Convoy español en una de las arterias principales de Bangui, en una imagen de archivo.

Convoy español en una de las arterias principales de Bangui, en una imagen de archivo.

España FUERZAS ARMADAS

Cuando el Ejército español combatió en Bangui contra un líder que se creía inalcanzable por las balas

Ocho miembros del Grupo de Operaciones Especiales reforzó un dispositivo del Ejército francés ante la embestida de los anti-selekas.

3 junio, 2019 02:15

Su actitud era desafiante. Su pelo, largo y rizado. Estaba armado hasta los dientes, con un kalashnikov entre las manos y varias armas blancas distribuidas por todo su cuerpo. Del cuello le colgaba una calavera y un collar hecho con pequeñas bolsas de piel, como las que los chamanes les entregaban a los líderes rebeldes en aquellos compases de la guerra centroafricana. Se les decía que tenía poderes mágicos. Sólo así se entiende que el individuo se plantase en medio de una de las calles de Bangui para hacer frente a una fuerza compuesta por soldados españoles y británicos. Pero no estaba solo y aquel combate no fue fácil de librar. Era el 15 de octubre de 2014.

EL ESPAÑOL contó las dificultades que se encontró el Ejército español en su despliegue en República Centroafricana. Todavía hay soldados de nuestro país desplegado en la región, en el marco de la misión EUTM RCA, desplegada por la Unión Europea para el asesoramiento y adiestramiento de las Fuerzas Armadas locales.

Describir lo que suponía República Centroafricana en 2014 es complicado. Hay que recurrir a expresiones recurrentes. La que más se aproxima es la de "avispero", en la que combatían un sinfín de fuerzas lideradas por jefes con intereses personalistas. Los anti-balakas, de corte cristiano, y los selekas, mayoritariamente musulmanes, eran los más poderosos. Todo ello bajo una situación de expolio de recursos y de sufrimiento extenuante de la población.

Ubicación geográfica de República Centroafricana.

Ubicación geográfica de República Centroafricana.

¿En qué se traducía aquel infierno para el Ejército español? Noches en vela bajo el estruendo de las granadas, los silbidos recurrentes de las balas, medidas extremas de protección e incertidumbre de cómo podía terminar cualquier patrulla por las calles de Bangui, la capital del país.

La que realizaron los miembros del Grupo de Operaciones Especiales aquel 15 de octubre de 2014 rozó la fatalidad. Ocho efectivos a bordo de dos vehículos Lince recorrían las calles angostas de calor húmedo y asfixiante. El suelo es rojizo; como en otros países vecinos, hay quien dice que de la sangre que se ha vertido sobre ella. Casas, cabañas y chamizos se agolpaban en aquel bullicio desordenado.

El despliegue francés

Les faltaba menos de un kilómetro para llegar de nuevo a la base cuando algo llamó su atención, tal y como describe el blog Vuela una granada en Bangui, escrito por el teniente coronel Norberto Ruiz.

Los soldados franceses estaban en posición defensiva. Eran pocos, no llegaban a la decena. El capitán Luis Coletes se apeó de su vehículo Lince y les preguntó que a qué se debía su despliegue. Venían rebeldes. En concreto, un grupo armado de anti-balakas. El capitán contactó con sus superiores en la base y les preguntó si él y sus siete compañeros podían quedarse a reforzar la posición. La respuesta fue afirmativa.

En Bangui, los rebeldes apenas salían a las calles amplias. Preferían cubrirse en estrechos callejones, en los que era más fácil despistar a las fuerzas internacionales y provocar emboscadas. Pero aquel líder rebelde no tenía miedo. Salió con su kalashnikov en la mano, con un hacha y con sendos cuchillos atados a sus piernas. Pelo largo y rizado, gritos violentos y actitud amenazadora.

Un soldado español desplegado en República Centroafricana.

Un soldado español desplegado en República Centroafricana. Defensa

En el cuello llevaba una calavera colgando y un collar hecho con bolsas de piel. No son pocas las ocasiones en las que líderes rebeldes se lanzan a la guerra protegidos por ornamentos fabricados por chamanes. Les prometen que con ellos son inalcanzables por las balas, que rebotarán contra su cuerpo o que se desviarán en el trayecto. Unido al frecuente consumo de estupefacientes, inhibe a los combatientes de cualquier sensación de riesgo y se lanzan a agujeros sin salida.

Estallan las granadas 

Sólo así se entiende que aquel líder se llevara el dedo al gatillo, con una fuerza superior que le apuntaba y le instaba a dejar las armas. De pronto, el estruendo de una granada. Cayó en las inmediaciones de donde se encontraban los efectivos de Operaciones Especiales y los franceses. La sacudida armó de valor al líder rebelde, que levantó su fusil para disparar. Riaza, tirador de uno de los Linces, lo abatió de inmediato.

No había lugar a la confusión. El combate era rápido y había que poner en práctica lo que tantas veces se había ensayado. El sargento primero Crespo se abrió paso entre las explosiones de las granadas para recuperar el arma del líder anti-balaka, era importante que no cayera de nuevo en manos rebeldes.

Soldado español junto a un cartel contra la explotación de diamantes en RCA.

Soldado español junto a un cartel contra la explotación de diamantes en RCA. IEEE

El enfrentamiento fue a mayores. Los rebeldes se lanzaron a las callejuelas, al mismo tiempo que seguían con su presión con granadas y fusilería sobre las tropas españolas y francesas. Dos miembros del MOE, el capitán Coletes y el sargento primero Crespo persiguieron a los combatientes que se daban a la fuga: no se trataba de una maniobra temeraria, sino de hacerles sentir que tenían el fuego a sus espaldas y que no se planteasen regresar sobre sus pasos.

Finalmente, ambos efectivos regresaron donde estaban sus compañeros. Al salir de las callejuelas, una granada impactó justo encima de la cabeza del capitán Coletes. Por unos segundos sintió una presión enorme. Apenas era capaz de escuchar, pese a que llevaba los oídos protegidos por tapones. Con sus heridas en un brazo derecho, alcanzó su vehículo, se volvió para lanzar una última ráfaga, y se protegió en el interior del Lince. Ya no se escuchaban más movimientos de los rebeldes.

El capitán Coletes recibió atenciones médicas en Bangui y después fue trasladado a España, donde se le sometió a una operación. Reposó dos semanas y, bajo petición propia, regresó de nuevo a República Centroafricana. Él y el sargento primero Crespo fueron condecorados con la cruz al mérito militar con distintivo rojo.