No es que vivan tranquilos, es que se les ve felices, radiantes. Son chavales uniformados que dicen luchar en nombre de Alá, que han abrazado la causa yihadista y son venerados como héroes por sus compañeros de trincheras. Al menos, esa es la imagen que proyectan a través de sus perfiles de Facebook. Su fotografía es un gancho para captar adeptos entre menores en cualquier parte del mundo. También en España.
Los grupos yihadistas buscan cachorros para su causa y Estado Islámico o Al Nusra -filial de Al Qaeda en Siria- alcanzan nuestro país a través de los puentes que les tienden las redes sociales. En Facebook sostienen una telaraña de perfiles dedicada a buscar y adiestrar a imberbes asesinos en potencia.
Abdul Sham es uno de ellos. Su imagen de perfil en Facebook no refleja odio. Al contrario, su gesto es relajado y distendido. Rasgos suaves, bigote incipiente. Podría pasar por cualquier adolescente de cualquier escuela española. Pero viste uniforme militar y levanta el dedo, en un gesto repetido por los yihadistas, independientemente de su lugar de procedencia. En otras fotos se le ve con otros jóvenes, portando un kalashnikov o un lanzagranadas.
Bajo ese nombre de Abdul Sham, en realidad, puede ocultarse cualquier identidad, cualquier edad. La única certeza es que alberga propósitos captadores, fines yihadistas.
"Desde que comenzó el conflicto en Siria, lo que observamos es que se ha intensificado de forma creciente la captación inicial a través de redes", comenta Chema Gil Garre, codirector del Observatorio Internacional de Seguridad, en conversación con EL ESPAÑOL. Esa captación a la que se refiere hace las veces de filtro inicial: los menores, atraídos por la seguridad que ofrecen esos jóvenes que ven en las redes, se aproximan a ellos. Les ven con agrado, simpatizan con su causa. Cuando menos, los yihadistas han conseguido un caldo de cultivo favorable para proseguir con su actividad terrorista.
Adolescentes yihadistas
Pero esa primera toma de contacto puede conducir a un acercamiento más estrecho, a una interacción personalizada. El adolescente puede caer en la trampa y darle al botón de "solicitar amistad". A partir de ahí, abre una vía de comunicación privada con ese joven al que admira o despierta su curiosidad.
Ese puede ser el momento más delicado, en el que el mensaje se personaliza. Los yihadistas observan qué fragilidades o debilidades atenazan al adolescente que se encuentra al otro lado de la pantalla. Fuentes de seguridad consultadas por EL ESPAÑOL han detectado movimientos en este sentido.
De hecho, en España se ha producido "un aumento alarmante" de los procesos de autoradicalización. En 2017 se produjeron en España 84 detenciones de personas vinculadas al yihadismo en 51 operaciones policiales (además de los terroristas abatidos por los atentados en Barcelona y Cambrils).
Estas mismas fuentes ponen en común un denominador: los lazos que mantenían con organizaciones yihadistas a través de redes sociales o grupos de mensajería instantánea. A no pocos de ellos se les atribuye un proceso de radicalización por Facebook.
Un cambio en el mensaje
El mensaje, no obstante, ha cambiado con el paso de los años. Las organizaciones yihadistas ya no llaman a incorporarse a zona de conflicto; un llamamiento que, no obstante, ha tenido sus frutos. En total, 223 españoles o personas residentes en España se han marchado a Siria e Irak para combatir bajo banderas terroristas: 4 son menores y 23 son mujeres.
Recordemos el caso de O. Maymouni, madrileño de 15 años que se marchó a Siria para combatir con el Estado Islámico. Era hijo de Mustapha Maymouni, implicado en los atentados del 11-M, y sobrino de Serhane Ben Abdelmajid, alias El Tunecino.
Pero el mensaje, decíamos, ha cambiado. Las organizaciones yihadistas piden a sus nuevos combatientes que libren la guerra en sus lugares de procedencia. Abu Bakr al Bagdadi, número uno del Estado Islámico al que se le ha dado por muerto en incontables ocasiones, reapareció recientemente para pedir que sus seguidores prosigan su lucha. Y que lo hagan en cualquier parte del mundo.
Porque Al Bagdadi sabe que el Estado Islámico ha extendido sus tentáculos por redes sociales. Que allí también libra una batalla. Sus soldados también son niños, adolescentes que sonríen a cámara, kalashnikov en mano, y buscan adeptos a su causa. También en España.