"¡¡Vaya pedazo de ministra de Hacienda!!" El grito, contundente y con acento andaluz, se escuchó con total nitidez en el centro de convenciones del hotel de Sevilla donde el PSOE lanzó su precampaña de las elecciones generales. El aplauso fue espeso e inmediato. Se notaba que al millar de asistentes al mitin les gusta María Jesús Montero, la estrella emergente del Gobierno de Pedro Sánchez, ya muy conocida en Andalucía por su anterior y dilatada etapa como consejera de Salud y de Hacienda en la Junta.
"Coincido contigo. No te conozco, pero tienes toda la razón", dijo Sánchez en cuanto le tocó hablar."¡Menuda ministra de Hacienda tenemos!", exclamó.
Montero no intervino en el acto, al que ni siquiera tenía previsto asistir hasta el viernes por la tarde, cuando cambió sus planes y anuló otro en Cataluña. Si uno repasa las redes sociales del PSOE andaluz o las fotos distribuidas, podría parecer que nunca estuvo allí, porque no aparece en ningún sitio. Tampoco la citaron en sus discursos Susana Díaz, líder socialista en la región, ni Verónica Pérez, secretaria general del PSOE en Sevilla, donde Montero milita. Por esa provincia está llamada a encabezar la lista para el 28 de abril, aunque aún no hay decisión formal.
Pese a todo ello, su protagonismo fue destacado en el acto convocado con la justificación de presentar a Juan Espadas como candidato a la reelección como alcalde de la capital hispalense. Tras el anuncio de elecciones de Pedro Sánchez, la importancia del mitin ganó enteros. También el morbo por ver a Sánchez y Díaz juntos de nuevo, listos para encarar una nueva campaña electoral entre sonrisas no demasiado espontáneas y elogios cruzados con cierta frialdad. La ministra, sin ella hacer nada, se plantó como elemento novedoso a medio camino entre ambos.
Montero está de moda. Cautivó a la bancada socialista en el debate de Presupuestos a pesar de que naufragaron a la hora de la votación. "Hay derrotas parlamentarias que son victorias sociales", dijo el viernes Sánchez en Moncloa. Sevilla acogió a su ministra con júbilo. Se sentó en primera fila y tuvo que levantarse a saludar al público, que la aclamaba en pie tras ser elogiada por Sánchez.
Los militantes rodean por igual a Díaz y Montero
Una curiosa estampa cerró el mitin. Tras el discurso de Sánchez, el último de todos, sonó la versión flamenca del himno del PSOE y el presidente enfiló una puerta lateral tratando de no detenerse mucho en despedirse de los militantes que lo interceptaban. Una vez el jefe del Ejecutivo desapareció de escena con sus colaboradores y su equipo de seguridad, frente al escenario se formaron dos grandes nodos. Alrededor de ellos orbitaban los militantes, en su mayoría de una edad respetable, buscando achuchones, besos, abrazos y selfies. La música se paró, pero el revuelo continuaba. Eran Díaz y Montero, Susana y María Jesús, dos galaxias paralelas que otean su futuro político con la incertidumbre de no saber si tendrán que disputarse el liderazgo del partido en Andalucía.
"¡Te quiero, mi arma!", le dijo a Montero una militante veterana. "¡¡Palante, por tus cojones!!", le espetó. Montero sonreía, gastaba bromas y respondía a todos al mismo tiempo, con oficio y energía. Exactamente igual que Díaz, también muy solicitada.
Hay quien en el equipo de la expresidenta andaluza no le quita ojo a Montero, ya sea en Andalucía o en Madrid, para comprobar si mantiene su fidelidad a Díaz o tantea un desembarco en Andalucía. Una operación así encaja en San Vicente, la sede del PSOE regional, por el escaparate que le brinda el Gobierno central y, dentro de él, la promoción que personalmente hace de ella Sánchez.
Sánchez promociona a Montero
En su discurso, Sánchez se refirió a Montero casi tantas veces como a Díaz y explicó a los asistentes que a ella le había encargado rescatar dos medidas sociales estrella de los Presupuestos para que sean aprobadas por decreto, coincidiendo con la campaña. Se trata de la prestación para parados mayores de 52 años y las cotizaciones para trabajadores domésticos que cuiden a personas en situación de dependencia.
Por si fuera poco, Sánchez avanzó que la primera medida que tomará si es elegido presidente de nuevo es aprobar unos "Presupuestos sociales" como los que tumbó la Cámara Baja. Y la redactora de esas cuentas públicas, que en esta campaña servirán como programa electoral, es Montero.
Sánchez y Díaz: juntos pero no en sintonía
Pero Sánchez también se refirió a Díaz. "Quiero que sepa todo el mundo que estamos juntos y estamos unidos", dijo nada más comenzar a hablar, agradeciendo el "calor" de la acogida. Díaz pidió para él una "mayoría sólida" y aseguró que se va a "batir el cobre" y a "arrimar el hombro" para que Sánchez siga en Moncloa.
Formalmente, todo encaja. Sánchez y Díaz han hecho las paces. Pero el que esté acostumbrado a verlos a los dos podía reconocer cierta incomodidad en ambos y más de una sonrisa forzada.
Sánchez parecía bastante relajado, pero también preocupado por aparentar una cordialidad con Díaz que sus entornos desmienten en privado.
Son, de nuevo, aliados a la fuerza y para evitar la autodestrucción mutua. La historia se repite, a lo largo de los años y mientras uno y otro van ocupando distintos puestos y ostentando más o menos poder. Pero el distanciamiento de fondo es total.
Como prueba está el la manera de hablar. Mientras que "Pedro" es para Díaz "el presidente", Espadas es "mi alcalde". Del mismo modo, Sánchez sabía que al promocionar directamente y ante Díaz a la que podría convertirse muy pronto en su rival, de alguna manera estaba dejando claro que la reconciliación es sólo una necesidad mutua de cara al maratón de elecciones en las que el PSOE, y ellos dos en particular, se juegan de nuevo el ser o no ser.
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