En el Palacio de la Zarzuela sus inquilinos principales están ojipláticos, por expresar y visualizar con una palabra la sorpresa que les ha causado la DANA política generada, alentada, instigada y quizás urdida desde el Gobierno de coalición contra Felipe VI.
Todo empezó el miércoles 23 de septiembre cuando se conoció que Pedro Sánchez no había refrendado –eufemismo constitucional para no decir prohibido- la presencia del Rey en Barcelona, en la entrega de despachos a los jueces de la 69 promoción. Se rompía así la tradicional participación del monarca. Si la Justicia en España se imparte en su nombre, por más que sea un tecnicismo, lo normal habría sido que el Jefe del Estado presidiera dicho acto.
Todo lo que vino después, en los 10 días siguientes, es conocido. Una parte del Gobierno, la formada por los ministros de Unidas Podemos, escenificó unos ataques desproporcionados contra el Rey, sin parangón en los 45 años de democracia, con el connivente silencio del presidente del Gobierno.
A lo sumo, este viernes, desde Bruselas, Pedro Sánchez se limitó a defender "el pacto constitucional" debido al cual en España rige una monarquía parlamentaria, que él acepta, pero sin mencionar una sola vez por su nombre a Felipe VI. Ni tan siquiera se refirió en su intervención a la figura institucional del monarca.
Tan calculada frialdad, nueva muestra del evidente distanciamiento de Pedro Sánchez con Felipe VI, no ha sorprendido en Zarzuela. Digamos que ya están acostumbrados. Como siempre, desde Palacio no comentan los actos del Gobierno y rechazan verbalizar la más mínima queja con lo sucedido.
Sencillamente, en Zarzuela no se comprende cómo ha sido posible que una llamada "informal"y "por educación" de Felipe VI a Carlos Lesmes, presidente del Consejo General del Poder Judicial, explicando que le habría gustado estar en Barcelona en el acto de despachos a los nuevos jueces, haya provocado ataques de varios ministros.
El más furibundo, el de Alberto Garzón, ministro de Consumo, en términos como "[Felipe VI] ha roto su neutralidad política", "la situación [de la corona] es insostenible", "la monarquía está incumpliendo la Constitución que impone su neutralidad", "sólo es aplaudida por la extrema derecha".
Pablo Iglesias, el vicepresidente segundo del Gobierno de Sánchez, se limitó a dar la razón a su compañero en Unidas Podemos. Sólo le faltó repetir una de sus frases preferidas: "la tarea fundamental de Podemos es acabar con la Monarquía en España".
Resulta paradójico que el vicepresidente del Gobierno presuma de su gran sueño político, como es acabar con el actual régimen democrático constitucional, y reaccione de tal manera por una simple llamada de cortesía del Rey a los jueces. Así como si la maniobra de Felipe VI hubiera sido convocar en Zarzuela, en secreto, a los entorchados militares en su calidad de jefe supremo de las Fuerzas Armadas.
La llamada del Rey
Una persona próxima a Zarzuela explica a EL ESPAÑOL por qué, cómo y cuándo Felipe VI llamó a Carlos Lesmes: "El Rey si algo tiene escrupulosamente como pauta de comportamiento, por convicción y por ejercicio, es el respeto a sus funciones constitucionales de neutralidad e independencia. La llamada fue estrictamente de cortesía, para felicitar a los nuevos jueces. Aprovechando que todos estaban juntos, para hacerse la foto de familia. Sin ninguna intencionalidad, dice a Lesmes que transmita su felicitación. Y nada más. Sin dobleces".
Esta fuente dice no entender qué está pasando, aunque conoce bien la Historia. La explicación a la crisis institucional que se ha producido en los últimos días quizás se encuentra en el pasado reciente, en los meses previos a la llegada de la II República. Explica el catedrático José Luis Villacañas, autor del libro Historia del poder político en España, que a finales de 1930 y principios de 1931 todo condujo a vender que "la Monarquía no podía regir el Estado, representar a la nación, ordenar la sociedad. Ante este hecho se exigían responsabilidades históricas y se denunció el provecho ilícito, el despilfarro escandaloso y la corrupción de la que no escapaba el Monarca".
Noventa años después, el Estado también parece desordenado, desde el Gobierno se pone en duda que la Monarquía pueda regir la nación –"la situación de la corona es insostenible", decía Garzón-, España está inmersa en una permanente sensación de corrupción política, y aunque a Felipe VI no se le puede tachar de corrupto, las sospechas más que fundadas sobre su padre, Juan Carlos I, afectan a la imagen del rey actual.
La España de 1930
Los parecidos con la España de finales de 1930, que derivó en un cambio de régimen con el advenimiento de la II República, van más allá. El Congreso de los Diputados surgido en 1931 se parecía bastante al actual: ambos están repletos de personalidades microscópicas y personalismos macroscópicos.
Otro parecido más: el Congreso está atomizado entre numerosos partidos con representación parlamentaria, lo cual exige de malabarismos y equilibrios para conformar mayorías. Es lo que pasó habitualmente en la II República y le sucedió a Pedro Sánchez para conseguir ser investido el pasado 7 de enero de 2020.
El interlocutor de EL ESPAÑOL próximo a Zarzuela, muy aficionado a la Historia, recuerda las crónicas de Josep Pla desde el hemiciclo. En 1932 escribía el ampurdanés lo siguiente: "Para un país es una verdadera calamidad que la gente ligera, tumultuosa, tenga en un momento determinado la posibilidad de gobernar un país. La política requiere experiencia, madurez, temeridad, seriedad. Requiere, sobre todo, la indispensable claridad mental de no complicar con problemas artificiosos la ya pesadísima serie de problemas reales que la vida plantea constantemente".
¿Se parece aquella España a esta España, tanto en el paso de un régimen a otro, como en la egoísta mediocridad de sus representantes? Al menos, lo parece.
En Zarzuela, al no figurar en la Constitución entre los deberes del Rey, no se permiten plantearse si estos ataques desde el Gobierno, ya sea por acción o por omisión, obedecen a una estrategia. Felipe González, el líder indiscutible del socialismo español desde la caída de la dictadura franquista en 1975, ha asegurado que Pablo Iglesias, el líder del partido que sostiene a Pedro Sánchez en Moncloa, busca cambiar la Monarquía por una republiqueta que conduciría a la destrucción de España.
Los ataques contra Felipe VI y contra la monarquía parlamentaria surgen de manera descarada desde dentro del Gobierno y forman parte del adn de un buen número de partidos que posibilitaron el regalo que trajeron a España los últimos reyes magos: la elección de Pedro Sánchez como presidente del Gobierno.
La España constituyente
La expresión "crisis constituyente" no la pronunció ni Pablo Iglesias, ni Alberto Garzón, ni tan siquiera Gabriel Rufián. Salió de la boca del actual ministro de Justicia, Juan Carlos Campo. Y no fue dicha en un mitin o en una relajada charla de bar, de aquellas de antes de la pandemia. Fue el ministro Campo quien el pasado 10 de junio, miércoles, en la sesión del control al Gobierno, admitió a ERC que España vive "una crisis constituyente". Instó a "no dejar a nadie fuera"de "un debate constituyente" que, según su visión, supera la crisis sanitaria y económica.
Como decíamos más arriba, fue Campo quien hace 10 días, el 23 de septiembre, miércoles también, en otra sesión de control al Gobierno anunció el inicio de los trámites para el indulto de los condenados por el procés catalán del 1-0 de 2017. Unir este anuncio de indulto con la explicación de que el Rey no había sido autorizado para presidir en Barcelona el acto de la 69 promoción de jueces no pudo ser casual. Tampoco lo fue cuando en junio afirmó, nada menos que en el Parlamento, que España vive "una crisis constituyente".
El Rey molesta mucho
"Una crisis constituyente" donde no hay que "dejar a nadie fuera", salvo que moleste mucho. Jaime Mayor Oreja, el ex ministro del Interior de José María Aznar, descartado a última hora por éste como su sucesor, lleva años hablando de que España se dirige inexorablemente hacia un cambio de régimen, con una reedición del Frente Popular.
Mayor Oreja afirma que lo exacto, en este instante político, es sustituir el término Gobierno por proceso hacia un cambio de régimen, de tal manera que al final del camino la España de la transición nada tendría que ver con la resultante. Más o menos, sería como la republiqueta que vaticina Felipe González.
Afirmar que Pedro Sánchez está en un proceso constituyente resultaría temerario. Ni monarquía ni república, el líder del PSOE, de momento, sólo tiene una meta política: conseguir aprobar sus primeros presupuestos generales del Estado. Es su obsesión. Para materializarla, si es necesario, matará "la gallina y los huevos a la vez", como decía el mencionado Pla de algunos políticos de la II República, con el resultado conocido.
La meta de Pedro Sánchez
Así se explica lo que está sucediendo en España en las últimas semanas: como la marginación del Rey –porque molesta a los apoyos necesarios que ha de recibir Sánchez para aprobar sus presupuestos-; como los indultos prometidos a los protagonistas del referéndum ilegal catalán, con Oriol Junqueras a la cabeza; como las reuniones de la vicepresidenta Carmen Calvo con los nacionalistas e independentistas representados en el Congreso, cuyo líder en Moncloa es Pablo Iglesias; como los aplausos de la bancada socialista al portavoz de Bildu, el pasado miércoles, que dejó perplejos a muchos militantes del PSOE y a las familias víctimas del terrorismo de ETA; como la suspensión de los límites de gasto a los ayuntamientos anunciada por la ministra María Jesús Montero a principios de semana ("podéis gastar vuestros ahorros en su totalidad", dijo la encargada de velar el déficit arrastrando el "too".)
Si Pedro Sánchez consigue sacar sus presupuestos –y parece que sucederá- serán doblemente constituyentes: 1) para él, porque asegura en gran medida el agotamiento de la legislatura. Tendría casi cuatro años por delante a contar desde el 10 de noviembre de 2019 en que se celebraron las últimas elecciones; 2) para quienes sueñan con un cambio de régimen en el futuro.
Sánchez quiere repetir la jugada parlamentaria con la que el 7 de enero pasado fue elegido presidente del Gobierno: los votos del PSOE, Podemos, PNV, Más País, Nueva Canaria, BNG, Teruel Existe y cambiar las abstenciones de ERC (13 votos) y Bildu (5), de aquel día, por apoyos favorables.
¿Y qué papel juega el Rey en esta ecuación con votos procedentes de partidos que quieren la República y otra morfología de España? El que se está viendo: si es necesario, cosificarlo como un objeto entre la ignorancia y la afrenta.
El discurso de Cataluña
Este sábado 3 de octubre se cumplen tres años del discurso más importante de Felipe VI desde que es rey. Una intervención en la que emplazó a los "poderes del Estado" a poner fin a la "deslealtad inadmisible" del gobierno de la Generalitat.
Sus 6 minutos de discurso televisivo, con sus 800 palabras pronunciadas con una inusitada firmeza, dieron tranquilidad a la mayoría de España. Hubo una frase que pasó desapercibida, pero no para los independentistas: "Mi compromiso como Rey con la unidad y la permanencia de España".
Esta es la gran razón por la que partidos como Podemos y todos los independentistas querrían cambiar el artículo 62 de la Constitución según el cual el Rey ejerce el mando supremo de las Fuerzas Armadas, una de cuyas misiones es mantener la unidad de España.
Felipe, útil para todos
El Rey, pues, es útil para todos. Para quienes le quieren y para los que no. Para quienes defienden el sistema monárquico, como Felipe González, así como para hacer amigos republicanos desde el Gobierno de Sánchez y conseguir que aprueben el proyecto de Presupuestos.
Si sacar a Franco del Valle de los Caídos sirvió de distracción para soslayar problemas inmediatos del país, ahora parece tocarle este rol a Felipe VI.
De hecho, Gabriel Rufián, cada vez más próximo a Sánchez e Iglesias, exhibió esta semana una foto de Felipe VI, cuando tenía 7 años, en la que aparece saludando con una mano a Franco mientras en la otra sostiene un peluche. Según Rufián la imagen demuestra que en Zarzuela vive el diputado 53 de Vox. Otro golpe brillante de otro de los parlamentarios constituyentes que cobran mientras España se hunde.
Fuentes que se mueven por Zarzuela dicen que Letizia está triste y que Felipe VI, educado para no mostrar sus sentimientos, medita si se equivocó al hacer la llamada de cortesía que desencadenó la cacería. Es difícil reinar si no te dejan ni hacer una llamada. Desde luego, si este 3 de octubre quisiera pronunciar un discurso sobre Cataluña como el que le autorizó Rajoy en 2017, Pedro Sánchez, el constituyente, no le dejaría. Esto está claro.