La Guardia Civil hizo una entrega controlada de explosivos días antes del atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid y su objetivo, el terrorista Jamal Ahmidan, a quien querían acorralar con dicha estrategia, se escapó con 200 kilos de dinamita. Para burlarles, el yihadista contó con la ayuda del servicio secreto francés y de personal cercano a la embajada de Marruecos, que instruyó luego a la célula de Morata de Tajuña en el montaje de bombas. Parte de esas instrucciones llegaron desde una cabina en el Líbano, pero cuando los espías franceses y marroquíes supieron que España investigaba esa pista por una "fuga de información", hicieron desaparecer las pruebas y colocaron otras manipuladas como la mochila de Vallecas para orientar las pesquisas.
Esa es, a grandes rasgos, la versión que el comisario José Manuel Villarejo aportó la semana pasada en un escrito remitido a la Audiencia Nacional sobre lo que supuestamente, y siempre según su versión, sucedió en el atentado del 11-M que acabó con 191 víctimas mortales.
En el documento remitido al juez Manuel García-Castellón, encargado de la investigación del caso Tándem que tiene como principal investigado a Villarejo por los presuntos delitos de organización criminal y blanqueo, entre otros, el excomisario mantiene que toda esta conspiración para atentar en España habría quedado soterrada "de no haberse conocido la labor de dirección que los terroristas recibieron desde fuera, a través de la cabina de teléfono" ubicada en Beirut (Líbano) pero controlada por la inteligencia siria.
"Tuve conocimiento de la existencia de tal cabina gracias a las excelentes relaciones que mantenía por medio del comerciante de armas [Monzer Al Kassar] con los jefes del servicio de espionaje sirio, el general Alí Duba y más tarde su sucesor Abderraman Hunney [conocido como El Viejo]", mantiene el exmando policial en la información remitida a la Audiencia Nacional supuestamente para "defenderse". Intenta argumentar que el trabajo de espionaje que realizó a petición del BBVA contra miembros de Sacyr, por el que está imputado, tenía también sentido como agente encubierto del Estado y le habría permitido conseguir información relacionada con el 11-M.
"En numerosas ocasiones estos responsables me mostraron su confianza, como cuando aceptaron el retorno de los agentes del CNI expulsados de Siria o los datos esenciales sobre el arsenal de armas del que disponía Irak antes de la guerra, información que fue transferida en su totalidad a la CIA, a través de los responsables de esta agencia en Madrid", se puede leer en el mencionado documento.
Un chivatazo
En su escrito desde la cárcel de Estremera, donde se encuentra en prisión preventiva desde hace más de un año acusado de liderar presuntamente una organización "parapolicial", el exagente ahonda en su declaración del pasado mes de enero, donde, tal y como adelantó EL ESPAÑOL, ya reveló ante la Justicia la organización de un viaje a Siria para investigar las comunicaciones realizadas desde esa cabina. Unos datos que, según él, fueron entregados cercenados por los responsables del servicio secreto sirio, dejando la investigación en una vía muerta.
"Una vez conocido este dato crucial de la cabina, ante mi insistencia, [los servicios secretos sirios] optaron por facilitar el listado de llamadas, de manera extraoficial, entregándome una copia en mano para lo cual me pidieron un encuentro personal en Damasco, como medida de confidencialidad", asegura Villarejo.
"Así que lo comuniqué a los máximos responsables que ya había nombrado en el Ministerio del Interior Zapatero, y tanto el DAO Miguel Fernández-Chico como el resto de la cúpula, en principio estuvieron de acuerdo con dicho viaje [...] En el último momento, cuando ya disponía incluso de visado, se me comunica que yo no viajaría, sin alegar ninguna justificación para tal decisión, que suponía que se despreciaba tan importante información, al no cumplir la condición de mi presencia, ya pactada", prosigue el alegato del exagente investigado por la Justicia.
Hace ocho años el diario El Mundo publicó una entrevista con el traficante de armas Monzer Al Kassar desde una cárcel en EEUU en la que relataba una versión muy similar sobre la organización y la existencia de ese viaje, al que acudió finalmente el entonces comisario de Información, Telesforo Rubio.
"Por parte del servicio secreto sirio se me comunica que una fuga de información procedente de España había alertado de esta entrega, por lo que miembros del espionaje francés habían viajado con anterioridad, llevándose este listado y facilitando a la delegación española una copia cercenada, donde ua no constaban determinados números. Por más que insistí en recuperar estos números, que tal vez podrían habernos conducido a conocer los autores intelectuales que dinero las instrucciones a los terroristas, mis gestiones fueron inútiles. Ni los sirios tenía interés en contrariar a Francia ni el Gobierno español a través del Ministerio de Interior mostró interés alguno en conocer estos datos", concluye.