Nochebuena de diciembre de 2011. La prima de riesgo cotizaba en los 326 puntos; 4,5 millones de personas estaban en el paro y Mariano Rajoy acababa de convertirse en Presidente del Gobierno. La crisis golpeaba a la sociedad española y el rey Juan Carlos se asomaba a las casas de los españoles para hablar con “sinceridad y realismo, sin rehuir los problemas que nos aquejan como sociedad”.
Aquel mensaje lo siguieron por televisión 7,1 millones de personas, algo más que el año anterior. En él el monarca reconocía que había “que volcar nuestros mejores esfuerzos y energías en apoyo de los desempleados y sus familias” ante la dureza de una crisis que estaba generando un gran “sufrimiento” a miles de personas.
Esa noche el monarca pedía cohesión social y unión política y animaba a “reconocer con humildad cuáles han sido los comportamientos en los que, como individuos y como grupo, hayamos podido equivocarnos”. Lo que nadie imaginaba durante el discurso del Rey era que 'el campechano', aquel al que el pueblo todavía adoraba, ocultaba en Suiza una cuenta con 100 millones de euros desde 2008 y que, en plena crisis, estaba planificando su cierre y el traspaso de los fondos a Bahamas.
La principal beneficiaria fue Corinna Larsen, quien recibió en 2012 una transferencia de 65 millones de euros. Unos movimientos que están siendo investigados por la justicia suiza, quien sospecha (al igual que la española) que el dinero provenía de comisiones cobradas por interceder en la concesión del AVE a La Meca.
Los artífices de todo el entramado societario del rey Juan Carlos, con la Fundación Lucum como tapadera, eran el abogado suizo Dante Canónica y el asesor de grandes fortunas Arturo Fasana. Este último, en su declaración ante el fiscal que hoy adelanta EL ESPAÑOL, reconocía -a preguntas del fiscal- que “nunca” habían hablado acerca de la situación “acomodada” que tenía la Familia Real.
Dice Fasana que en alguna ocasión “comentó la difícil situación económica” de España, pero nunca “dijo nada sobre su situación personal, bastante acomodada”. Y es que al fiscal le interesaba saber, según el testimonio al que ha accedido EL ESPAÑOL, si el hoy Emérito tenía algún tipo de remordimiento al estar moviendo 100 millones mientras la Familia Real recibía “cuantiosas” cantidades de los contribuyentes españoles.
El abogado reconoce que, “desde un punto de vista ético, puedo tener una opinión personal, pero ante mis clientes debo adoptar una postura puramente profesional”.
"Valores y virtudes"
Quizá esa diferencia entre lo personal y lo profesional es la que aplicaba también Juan Carlos I. Porque de otra manera cuesta entender esa doble moral de un Jefe del Estado entre su vida privada y la pública. Máxime cuando en 2010 decía en su discurso de Navidad que “pensaba en todas las personas que han asumido grandes sacrificios y esfuerzos; aquellos que han tenido que cerrar comercios, talleres o negocios”.
Al mismo tiempo instaba “a unir nuestras fuerzas para alcanzar nuevos logros colectivos” [...] y a mirar hacia el futuro fomentando “el ejercicio de grandes valores y virtudes como la voluntad de superación, el rigor, el sacrificio y la honradez. Valores y virtudes cuya ausencia no es ajena al origen de la crisis, y que son consustanciales a toda sociedad justa y equitativa”.
Unos valores -como el levantamiento del secreto bancario en Suiza- que fueron los que provocaron que entre 2010 y 2012 Juan Carlos I y sus abogados cerraran la cuenta de la Fundación Lucum. Un año aciago en la vida del monarca, no sólo por tener que mover su dinero sino también porque comenzaba el declive de su imagen.
"No volverá a suceder"
2012 fue el año en el que el monarca sufrió una caída en Botswana tras haber abatido a un elefante. Un viaje en el que estaba acompañado de Corinna, el hijo de ésta, Alxander, y otros amigos próximos a la pareja. Un viaje que hizo que se abriera la caja de Pandora.
Su repatriación a España y su posterior recuperación en el hospital dieron lugar a la imagen del monarca apoyado en sus muletas pidiendo perdón y reconociendo que “no volverá a suceder” un error de este tipo. Sin embargo, no hubo ni una sola palabra de las cuentas en Suiza.
Quizá por eso, a finales de 2012, y cuando la crisis apretaba más que nunca a los españoles, todo había cambiado. Con seis millones de personas en el paro, con la prima de riesgo en los 400 puntos y tras haber recibido el rescate a las entidades financieras, el entonces Rey volvía a comparecer ante los españoles para reconocer que la “crisis ha alcanzado una intensidad, una amplitud y una persistencia en el tiempo que nadie imaginaba”.
Reconocía también que existía "pesimismo (en la sociedad) y que sus efectos se dejan sentir en la calidad del clima social que vivimos. Está además generando un desapego hacia las instituciones y la función política que a todos nos preocupa”.
Para ello reclamaba "promover valores como el respeto mutuo y la lealtad recíproca" a la clase dirigente para lograr que todos "miremos hacia adelante y hagamos lo posible por cerrar las heridas abiertas".
Un discurso que terminaba resaltando que "la Navidad simboliza el triunfo de la generosidad sobre el egoísmo. Generosidad, solidaridad y compromiso son valores que todos debemos reconocer, conservar y promover siempre y en estos tiempos más que nunca".
Razón no le faltaba. Nada volvía a ser igual. Su relación con la ‘plebe’ había cambiado por completo, y eso que por aquel entonces todavía no se conocía que acababa de cerrar una cuenta con 100 millones de euros en Suiza.