Horror vacui significa literalmente "miedo al vacío" y describe la obsesión por rellenar espacios vacíos o sencillos en el ámbito de la pintura o la literatura. En ocasiones se traduce en la sobrecarga y el exceso para disfrazar ese vacío. En otras, se trata de una mera maniobra de distracción.
Agosto ha llegado a la política española y en ella parece haberse instalado una especie de horror vacui. Consiste en ocupar el espacio, el político y el de la opinión pública, asegurando que el trabajo sigue, que el bloqueo institucional no puede permitirse vacaciones, pero sin sentarse a negociar lo único que importa: qué ofrecer o pedir a cambio de los escaños necesarios para garantizar la investidura del presidente del Gobierno.
El PSOE y Unidas Podemos negociaron un Gobierno de coalición en cinco días (jornadas que no tuvieron maratonianas reuniones ni noches sin dormir), pero este saltó por los aires por las competencias de la vicepresidencia y los tres ministerios, el número de cargos que acabaron por consensuar ambas formaciones políticas.
Desde el jueves pasado, cuando naufragó la investidura de Sánchez, los dos principales partidos de izquierdas sólo se hablan a través de los medios de comunicación. Inició el diálogo mediático el propio Sánchez, cuando el mismo jueves en el que fue tumbado anunció nuevos contactos con PP, Ciudadanos y Unidas Podemos para desbloquear la investidura.
Una semana sin hablar
"Tanto con el PP, con Ciudadanos como con Unidas Podemos tenemos que sentarnos, hablar, y ver cómo desbloqueamos esta situación", dijo en una entrevista en Telecinco. Siguieron mensajes en redes sociales, en programas radiofónicos o televisivos e incluso a través de una carta a la militancia socialista difundida este miércoles por el PSOE.
En este tiempo, el PSOE ha rechazado intentar un nuevo Gobierno de coalición con Unidas Podemos, a pesar de que Pablo Iglesias se lo sigue reclamando y llegó a detallar una propuesta en ese sentido. Varios ministros habían anunciado que Sánchez llamaría a Pablo Casado, Albert Rivera y Iglesias, y finalmente la estrategia ha vuelto a cambiar.
Este miércoles, en la misiva a los afiliados del PSOE, Sánchez anunció reuniones "con diferentes colectivos de la sociedad civil como asociaciones feministas, ecologistas, agentes sociales, agrupaciones del tercer sector para que puedan colaborar en la creación de un espacio común para alcanzar un Gobierno progresista". Los ejemplos a seguir son los Ejecutivos de Portugal y Dinamarca, compuestos exclusivamente por socialistas o independientes afines, pero conformados tras pactos programáticos con tres partidos.
Es ahí donde entra en acción el horror vacui. Sánchez se reunirá ya este miércoles con asociaciones "de igualdad" y de "digitalización y ciencia" como inicio de una ronda de contactos. ¿Con los líderes políticos que pueden desbloquear su investidura? No. Con colectivos con los que espera proyectar el único escenario que ahora ve posible: un acuerdo programático con Unidas Podemos que excluya su presencia en el Consejo de Ministros.
Presión a Iglesias
La percepción de que esa puede ser una solución es compartida ya por algunos de los aliados internos de Iglesias, como Izquierda Unida, Equo o, en menor medida, la confluencia catalana de En Comú Podem. Si la conveniencia de un acuerdo programático cala en la opinión pública, el líder morado podría no tener más opción que ceder. Y todo pese a que el PSOE lleva meses diciendo que lo programático nunca sería un problema y que negociar las medidas del próximo Ejecutivo sería poco menos que un trámite.
Fuentes del PSOE han confirmado que, mientras se avanza en la redacción de esa propuesta programática (teniendo agosto 31 días, podría tardar en concluir), Sánchez no llamará a Iglesias, Casado y Rivera. La prioridad ahora son las medidas y el Gobierno a la portuguesa y danesa que en Podemos no comparten.