Pedro Sánchez se presentó a las elecciones del 10 de noviembre para ampliar su mayoría, no depender del independentismo y frenar a la extrema derecha. Pablo Casado confió en un vuelco de los sondeos en la recta final de la campaña, pero se conformaba con devolver al PP su condición de gran partido en el centroderecha y reforzarse como alternativa al PSOE. Ciudadanos quería evitar el derrumbe.
Ninguno de los tres consiguió su objetivo global en las últimas elecciones generales, las últimas de un año larguísimo en lo electoral, con otras elecciones generales en abril y las europeas, municipales y autonómicas en mayo. El que menos, Sánchez, que será salvo sorpresa el presidente del Gobierno en una legislatura que promete emociones fuertes.
Aunque la campaña del 10 de noviembre fue, por parte de PP, PSOE, Ciudadanos y hasta Unidas Podemos (que recientemente reivindica la Constitución) un intento por preservar el núcleo duro de los valores del sistema, cada uno a su manera, la resaca dejó más presencia independentista y más populistas en el Congreso de los Diputados que nunca antes.
Los partidos que abiertamente defienden la autodeterminación son más, suman tres escaños más desde noviembre y gozan de altavoces en el Congreso mucho mayores.
Más grupos que nunca
Así, en esta legislatura habrá diez grupos parlamentarios, la cifra más alta en la historia de este período democrático, exceptuando la primera legislatura, de 1979 a 1982. Dos de los nuevos tienen un fuerte componente independentista, ya que el primero de ellos corresponde a EH Bildu. Es la primera vez que la formación abertzale cumple los criterios para constituirse como grupo. El otro es el Grupo Plural, en el que está Junts per Catalunya, BNG o Compromís junto a otros partidos para dividir el Grupo Mixto y gozar de más recursos y tiempo para hablar. Cuatro de los diez grupos parlamentarios defienden abiertamente la autodeterminación o el conocido como "derecho a decidir". Sin contar a Unidas Podemos, que también está a favor de un referéndum en Cataluña.
El Congreso será pues, mucho más difícil de gobernar por la fragmentación política y, en especial porque muchos de esos actores preferirían que España no existiera como tal en favor de la autodeterminación de varias comunidades autónomas. En la Cámara Baja está hasta la CUP, que se presentó por primera vez sin intención alguna de aportar ninguna iniciativa sino con el interés explícito en hacer España "ingobernable".
Se da la casualidad de que, con excepción de la CUP y, en principio, de EH Bildu, Pedro Sánchez necesita a la mayoría de todos los demás independentistas y hasta regionalistas para ser investido y conformar lo que Pablo Iglesias llama un "bloque histórico" de izquierdas y nacionalistas (de izquierdas y de derechas) llamado según él a gobernar este país.
Vox y su enmienda al sistema
En el otro lado de la balanza está Vox, otra expresión nacionalista con claros tintes populistas, que ha logrado 52 diputados con mensajes de mano dura contra la inmigración, recentralización de las administraciones públicas o sus abiertas críticas a la construcción europea y leyes asumidas ya por el conjunto de la sociedad como la de lucha contra la violencia de género o el matrimonio homosexual. Salvo ellos, lo demás es o bien "dictadura progre" o "derechista cobarde".
Vox es ya el tercer partido de la Cámara, desplazando a Ciudadanos y superando a Unidas Podemos, pero su utilidad en esta legislatura parece limitada, tanto por su nulo interés en participar en pactos políticos como en el cordón sanitario al que prometen someterlo otros partidos de izquierda.
Siendo diferentes y suponiendo diferentes retos para la España constitucional, tanto el nacionalismo e independentismo como Vox parecen tener poco que aportar a la gobernabilidad de España, aunque los primeros aportarán los votos para la investidura de Pedro Sánchez. Entre todos suman nada menos que 87 escaños.