"Pero, ¿va a hablar?" Los periodistas se concentraban en el pasillo desde el que se accede al hemiciclo del Senado preguntando a los equipos de prensa de los ministros si alguien rompería el silencio que, con pocas excepciones, mantienen los miembros del gabinete sobre una de sus compañeras, la ministra de Justicia, Dolores Delgado.
Salió la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, y enfiló el camino a la sala reservada al Gobierno, un pequeño oasis. Con cara de pocos amigos, no quería hablar pese a que, sobre el papel, es la persona con más poder Ejecutivo en estos momentos debido al viaje que mantiene a Pedro Sánchez toda la semana en EEUU. Los periodistas pudieron arrancarle un par de frases. "Perfectamente se va a mantener" en el Gobierno, dijo al abandonar el Senado hacia su coche oficial. Sus cuatro palabras sonaban a respaldo, pero todos sus gestos parecían desmentirla.
En Nueva York, el presidente del Gobierno seguía con su agenda oficial, que incluyó una reunión con Mauricio Macri, presidente de Argentina y del G-20, y con Miguel Díaz-Canel, presidente de Cuba. De este último encuentro salió una visita a la isla, aún sin fecha.
"¿Mantiene su apoyo a la ministra de Justicia, presidente?", le preguntó el periodista de Telecinco que sigue su viaje. "¡Buenos días!", respondió con una sonrisa.
Enorme presión, otra vez
El Gobierno vuelve a estar sometido a una gran presión. Las grabaciones en las que se escucha a Delgado hacer comentarios en una comida con el excomisario José Manuel Villarejo y el exjuez Baltasar Garzón, entre otros, han puesto a la titular de Justicia contra las cuerdas. Para empezar, por relacionarse con Villarejo, un excomisario de métodos más que dudosos y fines más que cuestionables. Para seguir, porque en la grabación difundida este martes se escucha cómo se refiere al entonces juez Fernando Grande-Marlaska, hoy ministro del Interior, como "maricón". Pero, además, porque las versiones de Delgado sobre todo ello van cambiando de comunicado en comunicado.
El PSOE y el Gobierno están reaccionado de manera diferente con Delgado a cómo lo hicieron con Carmen Montón, que dimitió hace dos semanas. Entonces, tanto Sánchez como Calvo se mojaron y la apoyaron firmemente hasta el punto de que Sánchez la confirmó en el cargo dos horas antes de que anunciase su dimisión y tres horas antes de nombrar ministra nueva. Calvo también salió a defender a Montón, una histórica del partido.
Pero ahora, el apoyo a la ministra ha corrido fundamentalmente a cargo de José Luis Ábalos, secretario de Organización del PSOE, y las ministras Isabel Celaá (portavoz) y María Jesús Montero (Hacienda). Los dos primeros niveles permanecen en un discreto segundo plano.
Sentimientos encontrados en el PSOE
En el PSOE laten sentimientos encontrados. Por una parte, existe la sensación, muy extendida, de que todo se trata de maniobras de la oposición. Si no la publicación de los documentos, sí que el debate se centre sobre ellos. "No van a parar, luego irían a por otro ministro. Esto es una guerra sin cuartel", explica un miembro de la Ejecutiva socialista. "Hay mucha gente que nos está pidiendo que contraataquemos, que ya basta, que no sólo nosotros vamos a tener que someternos al listón ético tan exigente", explica un portavoz socialista.
Pero, por otra parte, a nadie ha gustado escuchar la palabra "maricón" de boca de una ministra, que además aseguraba cuando era fiscal que prefería tribunales de hombres. ¿Qué hubiera pasado si la protagonista hubiera sido una ministra del PP? Como el debate no se centra en el origen de las grabaciones o cómo se filtraron, su contenido se convierte en un torpedo en la línea de flotación del Gobierno, que ve su discurso LGTBI y feminista tocado. Por no hablar del referido a la regeneración democrática.
Pablo Iglesias metió el dedo en la llaga. "Alguien que se reúne de manera afable con un personaje de la basura de las cloacas de Interior en nuestro país debe alejarse de la vida política porque hace daño a la mayoría que protagonizó la moción de censura", dijo. En el PSOE aseguran no estar preocupados, porque enmarcan sus declaraciones dentro de un intento de Iglesias por distinguirse y no creen que esté dispuesto a retirar su apoyo.
El día acabó mal para el Gobierno. La ministra fue reprobada en el Senado, aunque fuera a manos de la mayoría absoluta que el PP tiene en la Cámara Alta, a los que se sumaron Ciudadanos y Foro Asturias. Y nadie sabe qué pasará mañana y si sobrevivirá para contarlo antes de que, el domingo, Sánchez vuelva de su viaje a EEUU.
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