz Goikoetxea, así como a sus compinches. Las manos de los terroristas estaban manchadas de sangre: en mayo habían atentado contra la casa cuartel de Legutiano (Álava) y mataron al agente Juan Mañuel Piñuel. Los planes de los asesinos, hasta su detención, eran ambiciosos. También habían intentado matar -y a buen seguro que repetirían la intentona- a un juez de la Audiencia Nacional. Aquella desarticulación salvó la vida del magistrado.
Pongamos nombres a los protagonistas de esta historia, que se escribe entre los estertores de una banda que aún se empecinaba en matar, secuestrar, extorsionar. El juez al que el comando Vizcaya se había propuesto asesinar era Fernando Grande-Marlaska, experto en materia antiterrorista. En la actualidad y desde el pasado mes de junio, ministro del Interior en el Gobierno de Pedro Sánchez. El comandante -hoy coronel- de la Guardia Civil que lideró el dispositivo era Manuel Sánchez Corbí, a la postre jefe de la Unidad Central Operativa (UCO).
Los caminos de ambos volvieron a cruzarse el pasado 2 de agosto, aunque en condiciones muy diferentes. El primero cesó al segundo de su cargo alegando “falta de confianza” después de que se filtrase un correo remitido desde la dirección de la UCO a sus efectivos, en el que se pedía que se paralizasen de forma provisional todas las pesquisas ante la falta de fondos reservados.
Los planes del 'comando'
Pero volvamos a 2008. La cronología de esas fechas se escribe, en buena medida, con la sangre verde de los guardias civiles asesinados por ETA. No faltaban las víctimas procedentes de otros sectores de la sociedad -principalmente policías y militares-, pero el Instituto Armado era el objetivo prioritario de la banda terrorista. Si había una figura que acumulaba casi el mismo odio de los terroristas esa era, sin duda, el juez de la Audiencia Nacional que había enviado a tantos de ellos a prisión: Fernando Grande-Marlaska.
Los integrantes del comando Vizcaya -Arkaitz Goikoetxea, Íñigo Gutiérrez, alias Guti, Aitor Kotano Sinde, Aitor Artextxe y Asier Borrero, entre otros- querían colgarse una medalla ante sus superiores, dar un golpe de envergadura. No era fácil, habida cuenta de que el sanguinario Mikel Garikoitz Aspiazu, alias Txeroki, era el jefe del aparato militar. Ávido de más atentados, el líder etarra no se conformaba con nombres comunes. Exigía grandes atentados para sacudir el escenario tras la tregua fallida de 2006. Así, el comando Vizcaya, dibujó una diana sobre la espalda del juez de la Audiencia Nacional.
Fue el propio Txeroki el que dio las instrucciones. Los miembros del comando Vizcaya llegaron a España con la misión de recopilar toda la información posible sobre Grande-Marlaska. Los terroristas sabían que el magistrado veraneaba en la localidad riojana de Ezcaray. El dato era valioso. Permitía a los etarras seguir a su objetivo en un escenario no excesivamente lejano de Bilbao, donde estaba su principal base de operaciones. Además, los padres de uno de los terroristas tenían casa en este municipio.
Atentado frustrado contra Marlaska
¿Hasta dónde llevaron los terroristas sus planes de asesinar a Marlaska? Hasta las últimas consecuencias, aunque fallaron en el golpe. Según confesó Arkaitz Goikoetxea, el comando Vizcaya utilizaba el piso de un colaborador en Ezcaray, no muy lejos de la vivienda en la que que veraneaba el juez de la Audiencia Nacional. Allí almacenaban armas y explosivos.
En febrero de 2007, los terroristas establecieron el punto concreto en el que debían matar al juez. La casa del magistrado estaba en una urbanización con una única salida; no había margen de error. Decidieron dar el golpe en agosto de 2007. Colocaron la carga explosiva en el lugar convenido. El detonador funcionaba por cable y no a distancia para evitar problemas con los inhibidores de frecuencia. Aquel día, fuera cual fuese el motivo, Fernando Grande-Marlaska no pasó por el camino que conducía a su casa. Sin saberlo y con un poco de suerte, logró salvar su vida.
Aquel comando liderado por Arkaitz Goikoetxea estaba llamado a escribir muchas más líneas en la lista de atentados mortales de ETA. El 19 de mayo de 2008 estallaron una furgoneta bomba en el club marítimo de Getxo (Vizcaya). 114 personas resultaron heridas por la explosión. También tenían previsto secuestrar al concejal socialista de Eibar, Benjamín Atutxa, para matarlo después. En este caso, el plan sería muy similar al del asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997: tenían jeringuillas y tranquilizantes para sedar a la víctima hasta el momento convenido del tiro en la nuca.
El comando Vizcaya sostenía una actividad frenética. Sus terroristas eran los más activos desde la tregua de 2006, que se rompió con la explosión de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas que se llevó las vidas de Diego Armando Estacio y Carlos Alonso Palate. Arkaitz Goikoetxea y sus compinches mataron al guardia civil Juan Manuel Piñuel en el atentado contra la casa cuartel de Legutiano (Álava) del 14 de mayo de 2008.
La desarticulación del grupo
El comandante Manuel Sánchez Corbí, jefe de Operaciones contra ETA, se había propuesto junto al resto de su equipo detener a Arkaitz Goikoetxea. Todas las investigaciones apuntaban a que él lideraba el comando detrás de esos atentados. Lograron dar con él el 14 de junio de 2008.
El terrorista salía de una vivienda de Ezcaray, propiedad de los padres de Íñigo Gutiérrez, alias Guti, otro de los miembros del grupo. El equipo de Sánchez Corbí siguió a los etarras durante semanas para alcanzar al resto de sus compinches. El 22 de julio explotó la operación que se saldó con siete detenidos en Vizcaya, uno en Pontevedra y uno en Málaga. Goikoetxea, a sus 28 años, lideraba el comando más activo de ETA.
La desarticulación del grupo Vizcaya permitió conocer sus planes en profundidad. El comandante Sánchez Corbí acompañó al juez Baltasar Garzón y a la fiscal Dolores Delgado -hoy ministra de Justicia- en los registros correspondientes. En ellos se localizaron los tranquilizantes que los terroristas pretendían utilizar para secuestrar y asesinar al concejal socialista de Eibar, Benjamín Atutxa. Entre los efectos incautados había dos carnés falsificados de la Guardia Civil con la foto del líder del comando Vizcaya.
Arkaitz Goikoetxea también confesó sus planes frustrados de asesinar a Grande-Marlaska. El modus operandi de los terroristas era repetir un intento de asesinato en el caso de ser frustrado. La desarticulación impidió sus planes.
Explicaciones en el Congreso
Sánchez Corbí, tras 25 años dedicado a la lucha contra ETA -capitaneó la liberación de José Antonio Ortega Lara- y con la banda casi derrotada, asumió en 2013 los galones de la UCO, la unidad de la Guardia Civil dedicada a la lucha contra la corrupción y las organizaciones criminales.
Por sus manos pasaron, entre otras, las investigaciones de los casos Taula, Púnica y Lezo, sobre la financiación del Partido Popular. La UCO también ha resuelto algunos de los casos más mediáticos de los últimos tiempos, como la detención del asesino confeso de Diana Quer, José Enrique Abuín Gey, alias El Chicle, y la de Ana Julia Quezada, quien mató al pequeño niño Gabriel.
Este miércoles, el ministro del Interior explica en el Congreso de los Diputados los motivos de esa “falta de confianza” en la que sustentó el el cese de Manuel Sánchez Corbí al frente de la UCO.