Al principio de todo iban de paisano, y observaban desde un coche no oficial, como de incógnito. Después se les dispuso una caseta para guarecerse, instalada junto al chalet, pero los primeros días de guardia en esta garita frente a la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero en Galapagar no tenían ni luz ni calefacción. El generador eléctrico no funcionaba.
Cuando se solventaron esos inconvenientes, ese puesto de la Guardia Civil se ha convertido en un lugar apacible, al que muchos agentes del puesto de la localidad madrileña quieren acudir.
Son en total unos 10 efectivos los que están siempre disponibles para los turnos de vigilancia delante de la casa del vicepresidente del Gobierno y la ministra de Igualdad. Siempre seis fijos en tandas que se van sucediendo. Y cuatro para sustituirles en momentos puntuales.
En épocas en las que la atención mediática no se traslada al chalet, a veces se rebaja esa presencia, pero en los últimos tiempos hay dos miembros de la Benemérita en la caseta. Esto en gran medida se produce por las protestas que se han venido generalizando frente al inmueble.
Allí, a parte de controlar en momentos puntuales la llegada o salida de los inquilinos y miembros de Podemos, las ocho horas en el puesto resultan extraordinariamente apacibles.
Diversas fuentes de la Guardia Civil que prefieren preservar su anonimato apuntan a que esa tranquila vigilancia ha servido para que algunos de ellos puedan aprovechar, en los ratos libres, para estudiar las oposiciones a sargento. El año pasado, concretamente, entre los habituales y los que cumplían servicio hasta cinco de ellos lograron aprobar.
"Una vez que tenían las garitas y demás, la gente pedía ser voluntario. Son 8 horas sin nadie que te moleste", explica un miembro de la Guardia Civil en el cuartel. "Es un servicio cómodo, y hay voluntarios para hacerlo", añade otro.
En los últimos días las cosas andan un poco ajetreadas en torno a la casa. Las protestas a la gestión que está llevando el gobierno durante la crisis del coronavirus se han trasladado a las puertas del domicilio.
El Ministerio del Interior ha decidido desplegar la Unidad de Seguridad Ciudadana de Comandancia (USECIC) para cortar la calle y colocar vallas para alejar lo máximo posible a los manifestantes, y evitar así posibles escraches. El resto del año, las cosas en Galapagar suelen ser mucho más tranquilas.
"No es extraño"
Esto es algo que sucede en otros destinos en los que se produce habitualmente poca actividad. "Pasa en más sitios, como cárceles, algún aeropuerto y puestos de la España profunda", apunta un tercer agente. Apenas hay unas pocas viviendas en torno al lugar que tienen que proteger. A las pocas semanas, ya conocían a los vecinos deIglesias y Montero, y por ello la labor se tornó mucho más relajada. Había tiempo para otras cosas.
"No es extraño", remarca a este periódico otro miembro del Instituto Armado afincado en Madrid. "Hay unidades que por su escasa carga de trabajo facilita un tiempo para el estudio".
Galapagar en sí no es uno de los destinos más apetecibles. Los cuadrantes de trabajo no resultan estimulantes. Además las instalaciones presentan un estado relativamente defectuoso desde hace años, según las fuentes consultadas. Otra cosa es el servicio ante la casa de los dirigentes de Podemos.
En total, hay unos 50 agentes de servicio en ese destacamento. Seis de ellos son los encargados de turnarse. Otros cuatro les suplen cuando llegan vacaciones o hay baja.
"Lista de espera"
"Ahora mismo hay compañeros en lista de espera para hacer el servicio de Iglesias", explica una cuarta fuente del cuerpo. Son voluntarios. La llegada de los nuevos habitantes a la zona supuso todo un reto de seguridad.
Uno de los problemas que se tuvieron que solventar fue que Galapagar no contaba más que con una única patrulla de Policía Local. Esos servicios fueron complementados con la llegada de nuevos integrantes. El año pasado, el Ayuntamiento, en el que gobierna el Partido Popular, anunció el alta de nueve nuevos efectivos para suplir esas carencias.
El chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero cuenta con un control permanente por parte de la Benemérita. 24 horas al día montan guardia ante la casa. No tienen queja desde la Guardia Civil del trato que reciben de los inquilinos. Ambos, coinciden todas las fuentes, son amables, cercanos y generosos. A veces les ofrecen algo de bebida, o incluso pasar al baño si lo necesitan. Así discurre la vida de quienes velan por el chalet de Galapagar.