El general de brigada Santiago Bastos Noreña, quien llegara a ser el número 2 de los servicios de inteligencia españoles en tiempos del CESID, murió el pasado 19 de julio en un accidente de tráfico, junto a su mujer Lourdes Amigo, a los 87 años de edad. Hombre discreto y alejado de los focos, fue una figura clave en frustrar varias intentonas golpistas contra las estructuras de Estado. Como el que un grupo de extrema derecha trató de perpetrar contra el Rey Juan Carlos I y Felipe González.
Nos ubicamos en el año 1985. 2 de junio, Día de las Fuerzas Armadas en La Coruña. La familia real y la cúpula del Gobierno, con Felipe González a la cabeza, presiden los actos castrenses. Un grupúsculo de extrema derecha, compuesto por militares y civiles ultras, se había propuesto grabar a fuego aquella fecha: pretendían acometer un magnicidio con una explosión que barriese a todos los miembros de la Zarzuela y la Moncloa. Crear un vacío de poder para imponer un totalitarismo de extrema derecha.
Los servicios secretos, entonces bajo las siglas del CESID, frustraron el atentado terrorista, al que se bautizó con el nombre de el zambombazo. Lo hicieron en silencio, sin comparecencias ni declaraciones. No querían la publicidad que tuvo el 23-F años atrás y la división que provocó en ciertos sectores sociales. El intento de magnicidio no se conocería hasta mucho después.
El éxito de los servicios secretos se basó en el trabajo de una unidad altamente especializada, con hombres infiltrados en grupos de extrema derecha, recogida en un órgano llamado Área de Involución del CESID. El militar Santiago Bastos coordinaba dicha sección. Nunca tuvo intención de abanderar ningún protagonismo. "Un hombre de Estado y discreto", le definen fuentes militares.
"Un auténtico demócrata", "íntegro", "comprometido con su país" añade el Ministerio de Defensa en un comunicado, en el que manifiesta sus condolencias por el suceso. "Ha sido una figura destacada en la lucha contra la involución y el terrorismo en España".
Otras intentonas
La herencia familiar le inculcó a Santiago Bastos la pasión militar. Inició su trayectoria en el Regimiento de Montaña Galicia 64 de Jaca, pero un accidente con secuelas físicas le obligó a reconducir su carrera hacia la información. Con la creación del CESID en 1977, asumió la dirección del Área de Involución.
Buena parte de sus éxitos en este terreno se basaron en la infiltración de efectivos en grupos de extrema derecha. Eran años complejos, en los que la Transición aún bailaba entre embestidas de diversos colores y sectores terroristas. La irrupción del teniente general Antonio Tejero en el Congreso de los Diputados fue una prueba de fuego para su sección de información.
El Ministerio de Defensa habla así del papel de Bastos durante esos días: "Asumió un papel esencial contra las tramas del 23-F, contribuyendo al mantenimiento del orden constitucional".
La unidad que dirigía Bastos también evitó un golpe de Estado en vísperas de las elecciones de 1982, en las que Felipe González partía con el papel de favorito en todas las encuestas: los servicios secretos intervinieron la documentación necesaria para frustrar la asonada.
La lucha contra ETA
Tras acumular varios éxitos como director del Área de Involución, fue nombrado jefe de la División de Interior del CESID, clave en la lucha contra el terrorismo de ETA. Él mismo fue objetivo de la banda, pero los servicios secretos lograron adelantarse a los propósitos criminales.
En 1995, siendo general de brigada y número 2 del CESID, presentó su dimisión de sus cargos: estaba a punto de cumplir 63 años.
Bastos ha permanecido desde entonces en un plano discreto. "No buscaba ningún protagonismo -destacan fuentes militares-, era un hombre de Estado a quien debemos mucho; gracias a personas como él vivimos en una democracia fuerte".