El Palacio de la Zarzuela llevaba semanas buscando la salida más digna posible para el rey Juan Carlos, pero costó darle forma a cuál debía ser la versión definitiva. La Casa del Rey, Presidencia del Gobierno y el entorno del propio rey emérito montaron un gabinete de crisis en el que se incluyó a un puñado muy selecto de personas de la máxima confianza de los reyes y del jefe del Ejecutivo.
En ese búnker, del que no salió ningún detalle de la decisión que se estaba tomando, se pusieron encima de la mesa todas las opciones posibles. La condición para decidir qué camino escoger era cristalina: la decisión, fuera la que fuera, debía servir para salvar a la institución, a la Monarquía, del fuego cada vez más extenso que la devora y reavivado ahora por la investigación a las presuntas cuentas opacas de Juan Carlos I en el extranjero.
El gabinete de crisis siempre escuchó las sugerencias del rey emérito sobre cuál quería que fuera su destino. Una vez que Juan Carlos I entendió que no habría forma posible de frenar el goteo incesante de información acerca de sus negocios privados si no era tomando una medida drástica, se abrió a pensar en un futuro fuera del Palacio de Zarzuela, donde lleva instalado desde hace sesenta años.
Fuentes conocedoras de esta dura negociación aseguran que Juan Carlos I no quería perder de ninguna de las maneras su condición de rey honorífico, el cargo que se creó ad hoc para él por real decreto en junio de 2014, la fecha que eligió para abdicar en su hijo Felipe. El lema que le acompañó toda su vida es que un rey debía morir siendo rey.
Si quería quedarse en España, el actual monarca puso una condición: revocarle el título de rey emérito y vivir como un ciudadano de a pie, con los mismos derechos y las mismas obligaciones. Felipe VI ya demostró que no le tiembla el pulso para tomar una decisión de esta envergadura. En junio de 2015, revocó el uso del título de duquesa de Palma a su hermana Cristina, precisamente por su negativa a renunciar a sus derechos de sucesión al trono de España tras los escándalos de su marido, Iñaki Urdangarin.
Antes de vacaciones
El goteo constante e incesante de informaciones acerca de los negocios opacos del rey obligaba a tomar una decisión de manera más o menos rápida, teniendo en cuenta que los tiempos en Zarzuela corren de una manera mucho más lenta que en el resto de la sociedad. La Casa del Rey y el propio Felipe VI acordaron la fecha en la que debía anunciarse el nuevo futuro del emérito: una vez que los Reyes y las infantas terminaran su gira por España y antes de que la Familia Real comenzara sus vacaciones en Palma de Mallorca.
El triángulo negociador buscó salidas para Juan Carlos fuera del Palacio de la Zarzuela, un sitio digno para que viva un monarca al que se le ha retirado hasta la asignación anual de la Casa Real para sus gastos. Pero en un principio se buscó un refugio en territorio español. Era lo que pedía el entorno del emérito, que se resistió hasta el final a exiliarse, un final que le aterró durante toda su vida.
Su íntimo amigo, el marqués José Luis Villalonga, reveló en su libro El Rey. Conversaciones con D. Juan Carlos I de España este temor que acompañó al emérito durante toda su vida: "Morir en el exilio debe ser lo peor que le puede suceder a un hombre. Estoy seguro que durante su largo exilio esa idea debió atormentar mucho a mi padre".
Las personas interpuestas por Felipe VI, Juan Carlos I y Presidencia del Gobierno no consiguieron cerrar ningún pacto que satisficiera a todas las partes. Fueron los dos monarcas, padre e hijo, los que decidieron el remedio menos malo: no revocar el título honorífico de rey emérito a cambio de que Juan Carlos I fijase su residencia no solo en un lugar externo al Palacio de Zarzuela, sino fuera de España.
¿Dónde está el rey?
Las mismas fuentes aseguran que al rey Juan Carlos no le quedó otro remedio que aceptar la decisión de su hijo, la persona que hoy encarna la figura de la Corona. Finalmente, la Casa del Rey decidió que la noticia se anunciaría el primer lunes de agosto a las seis de la tarde, aprovechando que la gran mayoría de los españoles están disfrutando de los primeros días de descanso.
Desde entonces, se ha especulado mucho sobre el destino elegido por Juan Carlos, que ha jugado al despiste hasta con su círculo más íntimo, al que telefoneó durante sus últimos días en España para despedirse.
Según han ido contando ellos mismos, a unos les dijo que se iría una temporada a Portugal. Otros, sin embargo, los sitúan en República Dominicana. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, evitó responder alegando que no tenía esa información. Al mismo tiempo, la Casa del Rey guarda un escrupuloso silencio sobre el paradero del monarca que ha hecho saltar todas las alarmas. ¿Sabe Felipe VI dónde está su padre?