Una vez se toma la decisión, la defensa es tan cerrada que parece que, en realidad, no cabía otra. El PSOE llevaba semanas deshojando la margarita y sopesando pros y contras de los tres formatos propuestos, con fecha y lugar: un cara a cara entre Pedro Sánchez y Pablo Casado el 16 de abril en Mediaset (Telecinco, Cuatro), un debate a cuatro con Casado, Albert Rivera y Pablo Iglesias el 22 de abril en RTVE o uno en el que estuvieran esos cuatro y Santiago Abascal, el 23 de abril en Atresmedia (Antena 3, La Sexta).
Hasta este mismo jueves, el PSOE no ha desvelado su decisión y fuentes socialista aseguran que ha habido dudas tanto sobre la conveniencia de aceptar un cara a cara con Casado como sobre incluir a Vox en el debate.
El comunicado con el que el PSOE explicó su decisión la fundamenta en que PP, PSOE, Unidas Podemos, Ciudadanos y Vox "presentan candidaturas en todas las provincias" y todos estos partidos "superan el 10% de intención de voto a nivel nacional" en el último barómetro del CIS, conocido este miércoles.
Se trata de variables nunca esgrimidas anteriormente en público. Hasta ahora, el PSOE había oscilado entre asegurar que Sánchez tenía disponibilidad casi plena a participar en debates, fuesen estos cara a cara o a varias bandas ("atender todos los debates que se planteen y con quien sea", dijo José Luis Ábalos el 25 de febrero), a reservarse herméticamente la decisión por cuestiones de estrategia.
La cita televisiva elegida por Sánchez no tiene precedentes. Nunca antes un presidente del Gobierno había aceptado un debate con fuerzas extraparlamentarias, como Vox.
Los precedentes
Desde que el sistema político español dejó de ser eminentemente bipartidista, se han celebrado dos debates a varias bandas con presencia de cabezas de cartel. El primero fue el 7 de diciembre de 2015 y fue moderado por Ana Pastor y Vicente Vallés, los dos encargados de dirigir también el de este año. En él participaron los líderes de PSOE, Podemos y Ciudadanos, pero no el presidente del Gobierno de entonces, Mariano Rajoy, argumentando que Iglesias y Rivera aún no se habían enfrentado a las urnas. Unos meses después, cuando las elecciones tuvieron que repetirse, Rajoy sí acudió a la cita, auspiciada por la Academia de la Televisión.
Rajoy sí aceptó debatir cara a cara con Pedro Sánchez en 2015, tal y como el líder del PSOE le reclamaba. Cuando estaba en la oposición, Sánchez reclamaba insistentemente a Rajoy que debatiese y que lo hiciese más de una vez.
En 2019, Sánchez lo hará, como mínimo, tan mal como lo que criticaba en Rajoy, ya que sólo acudirá a un debate. Además, como ha destacado Unidas Podemos, no se llevará a cabo en la televisión pública, cuyo vigor y firmeza el PSOE defiende a menudo para confrontar con el PP, sino en el grupo privado Atresmedia.
Los demás debates electorales en España han sido todos cara a cara: dos entre José María Aznar y Felipe González en 1993, dos entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy en 2008 y uno entre el exlíder del PP y Alfredo Pérez Rubalcaba en 2011.
Vetar a Vox en todo salvo en el debate
La decisión de Ferraz se ha justificado para no "vetar a nadie", pero choca frontalmente con toda la campaña del PSOE que, precisamente, pide el voto para frenar a Vox, para que no entre en las instituciones y no tenga ninguna influencia en la política española. Con su decisión, Sánchez da cancha a Abascal y a Vox que, de otra manera, nunca habrían tenido un gran altavoz como ese ni la posibilidad de enfrentarse al presidente del Gobierno.
Fuentes del PSOE no ocultan que Vox ha sido un regalo para su estrategia al dividir a la derecha. La imagen de Abascal junto a Rivera y Casado será la primera de ellos tres juntos desde la manifestación de la plaza de Colón, en febrero. Tan solo unos días después de esa foto, Sánchez anunció la fecha electoral y comenzó a desplegar su campaña contra la posibilidad de que PP, Ciudadanos y Vox sumen los escaños suficientes para un Gobierno. A ese Ejecutivo se le apodó desde el PSOE pronto como el "trifachito".
Encaja en la campaña del PSOE
Toda la campaña del PSOE gira en torno a dos ejes: las políticas sociales y la amenaza de Vox. La fragmentación del centro-derecha puede reportar grandes beneficios electorales al PSOE que, ayudado por la ley electoral, podría convertirse en primer partido maximizando sus escaños en provincias pequeñas.
La presencia de Abascal en ese debate es, por tanto, una mala noticia para Rivera y Casado, que tendrán que pelear con el líder de Vox por hacer oposición a Sánchez. Si el líder del PSOE mantiene su línea de campaña, tratará de polarizar con Abascal, situando a Rivera y a Casado como meros rehenes de Vox, una estrategia que favorecería tanto a los socialistas como a la extrema derecha.