"Al tratarse de un paso habilitado para el cruce de la frontera interior deberíamos de estar prestando servicio en unas instalaciones adecuadas a un puesto fronterizo terrestre, pero no podemos ni guarecernos de la lluvia". En uno de los múltiples puntos de unión y tránsito a lo largo de la frontera entre Galicia y Portugal, los agentes de la Policía Nacional se enfrentan estos días con enormes dificultades a la hora de realizar su trabajo: controlar y regular el tránsito de vehículos de un lado al otro de la raia. Pasan allí horas y horas, a merced de las inclemencias climáticas, y cuentan con unos medios que juzgan irrisorios para la labor que están desarrollando.
Desde el día 16 de marzo, las fronteras están vigiladas. En esa fecha el ministro Fernando Grande-Marlaska decidió establecer controles de acceso bajo la inspección de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad. Desde entonces han proliferado las quejas en algunos de esos puntos colindantes con Portugal. También en la frontera con Francia.
"Desde nuestro punto de vista, España está trabajando en los pasos habilitados como si se tratase de controles policiales", dice a EL ESPAÑOL un policía destinado en la localidad de Tui, enclave de interior en el sur de Galicia, cercano a la costa y emblemático paso fronterizo con el país vecino.
En este tipo de demarcaciones, a lo largo de sus interminables jornadas, los agentes sienten un fuerte sentimiento de desprotección.
Al modo de ver de estos policías, mientras Portugal está trabajando en puestos terrestres con todos los medios propios de las fronteras inteligentes de la Unión Europea, enfrente, los agentes de la Policía Nacional a los que se les ha encargado la vigilancia de la zona disponen de paupérrimas dotaciones.
Desde que empezó la crisis sanitaria del coronavirus, en cuanto se cerraron las fronteras, el Ministerio del Interior decidió poner en manos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil la labor de control de entrada de vehículos al país.
Sombrillas y casetas
Aunque ahora les han mejorado las condiciones en las que vigilan la entrada de unos 3.000 vehículos al día que llegan de Portugal, lo cierto es que en las últimas semanas han tenido que trabajar con unos recursos muy limitados. Al principio, durante los primeros días de la crisis sanitaria, estaban solos ante las lluvias de marzo y sus inclemencias.
Luego consiguieron unas sombrillas bajo las que guarecerse. Los días pasaron y un empresario de una localidad cercana decidió instalarles una carpa en los márgenes de la carretera para que los agentes pudieran protegerse del temporal. También del frío.
Ahora han conseguido que les instalen un par de casetas de obra en las que se guarecen cuando la situación meteorológica les sobrepasa. Es todo lo que hay.
Mientras tanto, pasan horas y horas en las que tienen que vigilar los vehículos que entran y salen en cada momento de un país al otro. Algunos viajeros dicen que van a trabajar. Otros, que tienen que comprar gasolina, y otros que dada la cercanía entre localidades limítrofes optan por hacer la compra en un país o en el otro. Pase lo que pase, ellos siguen allí.
"Medios insuficientes"
Como la Unidad de Extranjería y Documentación de la Policía Nacional en Tui no tiene el suficiente personal, se decidió hace un mes y medio que recibiría apoyo de agentes de la Comisaría Provincial de Pontevedra y de la Comisaría local de Vigo-Redondela.
Todos los vehículos que pasan cada jornada hacia Portugal son detenidos en el control temporal de la frontera habilitado durante la pandemia. A todos ellos les piden la documentación. A todos se les consulta si se trata de un viaje imprescindible.
Como las restricciones son sobre las personas, y no sobre las mercancías, no están registrando prácticamente el interior de ningún maletero a lo largo de las últimas jornadas.
El contacto constante con los ciudadanos les hace sentirse desprotegidos. Un portavoz en la zona del Sindicato Unificado de la Policía (SUP) afirma a este periódico que los equipos de protección con los que cuentan resultan insuficientes. "Las mascarillas que tenemos son las quirúrgicas. Pero claro, es complicado pasar todo el día con ellas, porque se humedecen y ya no sirven. Y no podemos tirarla y empezar a hacer otra y ponerse otra. No tenemos tiempo". En este sentido, están consiguiendo salir adelante gracias a las donaciones de mascarillas que obtienen a través de compañeros de toda España. Son ellos quienes se las están donando.
Quejas de la Guardia Civil
En los últimos días esas quejas han surgido también en el seno de la Guardia Civil. Los agentes del puesto de Fuenterrabía, en la frontera con Francia, también han manifestado críticas debido a la situación en la que se encuentran.
Desde Independientes de la Guardia Civil (IGC) explican que algunos de los miembros de la Benemérita en ese punto critican la ausencia de relevo y de una logística digna y acorde a esa importante labor.
No cuentan, por ejemplo, con las "instalaciones necesarias para hacer sus necesidades fisiológicas o sus descansos reglamentarios". Igual que los agentes que vigilan en Galicia la frontera con Portugal, tan solo disponen de una endeble carpa en la que refugiarse de las inclemencias del tiempo.
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