26 de noviembre de 2006, Lausana (Suiza). La tensión se puede mascar. En un lado de la mesa están el exministro Javier Moscoso, el líder socialista vasco Jesús Eguiguren y el profesor y letrado José Manuel Gómez Benítez; en el otro, el etarra Jon Yurrebaso, el jefe de la banda Francisco Javier López Peña, alias Thierry, y José Antonio Urrutikoetxea, más conocido como Josu Ternera y recientemente detenido en Francia.
Ternera había llevado el peso de unas negociaciones que acumulaban más de un año de encuentros. En esta conversación en tierras suizas, los reproches de los terroristas son constantes. Incluso amenazan con romper la tregua, que pende de un hilo. Lo harán si el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero no cumple sus cinco condiciones.
“Iñaki de Juana, libertad [en referencia a De Juana Chaos, en huelga de hambre, detenido en 1987 y condenado a casi 3.000 años de cárcel por su largo historial de asesinatos]. Los siete presos de ETA enfermos, libertad. Quitar la doctrina Parot. Presos políticos vascos, a Euskal Herria. Cumplir lo acordado en su totalidad”. Cinco condiciones para mantener activo el diálogo: “Si no lo tenéis claro, esto se ha acabado”, amenazan los terroristas.
¿A qué se refieren con “lo acordado” y dónde se anotaron estas exigencias? Este es el relato completo de aquellos contactos, con la planificación pormenorizada de los dirigentes de ETA como punto de partida.
Hace falta algo de contexto para responder a ambas preguntas. Nos ubicamos en la década de los 2000. ETA acelera su maquinaria de matar para maquillar su debilidad tras los continuos golpes policiales. El jefe de la banda, Mikel Albisu -se hacía llamar Mikel Antza-, optó por plantear un proceso de negociación que les permitiese obtener algunos réditos a cuatro décadas de crímenes.
Los planes del dirigente de ETA eran meticulosos. Había dibujado un calendario que arrancaría en 2004 con una intermediación con el Gobierno y que culminaría en 2012 con la “reparación histórica y consulta a Euskal Herria”. Mikel Antza cayó a finales de 2004 en un operativo policial. Thierry ocupó su lugar: no era un ideólogo como su predecesor, más bien visceral, de temperamento desequilibrado y con poca visión de futuro. Pero asumió los planes de Antza y los puso en marcha.
Así, ETA emitió un comunicado el 15 de enero de 2005 en el que planteaba el cese de sus atentados si el Gobierno asumía una serie de condiciones políticas planteadas por Batasuna. José Luis Rodríguez Zapatero recogió el guante y el 17 de mayo pidió permiso en el Congreso -y sumó la mayoría necesaria, aunque muy lejos de la unanimidad- para iniciar un diálogo con ETA. Esas conversaciones, en realidad, ya habían comenzado. Un día antes, el 16 de mayo, Ramón Sagarzazu, Txango, se había reunido con un representante del Gobierno en un restaurante para establecer el lugar en el que tendrían lugar las negociaciones.
Las primeras rondas
Aquel encuentro fue productivo y las negociaciones reales arrancaron en junio de 2005. Los mediadores del centro suizo Henri Dunant levantarían acta, que serían firmadas por ambas partes y se guardarían bajo llave en un banco. Los representantes del Gobierno y los terroristas, no obstante, tomaban sus propias notas.
Años después, la Guardia Civil intervino las actas de la banda. Buena parte de ellas están recogidas en el libro Historia de un desafío (editorial Península), escrito por el coronel Manuel Sánchez y la cabo primero Manuela Simón, y son a las que se refiere este artículo. Fuentes de la lucha antiterrorista dan total credibilidad a estas anotaciones.
La primera fase de encuentros dio lugar a tres rondas de reuniones que se celebraron en Suiza y Noruega. Jesús Eguiguren, de un lado, y Josu Ternera y Jon Yurrebaso, del otro, sentaron las bases de cómo serían las negociaciones. Se consideran conversaciones técnicas, en las que se asumieron varios compromisos.
ETA dijo que no atentaría contra “personas, bienes de propiedad pública o privada”, que frenaría el impuesto revolucionario y que no realizaría “acciones de abastecimiento de armas y explosivos y/o material para su fabricación (…), salvo las necesarias para el mantenimiento de la organización”.
Eguiguren prometió reducir de forma “palpable” la presencia de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en País Vasco y Navarra, la desaparición de las “presiones policiales” contra las actividades de la izquierda abertzale y frenar las detenciones de miembros de ETA en España y Francia.
Comienza la negociación
Con esas reglas establecidas se llegó al punto caliente de las negociaciones. La cuarta ronda de contactos se celebró el 22 y el 23 de junio en Suiza. Junto a Eguiguren viajó el exministro de la Presidencia Javier Moscoso. ETA mantuvo a Ternera y Yurrebaso como interlocutores. Cinco mediadores de Henri Dunant completaban la escena. Tensa, por los reproches continuos.
Los representantes del Gobierno decían que el impuesto revolucionario seguía en marcha; también la kale borroka. Los etarras lamentaban que se hubieran producido detenciones de sus compañeros: “La Guardia Civil sólo obedece al duque de Ahumada”, lamentaron los enviados de Zapatero.
Los reproches hicieron tambalear las negociaciones, pero ambas partes se citaron para una nueva ronda, la quinta. Tuvo lugar entre el 26 y 28 de noviembre en Lausana (Suiza). Ese encuentro es el que abre este artículo, en el que Ternera, acompañado de Yurrebaso y de Thierry exige cinco condiciones para que ETA deje de matar.
La primera de la lista es la derogación de la doctrina Parot: “Esperamos que el Tribunal Constitucional lo declare inconstitucional; en este sentido ya estamos hablando con los componentes del mismo”, responden los enviados de Zapatero.
A Eguiguren y Moscoso se les une el profesor y letrado José Manuel Gómez Benítez. Los tres se comprometen a buscar la salida de Iñaki de Juana Chaos: “Resolveremos el tema rápidamente hablando con la familia”, advierten, de acuerdo al contenido de las actas de ETA. Los terroristas, además, exigen la liberación de otros compañeros enfermos, el acercamiento de los presos de la banda al País Vasco y “cumplir con lo acordado en su totalidad” [en referencia al cese de detenciones y la reducción de la presencia policial en suelo vasco y navarro]: cinco condiciones para seguir con el diálogo.
Los representantes del Gobierno se levantan de la mesa y realizan una llamada a “Madrid”. De vuelta anuncian su compromiso: “Lo de Iñaki y los presos enfermos se puede hacer en un plazo corto”.
La explosión de la T4
La sexta ronda se celebró el 27 de octubre de 2006 en Suiza. Por parte del Gobierno sólo asistió el letrado Gómez Benítez. Fue un encuentro técnico, en el que se matizaron algunas de las normas de las negociaciones. La séptima tanda tuvo lugar entre el 11 y el 15 de diciembre de 2006 en Noruega. ETA ya no envió a Ternera; su lugar lo ocupó Igor Suberbiola, a quien se consideraba dentro del ala más intransigente de la banda.
Se cruzaron varios reproches y se citaron para un futuro encuentro en enero de 2007. Pero los terroristas quisieron presionar en medio de la negociación: el 30 de diciembre de 2006 hicieron estallar una furgoneta bomba en el aparcamiento de la Terminal 4 del aeropuerto de Madrid Barajas. La explosión acabó con la vida de dos personas, Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, y provocó graves daños materiales.
Mucho se debatió entonces sobre si las negociaciones seguían abiertas o se daban por liquidadas. Las Fuerzas de Seguridad golpearon a la banda con varias actuaciones, como la que dio con la detención de Jon Yurrebaso, asistente a las conversaciones, en un control rutinario en Francia. El etarra adujo que formaba parte de la mesa negociadora y pidió a la Policía francesa que llamase a las autoridades españolas para decretar su inmediata puesta en libertad. Su petición no fue escuchada y entró en prisión.
Pese a todo hubo más contactos, todos ellos en Suiza. La octava ronda tuvo lugar los días 30 y 31 de marzo de 2007. La novena y última, a mediados de mayo de ese año. A esta acudieron dos representantes de la izquierda abertzale y dos del PSOE, así como observadores ingleses, irlandeses y noruegos, además de los habituales miembros de Henri Dunant, siempre siguiendo el relato de las actas de ETA.
El resultado de las nueve rondas negociadoras es conocido. El 5 de junio de 2007 ETA anunció que rompía el “alto el fuego permanente”. En los años venideros los terroristas ampliaron su expediente de sangre con otros diez asesinatos. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado dieron los golpes definitivos a la organización. Especial mención merecen la operación Pardines (2015) en la que se detuvo a los jefes David Pla e Iratxe Sorzábal, y la reciente operación Infancia Robada, que culminó con la captura del escurridizo Josu Ternera, hombre clave en las frustradas negociaciones con el Gobierno de Zapatero.