En julio se rompió todo. Un poco de voluntad (o quizás algo más que eso) impidió que Pedro Sánchez fuera investido presidente de un Gobierno de coalición con Unidas Podemos. Las negociaciones fueron in extremis, en horas frenéticas y sin demasiada confianza en el acuerdo. Los últimos compases se vivieron en directo, ante las cámaras, desde la tribuna del Congreso de los Diputados. Después del naufragio, la ruptura entre Sánchez y Pablo Iglesias fue limpia y nítida. Y va a más.
Desde entonces, Sánchez y el PSOE sufren un lento pero claro declive que la tendencia de las encuestas ya permite adivinar aunque el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), muy cuestionado por sus continuos cambios de metodología analítica, siga pronosticando una victoria arrolladora de los socialistas. El resto de empresas demoscópicas, entre las que se encuentra SocioMétrica con sus estudios para EL ESPAÑOL, ya dibujan la curva descendente. Y, lo que es más importante, en el PSOE comienzan a asumirlo con alarma. Hasta en el CIS hay datos para la preocupación.
"Pedro puede arrepentirse de haber convocado las elecciones y podemos quedarnos por debajo de lo que tenemos ahora", explica un veterano socialista con experiencia en encuestas y campañas electorales. "Está claro que la estrategia de decir que Pablo es muy malo y Pedro muy bueno no está funcionando como pensaban en Moncloa, porque el electorado de izquierdas está repartiendo las culpas entre los dos", explica un diputado. "Como sigamos así, vamos a tener que ir puerta por puerta, sacando a nuestros votantes con un lazo", explicaba recientemente otro diputado socialista, preocupado por la abstención.
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Estos tres socialistas ejemplifican bien tres escalofríos que recorren el espinazo socialista. ¿Qué ocurrirá si el PSOE no mejora sustancialmente los resultados? ¿Cómo podrá justificarse la negativa a un pacto para evitar las elecciones en favor de la moneda al aire de los comicios? ¿Y si la imagen de Sánchez, gran activo de la campaña socialista, cotiza a la baja?
Un presidente socialista es menos pesimista. "Está claro que la participación va a caer, pero no creo que significativa. Nuestro principal objetivo es que los que nos votaron hace unos meses lo vuelvan a hacer ahora. Y si además nos votan algunos de los descontentos con Ciudadanos...", suspira. "Los nuestros están movilizados y saldrán a defender los resultados electorales", en palabras de un miembro del Comité Federal, no precisamente muy cercano a Sánchez. "Tenemos una cosa que los demás no tienen: un Gobierno. Eso es lo que tenemos que defender. Otros tienen sus batallas: Errejón, superar a Iglesias. Iglesias, que no le supere Errejón. Rivera, tratar de superar a Casado o, al menos, reducir lo que pueda la distancia", explica un miembro de la dirección socialista.
La estrategia del partido está ahora mismo en el aire. Y todo ello con unas encuestas previas en su mayoría al ruidoso retorno de Íñigo Errejón a la política nacional, que también puede ser un bumerán para el PSOE, como hace unos días explicaba este periódico: de pretender dejar fuera de juego a Iglesias a perder votantes socialistas que ven al candidato de Más País una buena alternativa a los dos protagonistas del naufragio de la investidura. Mientras, el PP sigue subiendo.
El análisis del CIS
Basta un análisis del CIS y una media de encuestas para ver que la victoria arrolladora y sin esfuerzo en la que confiaban algunos dirigentes socialistas y, especialmente, el equipo de confianza de Sánchez en Moncloa, puede venirse abajo como un castillo de naipes salvo que se lleve a cabo una campaña excelente.
La estimación del CIS otorga al PSOE un 34,2% de los votos. No puede compararse con los sondeos anteriores, ya que en los precedentes el instituto que dirige José Félix Tezanos no incluyó la estimación de voto, sino las respuestas espontáneas, en algún caso cruzadas con otras variables. Ahora mismo, el CIS es un obstáculo para el análisis de las tendencias electorales al mostrar, casi en cada sondeo, los datos de una manera diferente.
Una cocina tradicional del CIS corrige el último dato del PSOE y lo rebaja en casi cinco puntos, hasta el 29,4% que ha estimado SocioMétrica para este periódico. Pero incluso esa cifra es superior al 29,1% que le auguran el promedio de las encuestas. De cumplirse este último pronóstico, el PSOE habría ido a las urnas a ganar poco más de medio punto en intención de voto. Difícilmente estaría después en una posición de mayor fuerza para encarar la investidura.
En cambio, el PP, que sube en el CIS respecto al anterior sondeo, está más fuerte. Casi tres puntos, según estima SocioMétrica, y no lejos de los cuatro según el promedio de sondeos. Todo ello en paralelo a una estrategia de moderación en las formas de Pablo Casado, que además está logrando evitar polémicas.
El factor Errejón
Desde la investidura fallida, el PP sube, aunque la derecha siga más fragmentada que la izquierda. Todavía. La irrupción de Errejón, que no ha sido tenida en cuenta aún por la mayoría de las encuestas, podría acentuar la progresión al alza del PP y a la baja del PSOE.
La batalla puede ser, pues, por la participación, ya que un desaliento de la izquierda puede favorecer mucho las expectativas del centroderecha. También será un combate por los últimos escaños, esos que a veces se juegan por un puñado de votos y que el PSOE conquistó en un número importante gracias a ser primera fuerza. Si el PP le arrebata el liderazgo en muchas provincias, todo podría cambiar. Si Errejón convence a parte del electorado del PSOE en provincias pobladas, los socialistas podrían sufrir.
Pero no hace falta recalcular el CIS u otras encuestas para ver algunos datos preocupantes para el PSOE. Uno de ellos es la caída en la fidelidad de voto de los socialistas: nueve puntos desde la última oleada. Si hace dos meses el PSOE retenía al 85,1% de los que le votaron en abril, ahora sólo un 76,1% de estos dicen que van a votarle, aunque naturalmente los socialistas pueden recibir apoyos de ciudadanos que en las últimas elecciones se decantaron por otras opciones. En cualquier caso, una caída de 9 puntos en dos meses no es alentador y puede significar que los socialistas no están muy cómodos con lo que desde entonces hizo Sánchez.
El líder socialista también se deja cuatro puntos cuando la pregunta es quién sería el presidente favorito, aunque siga en cabeza. El presidente en funciones es el líder que más empeora su valoración desde julio. En Moncloa, en cambio, prefieren poner en valor que el PSOE sigue siendo, con diferencia, el preferido por el electorado y que, además, el CIS atribuye a Sánchez los mayores esfuerzos para intentar formar Gobierno, datos que también muestra el CIS.
De la preocupación al pavor
Hay más factores para la alarma en el PSOE, que esta semana acogió con estupor una encuesta que le daba dos diputados menos que en abril, la de GAD3 para ABC. Un análisis de los datos muestra además que Errejón, que se presenta con el discurso transversal y formalmente moderado que impulsó hace años en Podemos, también seduce a muchos socialistas. Y eso ha hecho reaccionar a los socialistas.
La semana pasada, Sánchez le dio carta de naturaleza a Más País como alternativa e impulsó su candidatura alabando una actitud que no encontraba en Iglesias. Esta semana, y más tras escuchar la presentación en sociedad del nuevo candidato, los socialistas se guardan los elogios y ya sólo hablan de "peleas, barullo y ajustes de cuentas" a la izquierda del PSOE, en palabras de Rafael Simancas, en contraposición a la plácida estabilidad que ofrece el PSOE. El propio Sánchez lo definió este sábado como "bronca" y "mal rollo" ante el Comité Federal en el que prometió que él irá "de frente".
Este periódico ha podido pulsar preocupación, especialmente entre sectores de la dirección socialista escépticos sobre la repetición electoral desde hace tiempo y detractores de la estrategia que comanda desde Moncloa Iván Redondo. Pero donde la preocupación se convierte en pavor es entre algunos cuadros de dirigentes que creen que en algunas circunscripciones pobladas, como Madrid, el resultado sólo puede empeorar. Otros creen que la mayoría absoluta en el Senado, lograda gracias a ser la primera fuerza, también está en peligro. Hay partido.