Las directrices estaban claras. Dina Bousselham no podía compartir abogada con Pablo Iglesias. La abogada del vicepresidente tercero, Marta Flor, está empeñada en limitar el esclarecimiento del delito que podría haber cometido Iglesias contra Bousselham, según el juez. Por ello, Dina tenía que buscarse otro abogado o se le asignaría alguien de oficio. Cristalino. Pero, hecha la ley… Lo que nadie esperaba es que fuera Dina la que acabara con Marta Flor y fuera Pablo Iglesias el que se buscara a uno nuevo: el conocido letrado laboralista Raúl Maíllo García.
La situación, especialmente para los no iniciados, es relativamente compleja. A Dina Bousselham, antigua asesora de Iglesias, le robaron el teléfono móvil con contenido político e íntimo. La tarjeta de memoria del dispositivo le fue entregada a Pablo Iglesias, quien se la ocultó a Dina durante varios meses. Después, presuntamente, Iglesias se la devolvió dañada, a pesar de que él la había recibido intacta, tal y como ya relató EL ESPAÑOL.
Cuando el juez de la Audiencia Nacional Manuel García-Castellón vio esto, le retiró a Iglesias la condición de perjudicado en el caso Villarejo y a Dina, que continúa como víctima, le pidió que se buscara otra abogada ya que la de Pablo Iglesias pertenece al equipo legal de Podemos y responde ante los intereses del líder de la formación morada. Así, en contra de lo que García-Castellón intentó, Iglesias sigue teniendo poder absoluto sobre la situación a través de la trampa que se acaba de conocer.
En medio de este thriller político al estilo de un House of Cards cañí, aparece el nuevo personaje del abogado laboralista Raúl Maíllo. Vinculado al entorno político de la izquierda -es cercano a Enrique Santiago, líder del PCE- Maíllo lleva una larga trayectoria como laboralista y ha aparecido en casos muy mediáticos. No es la primera vez que pisa la Audiencia Nacional, ya lo hizo participando en los casos de las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia y se personó en la querella contra Bárcenas que presentó Izquierda Unida.
Ahora, Maíllo, pasa a ser un actor más de un caso que cada vez se convierte en más rocambolesco y enrevesado. Esta semana se conoció que Marta Flor aireaba en distintos entornos de Podemos la excelente relación que mantenía con uno de los fiscales anticorrupción que lleva el caso Villarejo, según publicó EL ESPAÑOL. Ahora ella se está convirtiendo en el chivo expiatorio e Iglesias la echa de su lado para incorporar a Maíllo. El principal objetivo del vicepresidente tercero del Gobierno es no acabar sentado ante un tribunal del Supremo por la destrucción de la tarjeta, pero tiempo al tiempo.
De Bárcenas a Couso
Colegiado en Madrid en abril de 1999, Raúl Maíllo ha mantenido una trayectoria como abogado laboralista llena de éxitos, algún fracaso, y varios casos mediáticos. Siempre vinculado a las asociaciones progresistas, es miembro de la Asociación Libre de Abogadas y Abogados, cercana a Izquierda Unida. También pertenece a ActivaT Abogados, una agrupación progresista, especializada en Derechos Humanos y con sede en Vallecas, Madrid. En el plano más político, es miembro del Gabinete Jurídico Confederal de la CGT desde 2002.
Aunque ha participado en juicios de relativa relevancia como el de las tarjetas black de Caja Madrid y Bankia, sin duda del que más orgulloso se siente es el del extesorero del Partido Popular Luis Bárcenas. En un artículo publicado en eldiario.es Maíllo lo recuerda: “¿Qué habría pasado con todo este escandaloso asunto de no estar la acusación popular, de no existir esta figura que aúna las voces de la ciudadanía de a pie?”, se pregunta.
Tras la publicación de los papeles de Bárcenas en la prensa, en enero de 2013, Izquierda Unida, la Asociación Libre de Abogadas y Abogados a la que pertenece Maíllo y Ecologístas en Acción redactaron una querella criminal que se admitió a trámite en marzo del mismo año. Desde entonces, seis años han pasado y Bárcenas ha sido condenado a 33 años de prisión. A pesar de ello, en su artículo, escrito a varias manos con otros representantes de la querella, Maíllo considera que “buena parte de los mecanismos del propio Estado tratan de dificultar el esclarecimiento de la verdad”.
Otro de los casos más importantes para Maíllo ha sido el de José Couso, el cámara de Telecinco que fue asesinado por el Ejército estadounidense en la guerra de Irak, en 2003. Tras 17 años de impotencia por parte de la familia, que veía como varios gobiernos no hacían nada para no enturbiar su relación con Washington, la Audiencia Nacional condenó, el pasado mes de diciembre, al Estado a indemnizar con cerca de 182.000 euros a la viuda y a los dos hijos del periodista. España “se limitó a recibir y aceptar las explicaciones ofrecidas por Estados Unidos”, decía la sentencia. Ahí estaba Raúl Maíllo para celebrarlo.
Marta Flor, chivo expiatorio
De alguna forma, Maíllo siempre ha tendido a posicionarse al lado de las víctimas, de los derrotados. Ahora, en un giro de guión, se posiciona al lado de Pablo Iglesias. EL ESPAÑOL ya relató cómo el vicepresidente del Gobierno se personó, en enero de 2016 en la sede del Grupo Zeta, al que pertenecía la revista Interviú. Ese día, se dirigió hasta la última planta, le contaron que una fuente había ido a dejar ahí una tarjeta con información sensible de una asesora suya y se la dieron para que se la devolviera.
Lejos de devolvérsela inmediatamente, la mantuvo en su poder durante varios meses, quizás un año, y cuando se la dio estaba absolutamente dañada. Esto ha hecho que todas las sospechas recaigan sobre Pablo Iglesias, que podría haber cometido un delito al destruirla. Ya no es tan víctima como se podría presuponer.
Si esto se ha sabido es, en parte, porque la propia Dina Bousselham ha reconocido que cuando ella recibió la tarjeta de Iglesias ya no pudo acceder a su contenido. Detrás de estas declaraciones y contradicciones que se han presentado en la sede judicial, está Marta Flor asesorando a Dina. Por eso, en cuanto Iglesias ha dejado de ser víctima, el juez de la Audiencia Nacional le ha pedido a Dina que se busque otra abogada.
Curiosamente, a la par que las sospechas recaen sobre Pablo Iglesias, todas las miradas han ido a centrarse en Marta Flor. Con las contradicciones de Dina y, ahora, con la filtración de los mensajes de Flor en los que se ve que alardea de una relación demasiado íntima con uno de los fiscales anticorrupción de la causa, la abogada se está convirtiendo de alguna forma responsable del embrollo. Es como si todas las culpas ahora recayeran sobre ella, o como si recayeran sobre Dina por lo que sus palabras han significado para Iglesias. Ahora, ellas dos parecen estar en un bando, como cabeza de turco, mientras que Iglesias encara una nueva etapa, intentando volver a ser víctima, de la mano del brillante Raúl Maíllo.