La huida de Soraya, epílogo del vergonzante final del marianismo en el PP
- Santamaría anuncia que deja la política en busca de "una nueva etapa".
- Cuando 'la vice' decía, en las primarias, que nunca abandonaría la política.
Soraya Sáenz de Santamaría imita a su valedor, Mariano Rajoy, y también huye de la política. La exvicepresidenta del Gobierno nunca logró digerir su derrota ante Pablo Casado en el último congreso del Partido Popular. Y ahora se va, por la puerta de atrás y en contra de lo que prometió en las primarias. Una espantada que supone el epílogo redondo al vergonzante e inesperado final del marianismo en el PP.
Solo hace tres meses y medio el liderazgo de Rajoy era incuestionable en el Partido Popular. El entonces presidente del Gobierno siempre repetía que le gustaría "volver a intentarlo" como candidato a la Moncloa. Su vicepresidenta y mano derecha, Sáenz de Santamaría. Era, sin duda, la mujer más poderosa de España. Pese a que fue la muñidora de la fallida operación diálogo en Cataluña, nadie del PP discutía su talla política, al menos en público. Parecía igualmente inamovible y se adivinaba como más que posible sucesora, mediante la técnica del dedazo, por supuesto, cuando llegase el momento oportuno. Todo era felicidad en el marianismo.
Hoy, solo tres meses y medio después, Rajoy trabaja como registrador en Santa Pola a la espera de trasladarse a un registro madrileño en las próximas semanas. Y Santamaría quiere una "nueva etapa" y busca refugio en alguna magna empresa privada, quizás en uno de esos grandes bancos donde han acabado otros sorayos distinguidos. Todo es oscuridad para los marianistas. Casado camina en otra dirección, alejándose poco a poco de legado de Rajoy, como demuestra, por ejemplo, el endurecimiento del discurso del PP acerca de la crisis política que se vive en Cataluña.
La moción que lo cambió todo
La sorpresiva moción de censura impulsada por Pedro Sánchez provocó que Rajoy se convirtiera en el primer presidente del Gobierno caído por esa vía y gracias a la corrupción. La tarde del 31 de mayo, cuando se debatía la moción en el Congreso, se produjo una situación inaudita que ilustra el abrupto final del marianismo: Rajoy apuró sus horas como jefe del Ejecutivo tomando copas en un bar cercano al Parlamento mientras Santamaría ocupó con su bolso la silla de su jefe en el hemiciclo.
Rajoy se vio obligado a marcharse tras el triunfo de la moción. La vice del PP, tan poderosa que ya se le conocía como "Soraya", a secas, como en su día a "Felipe" (González), ganó la primera vuelta de las primarias del PP, pero naufragó en la segunda vuelta frente a la alianza de facto entre su archienemiga, María Dolores de Cospedal, y Casado.
El congreso que estaba preparado para despedir a Rajoy entre grandes ovaciones y mantener su herencia, personificada en Santamaría, salió al revés de lo esperado para rajoyistas y sorayos, todos marianistas convencidos. Para el recuerdo, aquella imagen con abanico en ristre pidiendo a los compromisarios un respaldo que no llegó. Ahora, cuando su nombre sonaba para ser candidata en las elecciones europeas, se marcha por la puerta de atrás.
Más y más poder desde 2008
Santamaría ha estado casi veinte años cerca de Rajoy. Fue su asesora cuando él fue vicepresidente del Gobierno de José María Aznar y cuando, más tarde, entre los años 2003 y 2004, fue secretario general del PP. Cuando su valedor cambió el rumbo del PP, en el famoso congreso de Valencia de 2008, la eligió a ella como portavoz parlamentaria. A finales de 2011, el PP arrasó en las elecciones generales porque los españoles castigaron la mala gestión de la crisis por parte del PSOE. Una vez en Moncloa, el entonces presidente del Gobierno volvió a confiar en ella como vicepresidenta y portavoz.
La número dos del Ejecutivo logró incluso hacerse con el control del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). Fue la encargada de los contubernios más truculentos con los medios de comunicación. Su poder era inmenso. Sus cualidades, exageradas hasta la extenuación por los periodistas afines, catapultaron su imagen hasta parecer una gran estadista. En los últimos años, la fortuna dejó de sonreírle. Primero naufragó con estrépito en la crisis de Cataluña. Después fracasó, como ya se ha dicho, al intentar suceder a su valedor. Así, quién lo iba a decir, pero la mujer que hace tres meses y medio era la más poderosa de España desaparece de los focos.