"Pim, pam, pum, que no quede ni uno" gritaba ayer la muchedumbre en las calles de Cataluña en protesta por la detención a manos de la Guardia Civil de nueve CDR acusados de los delitos de rebelión, terrorismo y tenencia de explosivos. "Zipayo, escucha, pim, pam, pum" gritaba la muchedumbre en las calles del País Vasco de los años ochenta y noventa tras la detención de algún terrorista o colaborador de ETA por la Guardia Civil.
Casi novecientos muertos y más de trescientos asesinatos sin esclarecer después, con los aurreskus sustituidos por las sardanas, España se despertó ayer de nuevo con palabras que creía definitivamente olvidadas. "Amonal", "goma 2", "termita" y "polvo de aluminio", entre ellas. Pero, sobre todo, "banda terrorista".
La noticia de las detenciones, adelantada por EL ESPAÑOL a primera hora de la mañana, alteró el guion de las tertulias televisivas del lunes. Del debate acerca de la exhumación de un Francisco Franco al que se sigue acusando, más de cuarenta años después de su muerte, de gravitar aún sobre el escenario político español, se pasó a los brotes verdes que la banda terrorista vasca vio nacer ayer en Cataluña. "Este muerto está muy vivo" pensaron muchos a lo largo del día. Y no precisamente en referencia al caudillo, sino en referencia a Terra Lliure.
No fue el único detalle siniestro de una jornada en la que abundaron los déjà vu. Como en el País Vasco de los años de plomo, los partidos nacionalistas de la izquierda radical y los de la derecha burguesa catalana se lanzaron al blanqueamiento de los detenidos sin esperar a las conclusiones del magistrado que investiga los hechos, el juez Manuel García-Castellón del Juzgado de Instrucción 6 de la Audiencia Nacional.
"Inocentes de toda culpa", decretaron los medios catalanes dependientes del presupuesto de la Generalidad, que en Cataluña lo son todos los que escriben o emiten en catalán. "Culpables de montaje con premeditación y alevosía", sentenciaron a la Guardia Civil los líderes políticos y civiles nacionalistas catalanes.
En ningún otro rincón de la geografía española se respetó tan escrupulosamente la presunción de inocencia como ayer en Cataluña. Sólo hizo falta un poco de amonal y otro poco de nacionalismo para que al independentismo le asaltara un irrefrenable amor por las garantías judiciales y el respeto a la ley, a la Constitución y a los principios generales del derecho. Al menos, por lo que respecta a los sospechosos de terrorismo.
"No hemos caído nunca en las provocaciones y por eso ahora fabrican casos de terrorismo" dijo el prófugo de la Justicia Carles Puigdemont desde su refugio en Bélgica. "Es una irresponsabilidad equiparar CDR a terrorismo" afirmó Jaume Asens, diputado de Podemos en el Congreso de los Diputados. "Volvemos a ver operativos desproporcionados, sin pruebas, en los que ni tan solo se han respetado los derechos de los niños" sentenció Gerardo Pisarello, secretario de la Mesa del Congreso de los Diputados por Podemos. "Comienza la operación para atemorizar e intentarnos convencer de que el procés democrático es violento" remató Joan Tardà, de ERC.
No fueron los únicos que absolvieron a los acusados antes de que la Justicia se pronuncie sobre ellos. Gabriel Rufián (diputado de ERC), Quim Torra (presidente de la Generalidad catalana), Jordi Cuixart (presidente de Òmnium y preso a la espera de sentencia por el juicio del procés) o Aurora Mora, jefa de gabinete en el Ejecutivo socialista valenciano de Ximo Puig, manifestaron su convencimiento de que las detenciones de la Guardia Civil son un montaje, en el mejor de los casos, o una declaración de guerra a Cataluña, en el peor de ellos.
Al otro lado de la frontera moral catalana, es decir en el terreno de la ley, la Guardia Civil admitió abiertamente su sospecha de que el grupo formado por los nueve arrestados pudiera ser el germen de una nueva Terra Lliure, la banda terrorista de ideología separatista que entre 1978 y 1991 cometió doscientos atentados y causó cinco víctimas mortales, cuatro de ellas miembros de la propia organización. Lo hizo de forma discreta y a la espera del resultado de los interrogatorios a los que serán sometidos en la Audiencia Nacional los siete detenidos que ayer a última hora de la noche todavía no habían declarado frente al juez.
Si las sospechas de la Guardia Civil se confirman como ciertas, el renacimiento del terrorismo independentista en Cataluña desde la disolución de Terra Lliure en 1991 será un hecho. En realidad, Terra Lliure se disolvió en su momento con discreción y casi con timidez. Mejor dicho: Terra Lliure nunca llegó a desaparecer del todo. Sus genes ideológicos sobrevivieron en los distintos grupúsculos de la izquierda radical nacionalista catalana. Entre ellos la CUP, Arran y, sobre todo, los CDR.
Algunos miembros de la banda no aceptaron la disolución de 1991 y se integraron en ETA. Es el caso de Joan Carles Monteagudo, que pasó a formar parte del comando Barcelona que participó en el atentado contra la casa cuartel de Vic y que murió ese mismo año, durante un tiroteo con la Policía, en el garaje de la vivienda que ocupaba. En 1992, y en el contexto de los meses previos a los Juegos Olímpicos de Barcelona, la operación Garzón condujo a la detención de unos sesenta antiguos militantes de Terra Lliure. Varios de ellos acabaron reintegrándose en ERC. Otros fueron indultados por José María Aznar. El último preso de Terra Lliure salió de la cárcel en 1996.
El fin de Terra Lliure no fue, sin embargo, el fin del coqueteo del nacionalismo catalán con el terrorismo. Carles Sastre, fundador de Terra Lliure condenado a 48 años de prisión por pertenencia a banda armada y por el asesinato del empresario José María Bultó -que murió después de que le fuera adosada una bomba lapa al pecho-, es un habitual de TV3, donde se le ha llegado a calificar de "gran reserva del independentismo".
Otro exterrorista habitual en los medios y las escenificaciones independentistas es el también fundador de Terra Lliure, Frederic Bentanachs, al que puede verse en varias fotografías abrazado a Quim Torra, Anna Gabriel o Josep Guardiola.
A la espera de que el juez instructor de la Audiencia Nacional confirme o niegue las acusaciones que pesan sobre los detenidos, es posible trazar una línea de puntos que une los primeros años de la Transición hasta el supuesto renacimiento de Terra Lliure.
Una línea que pasa por las mencionadas entrevistas en TV3 a exterroristas como el mencionado Carles Sastre o el mismo Arnaldo Otegi o por la tan celebrada por el separatismo alianza electoral entre ERC y Bildu. Por los escraches a jueces y fiscales. Por el adoctrinamiento de niños en las escuelas catalanas. Por la demonización y la marginación institucional e institucionalizada del 50% de los catalanes. O por el acoso al juez Pablo Llarena en su domicilio y durante sus vacaciones.
También por los ya habituales cortes de calles, carreteras y vías férreas. Por los innumerables ataques con basura y excrementos a juzgados y casas particulares. Por las detenciones arbitrarias de ciudadanos constitucionalistas y por la propaganda de la Generalidad que habla de un Estado español franquista dedicado a la represión de las libertades públicas de los ciudadanos catalanes.
También por los ataques a turistas, a dependencias de la Guardia Civil o a los hoteles en los que se han alojado agentes de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado. Por la condescendencia e incluso la complicidad de los Mossos d'Esquadra y las distintas administraciones locales catalanas frente a según qué escenificaciones separatistas. Pero, sobre todo, por el famoso "apretad" de Quim Torra que muchos recordaron ayer. Las palabras pesan. Y más si las pronuncia el presidente del Gobierno regional.
La pregunta, en fin, no es "¿por qué ahora?" sino "¿por qué no había ocurrido antes?". Los ingredientes estaban ahí y sólo hacía falta que la mezcla cuajara.
Según fuentes cercanas a la Secretaría de Medidas Penales, Reinserción y Atención a la Víctima de la Generalidad catalana, la decisión del juez Manuel García Castellón será la pista más clara de la solidez de las acusaciones. "Si decreta prisión provisional sin fianza es que existen indicios claros de delito. Pero los que mejor conocen la gravedad de esos delitos y el grado de verosimilitud de las acusaciones son los agentes de la Guardia Civil que han investigado el caso".
Según esas mismas fuentes, el hecho de que la investigación se haya desarrollado durante un año "es la principal pista de que esto va en serio". "Si las acusaciones fueran endebles", añade la fuente, "la misma Guardia Civil habría desechado ya las acusaciones y cerrado la investigación".
La Cataluña nacionalista volvió ayer a 1978. Y puso la marcha atrás en dirección a su propio José Antonio Pardines.