Quien haya leído entregas previas sobre Sabzak comprenderá que aquel paso en medio de Afganistán fue el agujero más complejo al que tuvo que enfrentarse el Ejército español en esta misión. El combate tuvo lugar entre el 3 y 4 de septiembre de 2009. Los tukus defendían con uñas y dientes un punto estratégico en las comunicaciones del país. Y los militares españoles dirigían sus pasos sabiendo que, si seguían adelante, probablemente no regresarían. Es ahí donde se erige el nombre del sargento Carlos Rachid G. Kouiche.
Las órdenes que ha recibido son claras: "Nada de movimientos complejos. Iremos con todo lo que tenemos y ocuparemos la zona, que es lo que hace la Infantería; una vez allí, el que quiera, el que pueda, que nos desaloje", tal y como describe el blog El Paso de Sabzak (III), escrito por el teniente coronel Norberto Ruiz e ilustrado por el dibujante José Manuel Esteban.
Así, con la única certeza de la confianza en sus compañeros, el sargento Kouiche avanza hacia Sabzak. Apenas ha salido el sol y ya silban las balas. Ni el sargento ni ninguno de sus compañeros ha pegado ojo en toda la noche. Saben que la muerte les ronda y que deben aguantar las embestidas de los tukus (así llaman al enemigo).
Porque Sabzak es imprescindible. Es el paso natural que conecta varias regiones de Afganistán. Durante décadas, probablemente siglos, los delincuentes han asaltado a sus víctimas en la zona. Ahora son los insurgentes, aliados con los talibán, los que tratan de mantener el paso. Y al Ejército español le corresponde liberarlo. El rumbo de la guerra depende de lo que ocurra en esta jornada de disparos interminables.
Cada uno sigue sus pasos. Los tukus están en su lugar. El sargento Kouiche y los suyos -es la compañía Albuera- avanzan sin ceder un paso. él viaja a bordo de un blindado Lince, escuchando las palabras que escupe la radio, mirando por las ventanillas cómo avanzan sus compañeros: Dragón, Tánatos, Kiriki... porque a todos ellos los conoce por sus sobrenombre. Gajes de pasar meses codo con codo en uno de los lugares más inseguros del mundo.
Ve a Pony subiendo a pie a lo alto de una cota. Sabe que él recibirá lo más duro del fuego de los tukus. Barney localiza objetivos. Kent mantiene la posición y da instrucciones al controlador aéreo avanzado para recibir ayuda.
La distancia entre unos y otros se estrecha. Muchos de los tukus se mueven a caballo. Otros, los que disparan con mayor precisión, están ocultos bajo mantas para dificultar su localización. Los militares españoles echan el pie a tierra y avanzan posiciones. Los vehículos blindados, acribillados a balazos, serpentean por los caminos de arena y piedra.
El tiempo se sostiene entre el cruce de fuego. El sargento Kouiche no tiene un segundo para beber agua: mantiene la posición, que no es poco, y avanza cuando encuentra dónde hacerlo. Así, poco a poco, logran sofocar la lluvia de balas que cae sobre ellos.
Finalmente, los tukus ceden. Ya no son capaces de defender Sabzak. Los militares españoles respiran aliviados. Uno de ellos, el sargento Serantes, resultará herido en la pierna izquierda y evacuado a una zona bajo control. Kouiche se abraza a sus compañeros y pregunta por aquellos a los que no tiene a su alcance: todos ellos podrán contar qué ha ocurrido en este paso de Afganistán.
El sargento Kouiche respira, sonríe. De pronto recuerda que lleva horas sin beber. Se acerca a uno de los suyos y por fin se atreve a bromear: "Dame un poco de agua, estoy seco; ¡que no sabes disparar!".
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