El Gobierno cree que Quim Torra va de farol. "Una cosa son las palabras y otras son los hechos", argumentan en el equipo Pedro Sánchez. Por ese motivo, al Gobierno le suena hueco el ultimátum del president de la Generalitat de no apoyar desde noviembre a Sánchez en el Congreso, donde ERC y PDeCAT son imprescindibles para articular la mayoría de la moción de censura que lo hizo presidente, a menos que garantice un referéndum de autodeterminación. "El Gobierno no acepta ultimátums y mantiene su determinación por la vía del dialogo", dijo la ministra portavoz, Isabel Celaá.
"Estamos aquí para hacer efectiva la república catalana", había dicho Torra en el Parlament. "No pararemos", advirtió, a menos que Sánchez pase de hablar dentro del marco legal y la Constitución a garantizar un nuevo referéndum de autodeterminación, "vinculante" y reconocido internacionalmente, exigió el president de la Generalitat. Sánchez tiene hasta noviembre para hacer su propuesta. Y, si no, que se olvide de sacar los Presupuestos o sus leyes clave para las que, sin PP y Ciudadanos, Sánchez necesita a ERC y PDeCAT. El tiempo corre.
"El presidente de la Generalitat no tiene que esperar a noviembre para conocer nuestra respuesta. Se la damos ahora mismo. La respuesta es autogobierno y no la independencia. La propuesta es convivencia y no independencia", dijo dos horas después Celaá. El Gobierno mantiene el rumbo: ignorando las amenazas de Torra, sin levantarse de las mesas de negociación Gobierno central-Generalitat para asuntos del día a día y confiando en que Torra no pase de las palabras a los hechos.
Una estrategia arriesgada
Esa estrategia tiene muchos detractores. Para empezar, PP y Ciudadanos exigen la aplicación del artículo 155 de la Constitución y cesar al Govern durante el tiempo que haga falta. Pero en el propio PSOE hay voces que critican lo que consideran una imperdonable pasividad ante la creciente retórica desafiante de Torra, acompañada de tensión en las calles. Los que son especialmente sensibles son los barones autonómicos y candidatos a alcaldes que creen que su electorado puede ser seducido por PP y Ciudadanos con un discurso que rechace el diálogo con los que quieren romper España.
Hay referentes en el PSOE, como Felipe González, pero también otros que no hablan en público, que creen que Mariano Rajoy debió haber aplicado mucho antes el 155. Según González, cuando gobernaba Artur Mas. En el PP y Ciudadanos ya no quieren esperar, como Rajoy, a que haya una situación de conflicto abierto como la declaración de independencia aprobada por el Parlament el 27 de octubre del año pasado.
Pero Sánchez está decidido a armarse de paciencia y aguantar las declaraciones subidas de tono, como Rajoy. Sólo actuará ante una acción inequívoca de la Generalitat con consecuencias graves y palpables. No creen que Torra la vaya a llevar a cabo por muchos motivos. El independentismo se fija en la sentencia sobre los procesados por rebelión y malversación como un hito clave, hacia el que dirigen toda la tensión. Podría no llegar hasta después de las elecciones municipales, autonómicas y europeas del 26 de mayo.
Por otra, en el Ejecutivo se cree que al independentismo le conviene seguir en el poder, mantener los sueldos de los altos cargos y sufragar los gastos de los huidos, algo que no podría hacerse si Torra pasa de declaraciones inflamadas a acciones concretas y fuera de toda duda. Nadie sabe cuánto duraría un nuevo 155. La perspectiva de volver al Palau de la Generalitat podría complicarse.
Entre Torra y el 155 de Casado y Rivera
Para el Gobierno, igual de perversa es la amenaza que plantean los partidos independentistas por boca de Torra como la solución drástica que proponen Pablo Casado y Albert Rivera.
"Entre la quiebra de la legalidad y ese artículo 155 perpetuo que quieren otros imponer, existe un enorme terreno, el del diálogo y el acuerdo, que es dónde está este Gobierno. Y también la mayoría de la sociedad catalana y española. Entre el salto al vacío y el 155 perpetuo, está la convivencia que demandamos", incidió este martes Celaá.
La duda está en si ese terreno se está estrechando cada vez más o si se trata de una enorme ficción, arenas movedizas en las que Sánchez puede acabar hundiéndose. La polarización puede achicar el espacio del Gobierno en pleno año electoral que podría comenzar pronto con elecciones en Andalucía.
El compromiso de Torra
Torra asumió este martes un compromiso. Puede que los que le abucheaban la noche anterior ante el Parlament hayan recibido con agrado el nuevo pulso al Estado, pero las palabras de Torra le comprometen a mantenerlo y librarlo, salvo que quiera arriesgarse a más fuego amigo en noviembre. Para el Gobierno, que Torra sucumba a esas presiones es una buena noticia siempre y cuando sólo sea de manera retórica. "Además de enfrentarse al Gobierno, se enfrenta a la amarga división dentro del independentismo", señalan fuentes del Ejecutivo como una buena noticia. Divide y vencerás.
Sin embargo, Sánchez podría tener muy pronto un gran problema: quedar como abanderado del diálogo pero sin poder pasar él mismo, en las prioridades de su Gobierno, de las palabras a los hechos. Sin el PDeCAT y ERC, sin ambos, Sánchez no puede articular la mayoría que lo hizo presidente. Por no hablar de que sigue necesitando a Unidos Podemos y un PNV cada vez más exigente. ¿Qué futuro le espera a la legislatura sin Presupuestos y con todavía más presión proveniente de Cataluña? ¿De qué se podrá hablar entonces? En Moncloa, a última hora de este martes, eran preguntas sin respuesta.
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