Pablo Iglesias lo pronosticó. El líder de Podemos, que pide desde el 28 de abril una coalición de gobierno con el PSOE, auguró hace semanas que llegarían días de mucha tensión, de informaciones interesadas que provienen de "fuentes" sin concretar y de emoción política. Ya han llegado en forma de una guerra abierta entre ambos partidos por el poder de la que el propio Iglesias forma parte.
Este martes, Sánchez e Iglesias celebraron su quinta reunión desde las elecciones generales. A la salida, el PSOE dejó de hacer críticas más o menos veladas a Iglesias para desplegar una clara ofensiva contra el líder morado. No quiere hablar de políticas, no quiere conformar un equipo negociador, no quiere crear una comisión de seguimiento de los pactos a los que se llegue y ni siquiera quiere proponer nombres de ministros independientes porque insiste en que sean de su partido.
"A Pablo Iglesias le importan más los nombres del Consejo de Ministros que las políticas", dijo Adriana Lastra, número dos del PSOE, después del encuentro entre los líderes. Iglesias "no se quiere sentar" a hablar de políticas concretas, lamentó. "Si hubiera voluntad, podríamos entendernos", añadió.
Podemos se conformó con un breve comunicado mientras Iglesias salía del edificio diciendo que confiaba en que "más tarde o más temprano" el PSOE se decida a gobernar con él y no sólo a reclamarle sus votos. "Nuestro planteamiento es claro. Lo que necesita España es un Gobierno de coalición de izquierdas. Esperamos convencer al PSOE de que flexibilice su posición", dijo.
El juego de las culpas
Fuentes de Unidas Podemos y del PSOE consultadas por este periódico comenzaron el juego de las culpas, un ritual ya visto en 2016, cuando Iglesias se negó a apoyar el Ejecutivo de Sánchez y Albert Rivera. Consiste en una estrategia con dosis de dramatismo, palabras subidas de tono, reproches y sentimiento de haber sido ofendido.
Todo desemboca en un mismo mensaje. Si hay elecciones es porque el otro quiere. Esa espada de Damocles, que espera a Iglesias y a Sánchez hasta el 23 de septiembre, si es que antes no se ponen de acuerdo, es en realidad la brújula de la negociación. Como hay tiempo hasta esa fecha (dos meses y medio), nadie se mueve de las posiciones de máximos confiando en que, por el camino, se genere una presión social, a poder ser arropada o impulsada por encuestas, que tuerza la mano del contrario.
De momento, parece que Sánchez lleva ventaja. Una repetición electoral podría ampliar su margen. La otra cara de la moneda indica que, aún subiendo, Sánchez corre el riesgo de enfrentarse a idénticas dificultades en otra investidura. Sino más. El desplome de Unidas Podemos podría dejar a Sánchez sin "socio preferente" con el que pactar y la Moncloa podría alejarse.
Además, una vez que se convocan las elecciones, la suerte está echada y pocos son capaces de predecir el peso que tendrán factores como la abstención del electorado progresista o la posibilidad de que Vox ya no resulte atractivo en la derecha (de forma que se divida menos) ni un revulsivo que produzca pavor a la izquierda.
Las cesiones de Podemos
"Si hay elecciones es porque Sánchez quiere", explican desde el entorno de Iglesias. "Le hemos ofrecido poner por escrito que con 42 escaños no podemos condicionar asuntos como la política exterior, Cataluña o la derogación de la reforma laboral", explican. "Le hemos propuesto que someta la coalición a votación en julio y, si no sale, rectificaremos y rebajaremos nuestras exigencias", siguen. "Le hemos dicho que, si no cumplimos una vez en el Gobierno, siempre nos puede expulsar", algo para lo que tiene plena potestad el jefe del Ejecutivo. Según Unidas Podemos, sus cesiones están claras. Enfrente sólo se han encontrado un documento negociador, una "síntesis del programa electoral", en palabras de Cristina Narbona, que es un paso atrás respecto a los acuerdos que ambos partidos ya habían alcanzado, singularmente en torno a los Presupuestos.
Desde el PSOE explican que los únicos que quieren hablar de políticas son ellos por la obsesión de Iglesias por ser ministro y que una coalición con Podemos no sólo no suma sino que debería depender de partidos separatistas, algo que no quieren.
"¿Qué va a cambiar entre el mes de julio y el mes de septiembre?", se preguntaba Adriana Lastra en su segunda rueda de prensa del día. La respuesta es la presión que cada partido sea capaz de ejercer sobre el otro, que será, ni más ni menos, el mejor plan b como campaña electoral si finalmente hay que ir a elecciones el 10 de noviembre. Por la virulencia de las acusaciones mutuas de este martes, la cuenta atrás se ha iniciado ya.