Un 'pato cojo' es, en términos políticos y según los diccionarios de inglés [lame duck], aquel gobernante que no tiene poder real porque está cerca el fin de su mandato y ya no puede impulsar iniciativas de peso o porque ya ha sido elegido su sucesor. En EEUU se utiliza a menudo para los presidentes que encaran la recta final de su mandato, especialmente si el Legislativo está en manos del partido contrario. Todos miran ya a lo que vendrá después.
En los últimos años de la política española ha habido 'patos cojos' por la fragmentación política y la dificultad para aglutinar mayorías. Pedro Sánchez es probablemente el mejor ejemplo. Fue capaz de reunir a los diputados suficientes para expulsar del Gobierno al PP de Mariano Rajoy pero después puso rumbo a las urnas tras ver cómo naufragaban sus Presupuestos. ERC, partido al que ahora acude de nuevo, los neutralizó sin permitir siquiera que completasen su tramitación en el Congreso de los Diputados.
Sánchez fue a las elecciones el 28 de abril buscando estabilidad. Y, después, volvió con idénticos propósitos el 10 de noviembre, de nuevo sin conseguirlo. En todo este tiempo, los Presupuestos redactados por Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda de Mariano Rajoy, han seguido en pie, prorrogados durante todo el año 2019. Las grandes promesas del PSOE se conformaron con figurar como promesas en las reediciones de los programas electorales, pero no como realidades en el BOE.
Pedro Sánchez quiere estabilidad, pero su aritmética es endiablada y ha renunciado a buscarla a través de un acuerdo con el PP, el otro gran partido, el único con el que puede asegurar hasta una reforma de la Constitución. El camino de los ocho partidos de los que, a priori, depende la investidura, pende especialmente del hilo de ERC, formación con la que los socialistas se verán este jueves y que impone condiciones difíciles de tragar para buena parte del PSOE.
Unos únicos Presupuestos... ¿para cuatro años?
La investidura acabará con el bloqueo institucional pero, sin unos Presupuestos, Sánchez será un pato cojo. Todos comenzarán a preguntarse qué y quién viene después de él y del año en el que, como mínimo, dura por ley un Ejecutivo una vez es constituido. Con unos Presupuestos, todo cambia. Aprobar unas cuentas públicas supondría para Sánchez asegurarse como mínimo que supera el ecuador de la legislatura y abrirse la posibilidad de completarla.
Una legislatura de cuatro años en España puede sonar a ciencia ficción en estos momentos, pero unos Presupuestos que estén en vigor tan sólo 12 meses y sean renovados en plazo, también. Por eso, como ya hacen algunos Ejecutivos autonómicos, es más que probable que Sánchez diseñe unas cuentas públicas con vocación de durar bastante más y cuya prórroga no ponga en cuestión la continuidad del Ejecutivo. Es más, hay dirigentes de peso en el PSOE que abogan por reformar la legislación presupuestaria para que las cuentas públicas duren más y no pongan en jaque la estabilidad del Gobierno.
Montero reparte las cartas
En esa clave hay que leer las declaraciones de la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, este martes ante algunos periodistas en el Congreso de los Diputados. En medio de la expectación por la reunión entre el PSOE y ERC, pasaron desapercibidas. Y, sin embargo, Montero habló como si tuviera claro que va a presentar, a principios de 2019, el proyecto de los nuevos Presupuestos. Tanto fue así que, tras varias preguntas de la prensa, se vio obligada a reconocer entre risas que su continuidad (y en Hacienda) depende de que Sánchez mantenga en ella su confianza. Parece haber poco suspense.
"Me gustaría poder presentar el proyecto de Presupuestos a la mayor brevedad posible. Por tanto, que pudiéramos comenzar el año con un proyecto de Presupuestos que se presente al Gobierno y posteriormente a la Cámara que nos permita aprobarlo en una fecha razonable", explicó Montero.
¿Deberían incluirse los Presupuestos en las negociaciones sobre la investidura? "Sí creo que al menos la música global del proyecto de Presupuestos tiene que formar parte de las conversaciones, aunque no se vayan a firmar los contenidos concretos", explicó. "Perseguimos un acuerdo de legislatura y la gobernabilidad", dijo Montero. Es decir, no sólo de investidura.
Negociaciones presupuestarias con Podemos
Fuentes del Gobierno explican que las conversaciones con Unidas Podemos son intensas en intercambio de documentos y políticas concretas, que toman como base el acuerdo presupuestario entre ambos, pero que incluyen novedades y modificaciones respecto a ese pacto que se quedó en un cajón. Del bloqueo total, la relación entre el PSOE y el partido de Pablo Iglesias ha pasado a la agilidad total, como se evidenció en el tiempo récord con el que fraguaron su preacuerdo de coalición.
El plan sigue siendo presentar cuanto antes unos Presupuestos para los que, de nuevo, ERC volverá a ser un socio importante. Cuanto más tiempo pase, peor. Tanto para Sánchez, que verá limitada su acción de Gobierno mientras duren las cuentas de Montoro, como para los independentistas catalanes, que afrontan unas elecciones catalanas. Se da por hecho que, cuanto más se acerque la cita catalana, más difícil o más caro será cualquier acuerdo con los independentistas, ya que la clave de esos comicios será su competición con Junts per Catalunya y la CUP.
"Tiene que estar al menos la música", pidió de nuevo Montero, "porque el país se tiene que poner en marcha y para ello es imprescindible el motor, la gasolina que permite alimentar las diferentes partidas presupuestarias como es el debate de Presupuestos y cuente con la aprobación de las fuerzas políticas con las que la investidura puede salir adelante", dijo.