Un momento histórico son 9 euros a Patrimonio Nacional y 60 euros de taxi saliendo desde el Arco de Moncloa. La tarde del último día con Franco en Cuelgamuros abierto al público tenemos 24 grados en la falda Sur del Monte de Abantos
El atasco hasta el Valle de los Caídos es el normal siendo viernes y siendo Madrid. En el checkpoint antes de las rampas a la Cruz, apenas hay seis coches. El taxi, gracias a la papela de Patrimonio, cruza "como persona privada, no como periodista, porque está prohibido grabar". Entonces el periodista hace como que no es periodista. Apenas hay gente en la cuesta y el taxista abre las ventanas para "oxigenar los pulmones".
A las cuatro menos diez sorprende el silencio en la explanada del Valle de los Caídos. Nadie sabe aún nada. Pasean extranjeros. Un matrimonio francés, interpelado, dice sorprenderse por la noticia, incrédulo. Responden, además, algo así como que Franco fue "responsable de la independencia de España" en español chapurreado, y luego se quejan de que no han podido expresarse bien. Perdidos en la traducción.
Dentro de la Basílica, fiándose larga la inminente exhumación, dos amigas de Burgos comentan las filigranas "preciosas" del Belén napolitano que venden en la tienda. El periodista camina hacia el Altar Mayor y, antes de cruzarse con José Antonio y con doce ramos de claveles, interroga a unos universitarios de Almería, que tampoco saben que son las últimas horas de Franco sepulto en Cuelgamuros.
Niños del coro
El silencio de la Basílica sólo es roto por los niños de la Escolanía del Valle, que van en chándal azul, marca Joma, con zapatillas de fútbol sala: una última guardia mora que acaba de hacer la Comunión. Las zapatillas resuenan en la bóveda, tanto como la reja del coro donde los diez niños del coro van ensayando el ceremonial o se columpian, inocentes, en la propia reja.
La primera lágrima asoma a las 16.03, bien disimulada, de una señorita con un vestido floreado que se queda en un segundo plano mirando la lápida de 1.500 kilos de piedra blanca de Alpedrete.
Sobre Franco pesa, en el último viernes con público y en el Valle, una corona de flores y un ramo con la divisa: "Familia Franco", encargada a la floristería La Gardenia. Poco después un matrimonio reza los misterios dolorosos, saludan al dictador persignándose y se vuelven a un segundo plano.
Si en la entrada hay carteles que piden decoro en la vestimenta, lo que sorprende son las bermudas y las chanclas. Hace día de primavera, y por eso Carlos y Sergio han subido desde Brunete a ver el Valle. Montan, uno más alto que otro, una estampa curiosa viendo pasar la Historia y vestidos de futbolistas. Después contestarán a un vídeo. De momento preguntan si las manchas de la bóveda son "cagajones". "De cuervos benedictinos", les responden con sorna.
Castellanos con calcetines de lana
A las cuatro y media las pantorillas se cubren y se atisban dos jóvenes, vagamente novilleros, que ensayan lágrimas, con castellanos y calcetines de lana: "Qué infamia", contestan con una queja aprendida.
Se oyen las explicaciones a los turistas y el guía exclama en varios idiomas que la Basílica no tiene "vidrieras porque está excavada". "No windows", remarca el cicerone.
Entre murmullos, la noticia de las últimas horas de Franco en la ladera soleada de Abantos cunde. Pepe y Mati, de Alicante y veraniegos, confiesan, que esperaban que "la familia recurriera a Estrasburgo". La cuidadora de Patrimonio lee a la Nobel Svetlana A. Alexiévich y responde a la "espiritualidad" de los niños del coro informando con paciencia jobiana del último bus "que baja" del Valle, el de las 17.30.
Rollos de tumbas y cunetas
David y Andrea suman 42 años entre los dos, y han subido desde Alcalá de Henares porque entienden "que ésta es la Historia". No entienden que "el Estado pague estos rollos de las tumbas y las cunetas". Un cuarentón de Barcelona exclama, en perfecto español "verás cuando lo cuente en casa". Le responde Benito, de San Sebastián: "Es nuestra Historia, de uno y otro bando. Es la Historia que hay que contarle a los jóvenes".
En la puerta se forman corrillos, breves. "Al final lo llevan en helicóptero a donde quería ser enterrado, buah". Un lotero quiere sacar 25 euros por el número de Navidad y quiere mantener en secreto su identidad.
Se graban vídeos y hay gente que no quiere salir en el plano general y se queja de si se publica y dónde. La primera camisa azul mahón se ve tarde, es un mozalbete imberbe con un ramo: "No te puedo contestar, soy una persona particular". Y corre los escalones llevado por una prisa de siglos.
Las momias comparadas
Eugenio es de Bielorrusia y es un amante de Hemingway. No sabía de las últimas horas y se pregunta, citando a John Donne que "por quién doblan las campanas". Compara el traslado con "la momia de Lenin" o el "faraón". Sonríe al vídeo y dice adiós y gracias.
En el último autobús, una pareja de Sevilla se agobia por cómo volver a Madrid, pero da gracias a Dios de haber cogido a tiempo el último autobús. Una brisa fresca de pino se levanta.
En el punto de control que da a la carretera, montan guardia los plumillas. Allí Pilar Gutiérrez, la franquista de cabecera de la telebasura, se siente en su día de gloria entre micrófonos. Minutos antes han pasado derrapando cinco dotaciones automovilísticas de la Guardia Civil. Cunde el rumor de que había movida en la Explanada y se ve que con la atardecida vuelven las dos Españas con sus cuitas, sus "hunos y otros".
En San Lorenzo de El Escorial hay apuestas de cómo será la exhumación y de dónde vendrá el chivatazo a la prensa. Carmen Calvo ha dicho que el traslado a Mingorrubio se hará "con absoluto respeto a los restos y a la familia". En San Lorenzo dicen que el "lío podría haber sido mayor si hubiera sido sábado" y piden más información y más datos al móvil. Pero si algo queda claro es que el "atado y bien atado" del discurso del dictador no era tan así. Aunque el nudo ha aguantado cuatro décadas.