Detectores de metales en algunos colegios, un tiroteo escolar cada tres meses, 33.000 muertes al año en asesinatos por arma de fuego y más de la mitad de la población que conoce a alguien que ha sido tiroteado. Esas son las cifras de la violencia con pistolas y fusiles en Estados Unidos, las consecuencias de la legalización de las armas en el país supuestamente más desarrollado del planeta. 

El pasado martes, el líder de Vox Santiago Abascal concedió su primera entrevista electoral. Lo hizo al portal armas.es. Toda una declaración de intenciones tras anunciar en esa intervención que su partido apostará por que los españoles puedan tener armas en casa para autodefensa. En Estados Unidos, el 67% de los compradores de un arma argumentan lo mismo. Que es para defensa personal. Pero las consecuencias de que un 30% de los ciudadanos adultos del país sean propietarios al menos de una pistola, las pagan tanto unos como otros. Según las estadísticas, un ciudadano de EEUU tiene 24 veces más posibilidades de morir a causa de un disparo que el nacional de cualquier país donde su venta está prohibida. 

En EEUU, las armas son la segunda causa de mortalidad infantil (2.978 menores en 2017); un problema que se ha trasladado en muchas ocasiones a las aulas. Las estadísticas reflejan 220 tiroteos en institutos del país en 18 años. 128 fallecidos al año por esta causa según la base de datos elaborada por The Washington Post . Un fenómeno que arrancó para la opinión pública en 1999 con la tristemente famosa masacre de Columbine, un instituto estadounidense ubicado en Colorado. Los atacantes eran dos estudiantes que mataron a 12 compañeros y a dos profesores. El tiroteo fue recreado por el cineasta Michael Moore en su documental Bowling For Columbine.

Una ataque escolar cada 67 días

En 2007, un estudiante de 23 años mató a 32 personas en la Universidad de Virginia a punta de pistola. En 2011, otro joven irrumpió en la presentación de una película de Batman con una máscara de gas y un chaleco antibalas. Asesinó a 12 personas e hirió a otras 58. En 2012, pocos días antes de navidad se produjo la masacre de la escuela de primaria Sandy Hook, en la que un joven acabó con la vida de 20 niños y seis adultos. En 2015, hay otro ataque con diez fallecidos tras los disparos de un estudiante en la Universidad de Umpqua y poco después, otro joven supremacista irrumpió en una iglesia evangelista de Carolina del Sur. Mató a nueva personas, asistentes a una lectura de la Biblia. 

Un año después, un universitario mató a seis personas en Isla Vista, California y poco después otro joven abrió fuego en un bar frecuentado por la comunidad gay de Orlando. Mató a 49 personas e hirió a otras 53. El último gran incidente con armas de fuego, que no tuvo que ver con las aulas, se dio en un concierto en Las Vegas. 58 muertos en mitad de un concierto de música country mientras un francotirador disparaba desde la ventana de un hotel cercano. Después de la masacre, se suicidó dejando un arsenal a su lado.

Así, Estados Unidos es el país que más tiroteos masivos ha tenido en su historia, con 90 según sus propias estadísticas. Los estudios de la Universidad de Harvard reflejan que además que el problema va en aumento. Desde 2011 y por el llamado efecto imitación, este tipo de ataques masivos se han triplicado en frecuencia.