ETA no logró encontrar un sustituto a la altura de Mikel Garikoitz Aspiazu Rubina, más conocido como Txeroki, tras su detención en noviembre de 2008. Altura entendida desde el sentido criminal. Porque el jefe de la rama militar de la banda se había ganado la fama de "hombre duro" dentro de la estructura terrorista. Él se hacía cargo de adiestrar a los nuevos miembros de la organización en sus propósitos asesinos. Este lunes, llega a España desde Francia para ser juzgado por varias causas pendientes en nuestro país.
Garikoitz Aspiazu nació en Bilbao el 6 de junio de 1973 y pronto se arrimó a ambientes próximos a ETA. Trabajaba en un bar del círculo radical de la banda terrorista y se destacó en las labores de kale borroka. La banda terrorista consideró que podía ser un activo interesante para sus fines y en el año 2000 lo incorporó a sus filas.
El 7 de agosto de ese año, un Renault Clío cargado de explosivos estalló en la bilbaína avenida de Miraflores, lo que provocó la muerte de cuatro personas. Los restos mortales estaban en tal estado que a los investigadores les costó determinar que las identidades correspondían con las de cuatro terroristas. Sin duda, trasladaban la carga a algún punto cuando se produjo la explosión.
Las huellas de Garikoitz Aspiazu aparecieron en un piso que se registró con motivo a las pesquisas en torno a la explosión. Fue entonces cuando Txeroki -ya integrado en las estructuras de ETA- pasó a la clandestinidad absoluta, dejando atrás sus estudios de Educación Física y a su novia Amaia; a la postre, ella también sería detenida por sus labores dentro de la banda terrorista.
De la 'kale borroka' a jefe de ETA
La escalada de Txeroki dentro de ETA fue fulgurante; en buena medida, debido a las continuas desarticulaciones de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado a la banda terrorista. Entre el 2001 y el 2002 se integró en el comando Olaia y participó en varios atentados: el asesinato del juez José María Lidón o la bomba lapa contra el socialista Eduardo Madina, entre otros.
Saltó a Francia en 2002 y un año más tarde ya era el jefe de los comandos de ETA. Él conformaba los grupos de terroristas, les decía por dónde debían moverse, contra qué objetivos debían dirigir sus movimientos. Las fuerzas de lucha antiterrorista definen su actividad como frenética y sin un excesivo planeamiento. En otros términos, era un hombre de acción.
Precisamente lo que exigía de él ETA en unos años en los que la banda comenzaba a sufrir la asfixia judicial y política, además de la política.
Pero Txeroki también era un maestro de asesinos. Esperaba a los nuevos miembros de ETA en posiciones seguras de Francia. Desde ahí, en una suerte de campamentos con fines terroristas, les enseñaba cómo matar.
Ante los novatos alardeaba de sus atentados; incluso llegaba a atribuirse crímenes que no le correspondían, como el de los guardias civiles Raúl Centeno y Fernando Trapero en la localidad francesa de Capbreton. Quizá por sumarse galones y ganarse la fama de "hombre duro", quizá para infundir una mezcla de terror y respeto entre sus nuevos compañeros.
Su localización
Así, nos ubicamos en noviembre de 2008. Si la actividad de Txeroki era frenética -ya era jefe de la rama militar de ETA-, los investigadores de la Guardia Civil tampoco bajaban los brazos. Los Servicios de Información, tras cruzar numerosos datos, localizaron en las inmediaciones de Lourdes (Francia) un Peugeot 207 blanco con las matrículas dobladas.
Agentes del Instituto Armado y de la Policía francesa montaron un dispositivo en torno al vehículo que montó sus frutos: pronto detectaron la presencia de Txeroki junto a su compañera sentimental y también destacada terrorista Leire López Zurutuza. Los etarras arrancaron el coche y se marcharon.
Eran criminales avezados en las medidas de contravigilancia. Durante el trayecto, pararon el coche en varias ocasiones y cada uno se iba a pie por diferentes lugares, para reencontrarse después y volver a emprender la marcha a bordo del Peugeot. Los agentes de la Guardia Civil se vieron obligados a extremar las precauciones para no ser detectados.
Y llegaron a la localidad francesa de Cauterets. De nuevo, los terroristas recorrieron itinerarios diferentes. Leire López fue la primera en alcanzar el número 16 de la rue Richelieu. Txeroki lo hacía diez minutos después.
Era una oportunidad única para detener al jefe militar de ETA. Pero había problemas. Aquel era un bloque con numerosas viviendas que había sufrido ingentes reformas en los últimos años. Los planos que los agentes contrastaron poco tenían que ver con la distribución actual del edificio. ¿En qué casa estaban hospedados los etarras? ¿Cómo llevar a cabo un operativo tan sensible, cuya clave era la discreción, sin saber la localización precisa de los terroristas?
Los dos sexagenarios
Guardia Civil y Policía francesa pusieron sobre la mesa todos los datos de los que disponían. Así, supieron que los propietarios de buena parte de las viviendas del edificio eran dos sexagenarios, un matrimonio que trabajaba en un bar próximo. Si los terroristas habían alquilado una de sus casas, a buen seguro que los caseros sabrían cuál de ellas eran.
Anochecía. El tiempo apremiaba, pero era imprescindible no dar un paso en falso. Quién sabía de qué cuerda era aquel matrimonio sexagenario. Si es cierto que hubieran alquilado la casa a los terroristas, ¿lo hicieron sin saber quiénes eran Txeroki y López Zurutuza? ¿O lo habían hecho con plena connivencia con ellos, como los investigadores habían descubierto en tantas pesquisas anteriores?
A las once de la noche, cuando el matrimonio limpió, recogió y cerró el bar, dos policías franceses se aproximaron a ellos en aquellas vacías de Cauterets. Se identificaron como agentes de la autoridad y les pidieron que entrasen en un vehículo en el que les esperaba uno de los jefes del operativo de la Guardia Civil.
Lo último que los sexagenarios esperaban aquella noche era ser abordados por policías franceses y guardias civiles. Fueron momentos de mucho nerviosismo y llegaron a dudar de la identidad de con quienes hablaban. Con serenidad, los investigadores expusieron los hechos al matrimonio.
Bingo. Obtuvieron la localización exacta de la vivienda en la que se hospedaban. También una copia de las llaves de la puerta principal.
El operativo fue un éxito y la Guardia Civil y la policía francesa detuvieron al jefe militar de ETA y a otra destacada terrorista. A partir de ahí, gracias a los datos obtenidos, se llevaron a cabo nuevos operativos que diezmaron las estructuras de la banda terrorista. Entre los miembros de la organización cundió el desaliento: si habían detenido a Txeroki, un hombre obsesivo en sus medidas de contravigilancia, ninguno de ellos estaba a salvo.
Entrega a España
Las autoridades francesas entregan este lunes a Txeroki a España para ser juzgado por causas pendientes en nuestro país; en este caso, por el asesinato del juez José María Lidón. También Mikel Carrera Sarobe, alias Ata, y María Soledad Iparraguirre, Anboto, ambos exjefes de ETA, llegan desde el país vecino para sentarse en el banquillo.
Txeroki, Ata y Anboto. Una entrega temporal antes de regresar a Francia para cumplir con las penas que se les impuso en los tribunales galos. Estos días, no obstante, son clave para saber si se les añaden más años a sus condenas. Y, también, para esclarecer los crímenes que se les imputan, sobre los que no se conoce toda la verdad.