Pocas personas conocen tan bien a Pedro Sánchez como José Blanco (Palas de Rey, Lugo, 1962). Blanco, hoy eurodiputado y antes casi todo en el PSOE, anunció este domingo su marcha de la política. Se va, no sin pena, tras ser excluido en la candidatura de su partido al Parlamento Europeo, cuya composición fue aprobada por el Comité Federal socialista junto a las demás listas electorales.
Blanco no quiso hacer declaraciones este domingo más allá dejar constancia de su "infinita y eterna gratitud" a los militantes y ciudadanos que confiaron en él. Algunos de los que lo conocen aseguran que está dolido con las formas, pero que se irá sin hacer ruido en el PSOE ni daño a Sánchez.
El político gallego llegó a ser como un padre para el hoy presidente del Gobierno. Lo adoptó políticamente tras la victoria de José Luis Rodríguez Zapatero en las primarias del 2000 contra José Bono. Blanco era un todopoderoso secretario de Organización que tenía el reto de modernizar el partido y pasar definitivamente la página del felipismo. Sánchez, un veinteañero con ganas de comerse el mundo y triunfar en política. Pronto se comenzó a hablar en Ferraz de los Blanco Boys o Los hombres de Blanco, un grupo de jóvenes fontaneros que crecieron políticamente a su sombra bajo los mandatos de Zapatero.
Los hombres de Blanco
Eran fundamentalmente tres. Óscar López, hoy presidente de Paradores, Antonio Hernando, otro diputado saliente, y el propio Sánchez, Los tres eran amigos, pasaban horas en Ferraz a las órdenes de Blanco y muchas otras fuera. Los tres triunfaron en política. Sólo uno, quizás el más discreto, daría la campanada al lograr presentarse a las primarias para ser secretario general, en 2014, con la fortuna de recibir un inmenso apoyo del aparato socialista.
Blanco era una pieza clave en el engranaje y apostó decididamente por Sánchez como la solución que necesitaba el PSOE: un líder moderno y del siglo XXI, joven y moderado. Así lo veía, al menos, en 2014. Para entonces, ya se había consolidado entre ambos una relación que trasciendió mucho lo político y llegó a involucrar a las familias de ambos en momentos de ocio e intimidad. Después, la política los separó.
El eurodiputado, como buena parte de los dirigentes históricos del PSOE, se fue distanciando de Sánchez a medida que éste empezó a tomar decisiones de calado. Los resultados electorales de 2015 y su intención de ser investido con los votos independentistas colmaron el vaso. Para entonces, la relación ya estaba rota. El ex número dos vio en Susana Díaz un liderazgo más sólido y razonable y apostó decididamente por ella. Participó en el Comité Federal en el que Sánchez se vio obligado a presentar su dimisión y acabó presidiendo ese mismo órgano en tiempos de la Gestora. Desde que Sánchez regresó al timón socialista, el eurodiputado volvió, poco a poco, a acercarse públicamente a él.
Puede decirse que, sin Blanco, Sánchez no sería Sánchez. Con Sánchez, en las primeras listas que le ha tocado hacer con pleno control del partido (las últimas europeas las hizo Alfredo Pérez Rubalcaba), Blanco vuelve a ser el ciudadano Blanco. El que se lo dio todo en términos políticos, desde responsabilidades internas hasta puestos en las listas municipales o al Congreso, ha acabado siendo expulsado por su antiguo discípulo. Ahora pone fin a una trayectoria institucional que comenzó como senador por Lugo en 1989.
Un ajuste de cuentas
La marcha de Blanco no es sólo la marcha de Blanco sino un claro ajuste de cuentas que Sánchez se guardaba desde hacía tiempo. Es el partido de vuelta del Comité Federal del 1 de octubre de 2016 y, como venganza, no se ha consumado hasta el último minuto.
Muchos elementos dan esa forma a la decisión. El más importante es que Blanco tenía todas las de seguir y que fue Sánchez, en solitario, quien decidió defenestrarlo. Fuentes de Ferraz aseguraron durante meses que el eurodiputado tenía sobradas posibilidades de repetir. Es más, varios de los asesores del presidente lo daban por hecho hasta hace tan solo unos días. Las cuatro provincias gallegas y el secretario general, Gonzalo Caballero, lo respaldaban. No había un candidato gallego alternativo y tanto el cabeza de lista, Josep Borrell, como Zapatero (dos padrinos de peso), apostaban por su continuidad. Hasta este mismo domingo, no se confirmó que Nicolás González Casares, teniente de alcalde de Lalín (Pontevedra) y que apostó por Sánchez en las primarias contra Díaz, ocuparía el puesto número nueve, uno de salida.
Blanco fue uno de los máximos asesores de Zapatero. A él se debe, en parte, la ajustada victoria en el congreso del PSOE del año 2000 y, a partir de ahí, las campañas electorales que culminaron cuatro años después con Zapatero en Moncloa, reelegido en 2008. Aun sin haber completado ninguna titulación universitaria, pronto fue reconocido dentro del PSOE como un estratega, negociador y responsable de mensaje ante los medios de comunicación. Diputado desde 1996 hasta 2014, cuando se marchó a Bruselas, se dedicó fundamentalmente al partido desde el año 2000 hasta el 2009, cuando fue nombrado ministro de Fomento.
Militarización de los controladores
Con él al frente, el Gobierno militarizó los controladores aéreos tras declarar el primer estado de alarma de la democracia. Al frente de las infraestructuras, sus adversarios políticos trataron de responsabilizarlo políticamente del accidente del Alvia que en 2013 se cobró la vida de 80 personas. Lo mismo le ocurrió después a Ana Pastor, su sucesora en el Ministerio, y sus actuaciones han sido objeto de una comisión parlamentaria en el Congreso. Estuvo en el centro de la polémica por el Caso Campeón, en el que un empresario lucense aseguró haber pagado una comisión al ministro a cambio de favores. Resultó absuelto por el Tribunal Supremo.
Sánchez, al parecer, no lo ha absuelto tras el apoyo que prestó a Susana Díaz durante las últimas primarias, y muchos en el partido interpretan la exclusión de las listas como un gesto de autoridad y un aviso a navegantes. La purga repitió, aunque con menos trascendencia simbólica, en las listas de Andalucía, Aragón o varias municipales a capitales de provincia. Ahora, quien manda es sólo él, sin ningún padrino.
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