Valencia no huele a pólvora estos días. Para una valenciano que vive fuera de la terreta desde hace años se hace raro llegar a la ciudad y verla como si no fuera marzo, sin sus barracones, sin sus calles cortadas, sin el estruendo continuo de los petardos, ese sobresalto al que el foráneo no termina de acostumbrarse nunca.
Valencia está huérfana de ninots, los muñecos que dan sentido a su fiesta grande. A lo sumo, desperdigados, como perdidos, restan algunos que ahora, protegidos por plásticos, sin ese alma crítica que los llena, esperan sobre el asfalto a que alguien los guarde en un almacén oscuro.
Las Fallas, suspendidas por la crisis sanitaria provocada por el COVID-19, ya no terminarán la noche del 19 de marzo, día del padre, San José. Si el virus lo permite, que todavía está por verse, se celebrarán entre el 15 y el 19 de julio, dentro de cuatro meses. Por ese entonces, Valencia será húmeda y calurosa. Será la misma pero, a su vez, será otra. “Celebraremos las Fallas en bañador, bebiendo horchata y bajo un sol aterrador. Pero las quemaremos. El sentido es ese, quemarlas para volver a empezar desde las cenizas”, dice José Manuel Mora, artista fallero desde hace 30 años.
Este pasado jueves, cuando el periodista visita su taller en Manises, un pueblo de la periferia de Valencia, José Manuel camina despacio por la nave en la que trabaja. Mira cabizbajo a un lado, a otro, como buscando una respuesta que sabe que no va a encontrar. Mientras, explica para qué pueblos iban los monumentos que tiene desperdigados por el almacén: Alginet, Torrente...
“Es una pena verlos aquí en estas fechas. Es el trabajo de todo un año. Ya tenía todo organizado para ir entregando cada pedido a su respectiva comisión”, añade este artista fallero. “Mira -le dice al reportero- estos dos ratoncitos los tenía aquí, todavía en el corcho, por temor a que se dañaran”. Otros ninots, apéndices indispensables de un monumento mayor, están protegidos por bolsas negras de basura.
Como hasta este domingo José Manuel tenía tiempo para plantar sus obras (la plantá es la colocación definitiva de las fallas en la calle, sin posibilidad de retocar nada hasta la cremá, la noche que arden) algunos muñecos, incluso alguna falla infantil al completo, no llegaron a salir del taller de este hombre de 53 años.
Para José Manuel, como para la mayoría de artistas falleros de Valencia, la suspensión temporal de las Fallas “es un agujero”. Él tenía que entregar nueve monumentos. Cinco grandes y cuatro infantiles. Se los encargaron a finales de abril de 2019, cuando se suelen cerrar los contratos del año siguiente. Ahora, está intentando que cada comisión fallera que le hizo el encargo le pague el último fraccionamiento del coste total del pedido.
“Quizás, nosotros seamos los menos perjudicados, aunque también nos duele económicamente. Cada comisión nos va pagando mes tras mes una cantidad que se fija según cada presupuesto, porque tú solo no puedes asumir los costes de forma anual. Si el proyecto cuesta 6.000 euros, pues entregan 500 euros en cada pago, por ejemplo. Aunque ahora toca luchar con algunas que no quieran pagar hasta que se celebren las Fallas. Para mí, almacenarlas aquí hasta julio también es un gasto. Y no puedo estar sin cobrar hasta dentro de cuatro meses. En unos días tengo que ponerme a agilizar esos pagos y a pensar en los bocetos de 2021. No me queda otra”.
Una "sangría" de 700 millones
El aplazamiento de las Fallas supone una “sangría enorme” para la ciudad, en palabras del presidente autonómico, Ximo Puig, que este martes cifró las pérdidas en 700 millones de euros. El mundo que orbita en torno a las Fallas es el damnificado, por mucho que se haya buscado con celeridad otras fechas en el calendario para contrarrestar las consecuencias negativas.
Hoteles, restaurantes, floristerías (la ofrenda floral a la Virgen, que dura dos días, es una de las principales actividades de la fiesta), artistas falleros, empresas de espectáculos, pirotecnias, peluquerías… Es una pérdida en cadena. El Ayuntamiento de Valencia ha ofrecido el recinto de la Feria de Muestras para guardar las obras. Las de mayor tamaño se quemarán sin presencia de público antes del 19 de marzo.
Los monumentos más grandes y costosos, que compiten en categoría especial (salvo la falla del Ayuntamiento, que está fuera de concurso), no se podrán desmontar, a juicio de José Manuel Mora. Este artista fallero explica que se tendrán que quemar “a horas intempestivas”.
“Es imposible desmenuzar una falla de 30 metros de altura, por decir un número, en partes. La estructura, si está encolada, no puede dividirse. O se destroza o se quema. No hay más opciones”
Valencia, en la semana de Fallas, suele albergar entre un millón y medio y dos de personas. Cada día, a las dos de la tarde, el entorno de la plaza del Ayuntamiento es un hormiguero de gente expectante para sentir el terremoto pirotécnico de una mascletá.
Pero para que eso suceda de nuevo habrá que esperar cuatro meses. Ahora, con el aplazamiento de esta primera gran festividad española coincidente con la crisis del coronavirus y la declaración del estado de alarma en España, ya no es descartable que en los próximos días se suspenda también la Semana Santa en todo el país, la peregrinación a El Rocío o los Sanfermines… Incluso la Eurocopa o los Juegos Olímpicos, si la pandemia sigue expandiéndose sin freno. Nadie, ni siquiera los expertos, se atreven ya a confirmar la celebración de ningún evento similar que implique la congregación de cientos de miles de personas en un espacio reducido.
"Antes que las tradiciones, la salud"
José Manuel Mora recibe la visita de un amigo la mañana en la que EL ESPAÑOL acude a su taller. Se llama Jesús Andreu, tiene 59 años. Es carpintero y pintor de fallas. Llegó a tener taller propio. Ahora, desde hace “unos años”, trabaja para otros artistas falleros mediante encargos que le hacen. Si necesitan pintar un ninot, lo llaman y él cobra por el trabajo.
“El sector está en shock -asegura Jesús Andreu-. Aquí hay una industria muy grande que gira en torno a las Fallas. Creo que se ha hecho bien en retrasarlas. Serán unas Fallas distintas, con mucho calor y con cambios que seguro tendrán que hacer. No es lo mismo una fallera llevando flores a la virgen a las 8 de la tarde de un día cualquier de un mes de marzo que en pleno julio. Pero bueno, para eso hay tiempo. Que las autoridades piensen qué se ha de hacer. También tenemos que entender que esto que estamos viviendo no ha pasado nunca. Y antes que las tradiciones está la salud de todos”.
Una de las personas que más ha sentido la suspensión temporal de la fiesta es Consuelo Llobell, fallera mayor de Valencia en 2020. La joven, que es médico, dio una rueda de prensa este jueves. Entre lágrimas, sin encontrar consuelo, dijo: "Nos repondremos, nada hará que el colectivo fallero se dé por vencido". Llobell terminó su intervención con el lema de la falla municipal de este año. "Açò també passarà" ('Esto también pasará').
"Un mal menor"
El sector ha digerido con cierto optimismo el aplazamiento, y no la suspendión, de las fiestas. El presidente de la Federación de Fallas de categoría especial, Rafael Mengó, entiende que se ha buscado una “buena solución” para paliar “el perjuicio económico” y las “pérdidas enormes” que las comisiones falleras van a tener en el presente ejercicio.
Por su parte, el presidente de la Interagrupación de Fallas, Guillermo Serrano, tiró de metáfora para analizar la situación. “Tenemos que ver cómo salimos de esta sin dejar ningún muerto en el camino”. A su vez, el secretario general del Gremio de Artistas Falleros, Ximo Esteve, valora como “un mal menor” el hecho de posponer la fiesta, reubicarla en el calendario y mantener bajo techo los monumentos durante cuatro meses.
Aunque todavía la organización del evento de las próximas Fallas está por diseñar, un acto al que no se renunciará será la ofrenda floral a la Virgen. En 2019, 108.983 falleros, hombres y mujeres, pasaron por delante de ella en los dos días que dura esta actividad (17 y 18 de marzo). El año pasado se entregaron 57.607 ramos de claveles y 242 canastillas y andas. Esas flores, en su mayoría, ahora se marchitarán. Las comisiones falleras tendrán que volver a comprarlas en julio.
Los días de ofrenda, los ramos que van entregando las falleras se apilan en una estructura de hierro y madera coronada por un busto de la Virgen y el niño Jesús. Las flores entregadas conforman, poco a poco, el manto que acompaña a la imagen. El último ramo, año tras año, lo entrega la fallera mayor de Valencia antes de la nit del foc (noche del fuego).
Desde hace días, Jesús Carrero trabaja en el montaje de esa estructura. Ahora, tras el aplazamiento de las Fallas, le toca desmontarla. Desde hace 15 años su empresa se encarga de esta tarea.
“Yo he pagado camiones, grúas, empleados… Ahora me dicen que haga el trabajo contrario. Pero yo necesito un documento que me confirme que voy a cobrar todo esto -decía esta pasado jueves mediante llamada telefónica-. Si no, no muevo un dedo. Todo este berenjenal se podría haber evitado si el 1 de marzo se hubiera suspendido ya la primera mascletá. ¿O es que ahí, si había 50.000 personas, ¿no se contagió nadie? ¡Estamos locos o qué!”.
Orquestas sin trabajo
Probablemente, el gremio de las orquestas sea uno de los grandes perjudicados por el aplazamiento de las Fallas. Si por las noches no hay verbenas junto a los barracones, como se llaman los puntos de reunión de cada comisión fallera, los grupos de espectáculos musicales se quedan sin trabajo esos días. Ellos y los que montan carpas, castillos hinchables o discomóviles, entre otros.
“Esas fechas que las orquestas tenían firmadas y ahora han perdido ya no las recuperan”, explica el representante Vicente Justo, de Just Producciones. Él tenía contrato con 14 comisiones falleras. Se le cayeron todos en menos de 24 horas.
“Yo subcontrato las orquestas. Eso es lo que les ofrezco a las fallas de barrio y de distintos pueblos. Los artistas venían de Zaragoza, Vitoria, Almería, Murcia… Tenía los hoteles reservados para ellos y los técnicos. Ahora no me devuelven el dinero de las reservas y yo tengo que hacer frente a esos gastos. Esto es una ruina para el sector. ¡Una ruina!”.
¿Se puede recuperar la fiesta en julio?, pregunta el reportero. “Se llamarán Fallas, pero será otra cosa. No me cabe duda”.