En pleno siglo XXI vivimos en España una circunstancia única en la historia del mundo. La Casa de Borbón no es sólo la estirpe real más antigua de Europa sino también la única dinastía en la memoria universal que, en poco más de 200 años, ha protagonizado el exilio, la huida o el destronamiento de seis de sus titulares.
El último caso lo tenemos, por el momento, en la persona de Juan Carlos de Borbón y Borbón. Rey desde 1975 con el nombre de Juan Carlos I (para no incomodar a su padre también llamado Juan y que nunca ocupó el trono) y abdicado en 2014. Retirado de la vida institucional, por voluntad propia, en junio de 2019, y repudiado públicamente por su hijo Felipe VI, el 15 de marzo de este año (le suprimió el sueldo público renunciando a su posible herencia futura) al conocerse los tejemanejes irregulares con dineros millonarios en el extranjero a través de sociedades offshore. Ahora, eso sí, no renunciando a su legado y manteniendo en el día de su adiós a la que fue su residencia oficial durante los últimos 58 años (en su misiva de despedida) el título y honores de monarca vitalicio aún permitidos por voluntad del Gobierno.
Igual que ocurrió con sus antecesores (padre, abuelo, tatarabuela y más allá…) Juan Carlos I hace las maletas, pone tierra de por medio, cruza la frontera y nos dice “arrivederci” (dada su condición romana, ciudad donde nació en 1938). O por lo menos, un hasta luego, porque sabemos también históricamente que los Borbones de una u otra forma siempre regresan. En jerga campechana sería algo así como “ante la que está cayendo, yo me las piro”. Aunque en lenguaje institucional tiene que ser más comedido y remarca algo ya utilizado por sus antepasados en sus despedidas: sus partidas son otro “servicio a España”, motivada en su caso por “acontecimientos pasados de mi vida privada”. Genio y frescura hasta en la desbandada.
Desde marzo de 1808, momento de la primera abdicación de Carlos IV a favor de su hijo Fernando VII, hasta el día de ayer con la tocata y fuga de Juan Carlos I, seis han sido los Borbones que han conocido la abdicación y los padecimientos del exilio. Repasemos brevemente sus historias.
1.- El citado Carlos IV traicionado por su hijo en el motín de Aranjuez el 19 de marzo de 1808, plato segundo después del entrante, con los mismos actores, de la conspiración de El Escorial de noviembre de 1807. Juego de tronos entre Borbones que tendría su culminación patética unos meses después, tras la invasión napoleónica de nuestro país, y la huida de la familia reinante hacia Francia donde culminó la abdicación de padre e hijo ante el emperador francés.
2.- Fernando VII que abdicó, al mismo tiempo que lo hacía por segunda ocasión su padre Carlos IV, en Bayona el 7 de mayo de 1808 (en uno de los acontecimientos más bochornoso de nuestra historia) a favor de Napoleón Bonaparte, quien luego cedió el título a su hermano, José I Bonaparte “Pepe Botella” Rey de España entre el 6 de junio de 1808 y el 11 de diciembre de 1813 momento en el tuvo que salir también por peteneras de España tras el avance de las tropas españolas apoyadas por los ingleses del duque de Wellington que iban tras él. No obstante, Juan I fue un rey sumamente culto, reformista y dedicado a la agricultura. Un rey diferente a los Borbones de su época.
3.- Isabel II (hija de Fernando VII) la Reina de los tristes destinos, que tuvo que hacer el equipaje al triunfar la Revolución de 1868 (conocida como “La Gloriosa”) y abandonar España desde San Sebastián (ciudad donde se encontraba pasando el veraneo) con destino París (lugar donde abdicó en 1870 a favor de su hijo, el futuro Alfonso XII, ya más tarde, en 1874).
4.- Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos y nieto de Isabel II, tomó las de Villadiego al abordar un barco en Cartagena en abril de 1931 después de considerarse desautorizado al perder las candidaturas monárquicas en las principales ciudades de nuestro país unas elecciones municipales (eso sí, el desapego venía de bastante tiempo atrás). Años después, en enero de 1941, abdicó en la capital italiana donde pasó su exilio a favor de su tercer hijo varón, Juan, muriendo tan solo un mes después, triste y amargado, a causa de una angina de pecho.
5.- Juan de Borbón y Battenberg, nunca llegó a ser Rey de España pero está enterrado como Juan III en el panteón de Reyes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial por decisión de su hijo Juan Carlos, que aceptó ser sucesor del general Franco a título de Rey sin la autorización de su padre en julio de 1969. Hasta la proclamación de su hijo como Rey, tras la muerte del dictador en noviembre de 1975, vivió en el exilio en Estoril (Portugal) pero no abdicó ni renunció a sus derechos dinásticos hasta el 14 de mayo de 1977, en una ceremonia deslucida (según los juanistas) que tuvo lugar en el palacio de La Zarzuela y que según los dirigentes franquistas convertidos ahora en monárquicos (Torcuato Fernández Miranda y Adolfo Suárez) no tuvo trascendencia ni importancia legal alguna (Juan Carlos era Rey desde 1975) limitándose exclusivamente a un asunto interno de la familia Borbón.
6.- Juan Carlos de Borbón y Borbón, Rey por la gracia de Franco, motor del cambio y padre de la transición de la dictadura a la monarquía parlamentaria. Según Luis María Anson, uno de los cuatro grandes reinados de la historia de España junto a los de Carlos I, Felipe II y Carlos III. Seis años después de su abdicación, agosto de 2020, inicia el camino del exilio (así es calificado por la prensa extranjera) hacia un lugar desconocido. No deja en buena situación la Corona en manos de su hijo Felipe VI. El final de su vida no deja ser de lo más patético.
Carlos, Fernando, Isabel, Alfonso, Juan y Juan Carlos de Borbón. Seis titulares de una dinastía que han vivido en carne propia el sabor de la derrota, las disputas familiares y su exilio lejos de España. Es el destino implacable de los Borbones: un linaje donde sus miembros se ven obligados a inmolarse dinásticamente entre ellos para poder mantenerse en el trono. Haciendo que la sucesión de la Corona, lejos de ser algo natural y hereditario, se convierta en una circunstancia alterada, contenciosa y repleta de conflictos que luego se trasladan al conjunto de la nación.