Entre los sillones del Consejo de Ministros, a pesar de las distancias -físicas y de seguridad-, este martes, algo había cambiado. El transcurso de los días en la gestión de la crisis de la pandemia se había hecho patente. Porque al otro lado de la pantalla, pero a tan sólo unos metros de distancia, dentro de la misma Moncloa, asomaba la vicepresidenta primera del Gobierno, ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Carmen Calvo. Era la primera vez que se veía a esta política "apasionada" en mucho, mucho tiempo.
Concretamente, en 43 días. Los que pasaron desde su último acto público -en el Pleno del Congreso de los Diputados del 18 de marzo- hasta su vuelta al ruedo, este jueves en la reunión de la comisión de desescalada.
Ha sido la ministra desaparecida.
—¿Qué le diría a una mujer que duda si ir o no a la manifestación del 8M?
—Que le va la vida. Que le va seguir tomando decisiones para proteger su seguridad. Así que le diría que le va la vida y [...] tienen que formar parte de esto que estamos viviendo en el siglo XXI. Y que por más que se empeñen quienes se empeñen, ya no tiene punto de retorno. Ni en España ni en el resto del mundo.
Era 7 de marzo, el último fin de semana de la vieja normalidad. Ante la pregunta de la directora de El Socialista y jefa de comunicación del PSOE, Maritcha Ruiz, Carmen Calvo no dudó en subrayar la urgencia y la importancia de acudir a la marcha feminista prevista para el día siguiente.
El runrún del coronavirus campaba a sus anchas, por no hablar de los contagios. La preocupación empezaba a hacer mella, pero aún se difundía la idea de que el covid-19 era una gripe más y todavía no se habían tomado medidas.
Pero faltaba poco. Tan sólo siete días más tarde, España se confinaba. Se decretaba el estado de alarma. Una semana después, Carmen Calvo Poyato (Cabra, Córdoba, 1957) ingresaría por una infección respiratoria en un hospital madrileño, que a la postre derivaría en una neumonía que le ha durado semanas. A las 48 horas dio positivo en covid-19. Y hasta hoy.
La desaparición de la vicepresidenta
Dicen quienes la conocen, en conversación con EL ESPAÑOL, que Calvo es una mujer “de personalidad”. Que no suele dejar flecos en los asuntos a los que le hinca el diente. Que es “resuelta”, y que incluso tiene un matiz “embrollador” en las negociaciones en las que participa.
Mostró su faceta más “peleona”, precisan fuentes del partido, y de abanderada del feminismo socialista, en la semana previa al Día de la Mujer. En su agenda, actos, reivindicaciones y, finalmente, la manifestación del 8M. También lo ha hecho en el ámbito privado, luchando contra una enfermedad, el covid-19, que no es fácil de doblegar.
Quizás por eso sorprende el papel secundario, de cara al público, que ha adoptado en toda la crisis del coronavirus. Porque, por muy lejano que ahora parezca, ella era la máxima responsable designada por Moncloa para gestionar los efectos de la pandemia, como presidenta de la comisión interministerial sobre el tema.
Pero no se ha sabido nada de ella. Hasta esta semana.
Lo cierto es que Calvo aún no tiene el alta médica, después de semanas aquejada de una neumonía, según precisan desde su equipo a este periódico, aunque sí ha dado negativo en covid-19. Su papel como número 2 del Gobierno de Pedro Sánchez ha quedado desdibujado de cara al público, ya no sólo por haber requerido atención hospitalaria, sino por la decisión de instaurar un mando único -entre cuyas autoridades Calvo no se encuentra- y la entrada con fuerza de los nuevos ministros de Unidas Podemos, que han acaparado el foco en su área estrella: la Igualdad.
Aseguran quienes han trabajado con ella a lo largo de los años que el feminismo es uno de sus temas mollares, algo que le ocupa la agenda y la cabeza de manera constante. Ya no sólo su vertiente política, sino también formativa. Por ejemplo, el pasado año, entre las elecciones generales del mes de abril y la convocatoria de unos nuevos comicios en septiembre, el 90% de su agenda pública versaba sobre el tema.
Nueva casa para pasar la cuarentena
Fuentes del equipo de la vicepresidenta primera aseguran a este diario que la actividad gubernamental y política de la cordobesa no ha parado, a excepción de los tres días que requirió ingreso hospitalario. “Hemos sido muy transparentes con su enfermedad, con los resultados de las pruebas que se le hacían, con los negativos”, aducen.
Lo poco que se había sabido de Calvo durante estas semanas pasaba porque había optado por encerrarse durante su cuarentena en una residencia oficial del parque de viviendas del Gobierno, al estilo de Manuel Castells, ministro de Universidades. Según publicó El Mundo, la vicepresidenta del Gobierno llevaba un mes instalada en el número 17 de la madrileña Plaza de España.
El apartamento, dentro del edificio que acoge las oficinas de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social, es un viejo conocido en los mentideros políticos. Algunos de sus inquilinos fueron desde el propio Mariano Rajoy, que pasó por allí entre 1996 y 1999, o el senador Javier Arenas y mítico rostro del PP andaluz, que lo ocupó mientras fue ministro de Administraciones Públicas de Aznar.
También habían vivido allí míticas figuras del socialismo. La primera en hacerlo fue la exministra de Vivienda de Zapatero, María Antonia Trujillo. Después, se mudó el titular de Justicia del mismo Gobierno, Mariano Fernández-Bermejo. Fue en aquel momento cuando el piso saltó a los titulares de la prensa: Bermejo gastó 250.000 euros de dinero público en reformar la casa, de 230 metros cuadrados, lo que que generó un gran escándalo. La última inquilina había sido la exministra de Sanidad Carmen Montón. Se fue un par de meses después de dimitir por el Caso Máster.
Pero fuentes oficiales de Moncloa niegan tajantemente la información. “Está sola en su casa pasando la cuarentena. Lo publicado no es así”, deslizan. “Ella ya desde hacía tiempo se había mudado a otra vivienda. No ha ido a pasar allí la cuarentena”, reiteran.
Así, ha continuado, indican, trabajando desde su domicilio, “en la medida que le permitía su enfermedad”. “En todo momento ha seguido participando presidiendo la Comisión General de Secretarios de Estado y subsecretarios, es la comisión que prepara el Consejo de Ministros. Eso se permitía hacerlo desde casa. Y desde esta semana ha ido a su despacho en Moncloa”, arguyen.
Lo cierto es que este martes, Calvo participó, de manera telemática desde su propio despacho de Moncloa, en el Consejo de Ministros que aprobó el plan de fases para que España saliera del confinamiento. Incluso este jueves ya se la vio, físicamente, participando en la reunión de la comisión recién creada sobre la desescalada.
Desde el entorno de la vicepresidenta manifiestan a preguntas de este periódico que “está muy recuperada, pero el covid lo que le ha ocasionado es una neumonía. No necesitó nada especial, estuvo en planta”, pero, con todo y con eso, la recuperación ha sido, y será, lenta. “Ella ha estado a lo que le han dicho los médicos, ha respetado siempre el criterio médico. No ha estado en entrevistas, no ha hecho nada que pudiera comprometer su recuperación”, comentan.
Marcan así las distancias con otros miembros del Consejo de Ministros, como la titular de Igualdad, Irene Montero, también aquejada de covid pero con una presencia mucho más consistente en radios y televisiones.
Lo cierto es que la relación entre ambas, apuntan fuentes parlamentarias, dista de ser la mejor. “Ella quedó muy fuera de juego en la última negociación, y le quitan Igualdad, que es lo que le apasionaba, y se lo dan a Montero. Y la dejan sin lo que le gusta. Ella quería ser la ministra del feminismo y ya nada”.
“Hay dos sectores de feminismo ahora en el seno del mismo Gobierno: el socialista y el podémico [sic]. Hay doble desplazamiento, por el feminismo, y por el tema de la negociación. Quedó muy tocada tras el primer fracaso y en el segundo intento empezó junto a Adriana [Lastra], pero al final la fueron apartando”, comentan voces desde el Congreso.
Con todo y con eso, ninguna de las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL en este reportaje duda de que Calvo continúe siendo una de las mujeres fuertes de Sánchez. Es parte de su círculo de poder, y a Calvo el poder le gusta, le gusta mucho, pero más le gusta la lealtad. Fiel al presidente como la que más, le aupó cuando nadie en el partido creía en él. Y ahí continúa, a su vera.
Igualdad vs. Memoria Histórica
Calvo, 62 años, doctora en Derecho Constitucional, jurista, fue consejera de Cultura de la Junta de Andalucía y ministra de la rama bajo la batuta de José Luis Rodríguez Zapatero. También es madre y abuela, e hija de peluquera, como varias destacadas dirigentes de su partido.
Su progenitora, también llamada Carmen, aunque la llamaban Carmelita, era bien conocida en su pueblo cordobés. Linaje de Cabra de toda la vida, y se les conocía más bien por su apodo, como sucedía en la España del siglo pasado: los Rucheras.
Los abuelos de Carmen Calvo eran el paterno, vaquero, y el materno, agricultor con su huerto. Los padres de la ministra, muy trabajadores y progresistas, consiguieron dar estudios universitarios a sus tres hijos.
Si la más pequeña, “con labia y feminista desde pequeña”, dicen en el pueblo, se licenció en Derecho y posee un doctorado sin sospecha, el mayor, José Calvo Poyato, que ha declinado hacer declaraciones para este reportaje, primero hizo magisterio, luego se licenció en Historia y tiene sus seguidores con sus libros históricos. También le dio tiempo a ser alcalde de Cabra y diputado por el extinto Partido Andalucista.
En su pueblo, además, tuvo lugar el llamado Guernica andaluz, hace algo más de 80 años. Tres Tupolev soviéticos arrojaron 2.000 kilos de bombas sobre el mercado de abastos de la localidad. Murieron 109 personas y resultaron heridas más de 200. Todas las víctimas fueron civiles. Ni un solo militar. Entre los fallecidos se contaron numerosas mujeres y niños.
La mitad de los muertos fueron enterrados en una fosa común que ahora no reconoce la Ley de Memoria Histórica. Quizás por esta ligazón Calvo sí retuvo, durante la última negociación con Unidas Podemos, otro de sus ámbitos más valorados: la cartera de Memoria Democrática.
Porque Carmen Calvo abanderó el que se suponía iba a ser el gran hito de la legislatura de Pedro Sánchez: la exhumación de Franco. La vicepresidenta llevó la batuta, fue uno de los rostros más activos. Peleó, luchó y celebró. Un contraste radical con el que, finalmente, será el hito de este Gobierno: la gestión de la pandemia del SARS-CoV2. Y a ella ni se le ha visto. Por el momento.
Leyendo prensa para preparar su vuelta
De su vida personal poco se sabe. Es una persona muy discreta. Se casó y divorció del padre de su hija, profesor de instituto; fue pareja de Manuel Pérez Yruela, portavoz del Gobierno de José Antonio Griñán en Andalucía. De un tiempo a esta parte, cuentan fuentes parlamentarias, no tiene pareja.
Es una lectora empedernida, además de fan de la música -uno de sus grupos predilectos, por si lo han olvidado, es Metallica-. Pero durante estos días de convalecencia no ha tenido tiempo para devorar ninguna novela o ensayo. “Lo que más ha leído es prensa. Para estar informada y poder seguir trabajando”.
“Salvo los días que estuvo ingresada, no ha dejado la tablet y el teléfono. Ella es una mujer pegada a un móvil”, sonríen fuentes de su equipo en la vicepresidencia. “El teletrabajo es lo que tiene, te pilla con el ordenador encima de la mesa y no hay horarios”.
Dicen que Calvo, tras su desaparición forzosa, “tenía muchísimas ganas de volver”. “Porque la enfermedad es muy extraña: ella ha pasado el confinamiento con una neumonía, no ha recaído pero no ha tenido una progresión lineal”.
Quienes han trabajado con ella en la arena política, aunque sea desde otras bancadas, avisan de lo que puede estar por venir con su vuelta. “Es muy astuta, tiene un tono pequeño de desconfianza que le hace estar pendiente”, valoran históricos diputados populares. “Mide muy bien, cuando no está segura de algo pregunta y escucha. Porque le gusta dar pasos seguros”.
“Si uno la ve uno podría ver que es de la línea de Felipe González, de los clásicos del PSOE de Andalucía, pero por razones que desconozco es absolutamente leal a Sánchez”, valora otra señoría. “Es buena estratega, por eso pienso que no debe sentirse cómoda ni con Iglesias ni con las otras vicepresidencias”.
Han sido casi dos meses de desaparición, pero su propia desescalada ya se ha activado. Está por ver ahora cómo se incorpora Calvo a la gestión del coronavirus de Moncloa… y si los españoles la recuerdan.