La noche del 20 al 21 de julio de 2018 fue larga en el madrileño hotel Auditorium donde el Partido Popular, dividido en dos, se jugaba literalmente su futuro. Por primera vez en la historia, la presidencia del Partido Popular se disputaba a cara descubierta, sin tutelas, sin 'dedazo', voto a voto. Los equipos de los dos rivales que llegaron a la final, Pablo Casado y Soraya Sáenz de Santamaría, pelearon por arrebatar a su rival hasta el último voto.

Miembros de las dos candidaturas reconocen que aquella madrugada fue decisiva para que la balanza se decidiera finalmente por el joven Casado, la gran sorpresa en las primarias. Durante las últimas horas antes de la decisión final los dos equipos envenenaron "todo lo que pudimos" a los compromisarios que el sábado 21 de julio tenían que decidir el rumbo que debía tomar el partido, reconocen con el tiempo fuentes de las dos candidaturas. Ahora, dos años después, en ambos lados afirman que fue una "guerra sin cuartel" donde "se dijo de todo" para ganar. 

Santamaría se vendió como la única con experiencia de gestión, pero sus compañeros nunca olvidaron que se puso de perfil cuando los temas de corrupción los asedió durante años. Nunca se lo perdonaron. El equipo de Casado vendió a su candidato como el único capaz de recuperar el espíritu del centroderecha que se fue perdiendo poco a poco durante la era de Mariano Rajoy. Prometieron hacer frente sin complejos a la izquierda radical de Pedro Sánchez y contundencia con Cataluña. 

Tras escuchar a uno y a otro, el 57% de los compromisarios arrimó su voto al joven  Casado, criado bajo la influencia de Faes. De hecho, el recién elegido presidente recibió al expresidente José María Aznar en la sede de Génova 72 horas después de proclamarse presidente del PP. El presidente de Faes había renunciado en diciembre de 2016 a seguir siendo presidente de honor del PP por su mala relación con Rajoy y no volvió a pisar la sede nacional hasta ese momento. 

Heridas abiertas

Las heridas de aquella noche de cuchillos largos no cicatrizaron nunca. Casado prometió que en el nuevo Partido Popular había hueco para todas las facciones, pero la realidad es bien distinta. Santamaría dejó la política un mes y medio después de haber recibido la espalda de sus compañeros y sus principales compañeros de viaje están también alejados del foco público. Algunos, como Fernando Martínez-Maillo, 'número tres' del PP con Rajoy, fue recolocado en el Senado. 

El nuevo presidente contó en un principio con la que fue secretaria general del PP con Rajoy, María Dolores de Cospedal: sin sus votos hubiera sido impensable llegar al poder. Sin embargo, aquel espejismo apenas duró dos meses más: en noviembre la propia Cospedal abandonó su escaño tras revelarse que su marido Ignacio López del Hierro se vio con el comisario Villarejo en Génova cuando ella era secretaria general. La dirección nacional recién estrenada la dejó caer sin miramientos.

Faes

Casado soltó amarras de la era Rajoy y rescató a viejos compañeros de su época de Faes. El fichaje más llamativo fue el de la portavoz para el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, que abandonó el PP en octubre de 2015 por estar en contra de la estrategia política de Mariano Rajoy. Además, nombró jefe de gabinete a Javier Fernández-Lasquetty, exsecretario general de Faes, que fue sustituido por Pablo Hispán al ser nombrado consejero de Hacienda con Isabel Díaz Ayuso en la presidencia de la Comunidad de Madrid. 

Pablo Casado no necesitó ni 24 horas para certificar el giro a la derecha de un Partido Popular, que pasó de tener 137 escaños a 66 escaños en las elecciones de abril de 2019, el peor resultado desde que el partido se refundó en 1990. El PP padeció en carne propia la fragmentación del voto de la derecha y cómo se debía tratar a Vox se convirtió en el verdadero campo de batalla del partido. 

Viraje al centro

Tras la debacle sin precedentes, el ala más moderada del partido pidió un viraje al centro a la dirección del partido, acosado a la derecha por Vox y a la izquierda por Ciudadanos, que se quedó a nueve escaños de igualarle la marca. 

Casado tomó nota de la derrota, comenzó a espaciar sus intervenciones y a rebajar el tono hacia Pedro Sánchez, a quien llamó hasta "felón". Los desencuentros entre Sánchez e Iglesias le brindaron otra oportunidad el 10 de noviembre de ese año, una segunda reválida que le dio un poco de oxígeno: el PP subía de 66 a 89 escaños en las segundas elecciones generales.

Andalucía

La gran alegría del PP en estos dos años ha sido echar al PSOE del Gobierno andaluz y recuperar la Alcaldía de Madrid, además de mantener la Comunidad de Madrid, Murcia, Castilla y León en las elecciones autonómicas de mayo. En las elecciones del pasado 12 de julio, Alberto Nüñez Feijóo retenía la única mayoría absoluta que los conservadores tienen en una comunidad autónoma. 

Casado ha ido poco a poco dejándose fotografiar menos con los compañeros del ala más dura del partido y ha optado por rodearse de personas moderadas con experiencia de gestión, como la expresidenta del Congreso, Ana Pastor, y la expresidenta de la CNMV, Elvira Rodríguez. Este mismo lunes presentaba en los cursos de verano de El Escorial al exministro de Economía, Luis de Guindos. 

Con la irrupción del Covid en España, Casado mostró su lado más presidencialista apoyando tres veces la prórroga del estado de alarma y votando a favor de algunos de los reales decretos más importantes que aprobó el Gobierno, como el de la nueva normalidad. Además, diseñó un programa propio para hacer frente a la pandemia tras los desaires del presidente Sánchez, que no llama al líder de la oposición desde mayo.

El éxito incontestable del alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, uno de los gestores más ovacionados por su gestión ante la crisis, también ha servido de plataforma para Casado, que ha promocionado al alcalde más popular de España y es uno de los mayores activos con los que cuenta el Partido Popular a día de hoy.

La refundación

Dos años después de ocupar el sillón de Mariano Rajoy, Casado todavía no ha sido capaz de refundar el centroderecha en torno a su persona, la gran promesa que hizo aquel 21 de julio de 208 en el hotel Auditorium. En este tiempo ha abandonado la política uno de sus rivales más fuertes, Albert Rivera, y el acercamiento de Inés Arrimadas a Pedro Sánchez le alivia porque Ciudadanos ha dejado de ser un problema para el PP. 

Las últimas encuestas empiezan a premiar el tono más moderado que ha tomado el partido. De hecho, la que Sociométrica hizo para EL ESPAÑOL en mayo, en mitad de la pandemia, colocaban por primera vez a PP, Vox y Cs al borde de la mayoría absoluta. Casado, además, se situaba a solo cinco escaños del PSOE de Pedro Sánchez. 

Los vientos empiezan poco a poco a soplar a favor del Partido Popular, que el 12 de abril se convirtió en el gran triunfador de la noche electoral con la mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo en Galicia. La victoria del barón más incontestable del Partido Popular sirvió para volver a pedir a Casado que 'galleguice' el partido y aplique las recetas de Galicia en Madrid: hacer frente sin miramientos a Cs y Vox, dos partidos que se han quedado sin representación en el Parlamento regional. 

Dos años después de aquel triunfo histórico ante la todopoderosa Santamaría, el mayor quebradero de cabeza para el equipo de Pablo Casado sigue siendo cómo debe tratar el Partido Popular a Vox: si como un rival o como un socio preferente. 

Noticias relacionadas