A unas semanas de las últimas elecciones generales, el PSOE anunció un ambicioso objetivo. Lo puso negro sobre blanco en un documento titulado: "Plan para avanzar y vencer el bloqueo". En él, Pedro Sánchez se comprometió a presentar "en 48 horas" desde el 10 de noviembre "una propuesta a cada fuerza con el objetivo de formar en el plazo de un mes un gobierno progresista". En menos de 48 horas, Sánchez se fundió en un abrazo con Pablo Iglesias, con el que presentó un "preacuerdo" para un Gobierno de coalición.
El PSOE también se comprometió a "celebrar una sesión de investidura en la segunda quincena del mes de diciembre. El Gobierno deberá estar constituido antes de concluir el año". Casi lo cumplió, ya que Sánchez fue elegido presidente una semana después, el 7 de enero.
A partir de ahí, el plan no se ha cumplido. Nada más llegar a Moncloa, Sánchez ordenó ir despacio con los Presupuestos. Según el plan antibloqueo, el Gobierno debería haber remitido al Congreso el techo de gasto [que fija las grandes líneas de la política presupuestaria] "en la segunda quincena del mes de enero". "El proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado estará presentado para su tramitación parlamentaria durante el primer trimestre de 2020", dice el documento.
Plazos incumplidos
Todos esos plazos han saltado por los aires. En una entrevista en TVE, el pasado 20 de enero, Pedro Sánchez aseguró que su intención es que "antes de que finalice este verano tengamos aprobados los Presupuestos Generales del Estado". El verano acaba el 21 de septiembre.
Es decir, que un Gobierno que ya fraguó un pacto presupuestario con Unidas Podemos para las cuentas de 2019, nunca aprobadas, que convocó elecciones precisamente al no disponer de ellas y que se había fijado como máxima prioridad su tramitación se da nada menos que más de ocho meses para aprobarlas, de manera que este ciclo extraordinario de Presupuestos es más largo que el ordinario y habitual, incluso cuando el partido que gobernaba tenía mayoría absoluta.
Las cuentas de Montoro
Un alto cargo del PP reconoce que la estrategia no es vana. "A la gente de la calle no le preocupa si hay o no Presupuestos, pero nota en seguida el SMI o las pensiones. Sánchez puede gobernar sin Presupuestos, haciendo modificaciones de los que ya hay", explica. Y los que ya hay son los diseñados por Cristóbal Montoro para 2018, aprobados en mayo del ejercicio en curso, días antes de que prosperase la moción de censura.
Sólo hay un problema: los ingresos para hacer todas las políticas prometidas en un contexto de ralentización económica. Con los Presupuestos prorrogados no se pueden crear nuevas figuras impositivas. El margen que el Ejecutivo negocia con Bruselas para relajar las exigencias de déficit tampoco parece suficiente para sufragar una inversión que debería aumentar considerablemente.
Esta semana, un nuevo factor se cruzó en el camino: el pistoletazo de salida a la campaña electoral en Cataluña, que tendrá un impacto en la política del conjunto de España. No en vano, el PSOE aspira a aprobar los Presupuestos con una mayoría en términos generales similar a la de la investidura. Es decir, que necesita a ERC y, quizás, a EH Bildu.
La mesa de diálogo
Este jueves, el Ejecutivo metió en un cajón, para después sacarla, la principal reivindicación de ERC para permitir que la legislatura continúe y se aprueben unas nuevas cuentas públicas: la mesa de diálogo entre el Gobierno central y el de la Generalitat. "Sin mesa no hay legislatura", advirtió en la tribuna de oradores del Congreso Gabriel Rufián durante el debate de investidura.
En el primero de los comunicados de este jueves, el Ejecutivo aseguraba que hasta que se conformase un nuevo Govern de la Generalitat, no tenía sentido convocar las reuniones de esa Mesa, llamada a lograr un acuerdo sobre el denominado "conflicto político entre Cataluña y España" que debería ser sometido a consulta ciudadana sólo en la comunidad autónoma. Con un Govern en descomposición, ¿qué alicientes habría para negociar nada y, más importante, qué futuro tendría si el Ejecutivo autonómico sigue? La argumentación de Moncloa parece tener base lógica.
Sin embargo, el gran rebumbio provocado por esta congelación de las negociaciones llevó a Rufián a la Moncloa y a ERC a poner el grito en el cielo. Tanto, que el Gobierno rectificó a medias.
El Gobierno sigue sin confiar en que esa Mesa pueda echar realmente a andar en el escenario preelectoral que ya se vive en Cataluña. "Entendemos que, dado el horizonte electoral decidido por el president de la Generalitat, Quim Torra, no se dan las mejores circunstancias para iniciar el diálogo entre Gobiernos, cuando uno de ellos ha puesto punto y final a la legislatura y el nuevo Govern no podrá constituirse hasta la celebración de las elecciones anunciadas", dice el último comunicado de la Moncloa.
La vista puesta en Cataluña
En otras palabras, Sánchez se resigna al desenlace de las elecciones catalanas para poder aprobar sus Presupuestos, algo que podría llegar, como él dice, "cuando finalice el verano" y los comicios se hayan celebrado. Quien sabe si, entonces, habrá ya president y de qué color será. En cualquier caso, ERC sigue elevando el tono, sus amenazas de reincidencia y su defensa de la autodeterminación para no ceder terreno a Junts per Catalunya, partidario de la vía unilateral y la desobediencia.
El Ministerio de Hacienda recuerda que el BOE publicó hace unos días los procedimientos y plazos Presupuestarios, cuya primera etapa consiste en requerir a los distintos departamentos que presenten propuestas. El primer plazo no se cumple hasta el 20 o el 27 de febrero, según el tipo de organismo, mientras en paralelo la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, negocia con Bruselas una nueva senda de déficit.
La propuesta sobre el techo de gasto no llegó en enero y parece obvio que la letra pequeña de las cuentas también se demorará. No sólo porque el Gobierno se ha puesto un plazo muy amplio sino porque hasta que se aclare la situación en Cataluña, Sánchez no tendrá los votos.