Por tierra, mar y aire, exponen sus vidas en la lucha contra los narcotraficantes en la región más caliente. Lo hacen en Algeciras y alrededores, allí donde los criminales se han hecho fuertes, donde el tráfico de drogas dobla voluntades y mueve millones. Son los agentes de Vigilancia Aduanera. Actúan en coordinación con Policía Nacional y Guardia Civil, pero se sienten olvidados por la Administración: acumulan achaques físicos -y psicológicos- derivados de su profesión, temen por su integridad en una región en la que los "malos" nunca olvidan una cara.
Son unos 1.800 en toda España, el cuerpo armado de la Agencia Estatal de Administración Tributaria en la lucha contra el tráfico de drogas y tabaco; también contra el blanqueo de capitales, delitos contra la Hacienda Pública... y en el sur, la provincia de Cádiz, es donde tienen su frente más activo. Más medios, más personal y un reconocimiento salarial "acorde" a sus funciones son las principales reivindicaciones que recoge el Colectivo de Funcionarios de Vigilancia Aduanera destinados en el Campo de Gibraltar. Y en especial, la declaración del Campo de Gibraltar como Zona de Especial Singularidad.
"Por decirlo de mala manera, estamos aquí haciendo trabajos más propios de los GEO [el Grupo de Operaciones Especiales de la Policía Nacional] pero por un sueldo de cajero de supermercado", apunta uno de los agentes, especializado en vigilancia marítima con base en Algeciras. Habla con hartazgo y en su memoria se atropellan recuerdos oscuros. Pero primero habla de sensaciones: "Frío y miedo" le golpean en las madrugadas, cuando los narcos transportan sus fardos con mayor frecuencia, buscando cobijo en la oscuridad.
Como aquella noche en la que intervinieron un barco pesquero sospechoso que los propios narcos hundieron en cuestión de segundos: "No nos dio tiempo ni a reaccionar... sólo queda saltar y rezar para que las redes y los cabos no te enganchen y te arrastren". O aquella en la que una trimotora [embarcación ligera de alta velocidad empleada por los traficantes] empezó a arder: "Llevan 2.000 litros de combustible que pueden explotar en cualquier momento".
¿Y por qué la afirmación de que hacen un trabajo "más propio de los GEO"? El mismo agente, con ironía, responde: "Tenga en cuenta que saltar a una goma cargada con 2000 kilos de hachís, tripulada por cuatro traficantes... no es muy agradable". Y añade: "Eso cuando sabemos con certeza lo que hay a bordo, porque también nos toca saltar a mercantes sin saber lo que nos vamos a encontrar".
Son episodios concretos, que se acumulan a un largo historial de accidentes, colisiones, agresiones... Situaciones, resumen, "muy próximas a perder la vida".
1.386 euros al mes
Y todo ello por 1.386 euros netos al mes. Eso es lo que cobra un agente de la categoría C1 [en una escala que llega hasta el A1]. A ese sueldo hay que añadir una serie de extras que varían en función de la labor desempeñada: "Con las productividades nos podemos plantar en unos 1.500... y eso no es todos los meses, ni mucho menos", detalla otro de los agentes de Vigilancia Aduanera. Con el paso de los años, además, se suma una serie de trienios: "Pero vamos, los compañeros que llevan más de 25 años de servicio no están mucho mejor que nosotros".
"Los que estamos en tierra nos encontramos otras situaciones diferentes, pero igualmente difíciles", detalla un tercer agente en conversación con EL ESPAÑOL. Describe una escena a la que tuvieron que enfrentarse: dos miembros de Vigilancia Aduanera a bordo de un coche que se dirigen hacia donde está una colla [término con el que se refieren a las bandas de narcos] descargando sus fardos. Al llegar, los criminales ven que tienen superioridad numérica sobre los agentes y se lanzan armados contra ellos. La única salida es la huida, temiendo por su vida.
"Y ya no digo nada de cuántas veces nos han intentado atropellar con los coches cargados y los que usan de lanzaderas, que son más grandes que los turismos que llevamos -prosigue su relato-. O cuando tienes que entrar en una guardería [donde los narcotraficantes cultivan o almacenan la droga] sin saber lo que te vas a encontrar: armas, número de personas, si están puestas de coca...".
Frente a frente, en la calle
Con todo, esas escenas no son las que más inquietan a los agentes de Vigilancia Aduanera. Porque el peligro y la tensión, pese a ser habituales, siempre tienen un desenlace. Pero hay otra presión que es permanente: la del entorno. Es una zona en la que es fácil conocer a unos y a otros; de quedarte con las caras del que te ha puesto entre rejas. Las descripciones de los agentes encajan con la de un polvorín en mal estado, en la que cualquier mecha puede hacer estallar todo por los aires. Y temen que esa mecha se prenda en el momento más inesperado.
"Muchos quedan en libertad al poco de conocerlos y te los encuentras... qué sé yo, en el supermercado". Los familiares de los detenidos también fichan a los agentes. Se los han cruzado en situaciones tensas, mientras jugaban en el parque con sus hijos, en bares o restaurantes... "Ha habido casos de que miembros de las organizaciones narcotraficantes han seguido a compañeros hasta sus casas".
A esas situaciones se enfrentan también los miembros de la Policía Nacional y de la Guardia Civil destinados de forma permanente en la región. "A ellos, al menos, les ha llegado la equiparación salarial", sostienen desde el Colectivo de Funcionarios de Vigilancia Aduanera destinados en el Campo de Gibraltar. "Una reivindicación justa, porque todos aquí nos jugamos el tipo y exponemos nuestra seguridad. Nosotros, mientras, seguimos siendo pocos... y olvidados".
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