"Ministro, yo sé que existe este señor (el chófer de Bárcenas) porque me pides que te informe". Ha sido casi como visualizar en directo la ruptura de una pareja. La confirmación de un divorcio ante notario. En el careo programado por el juez de la Operación Kitchen, Francisco Martínez, exsecretario de Estado de Seguridad, no ha dudado en apuntar con el dedo una vez más hacia la persona que tenía a su lado, el exministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, alguien en quien había confiado durante años como si fuera su padre.
"Yo era tu hombre de confianza, y estaba orgulloso de eso. Tú me lo consultabas todo", se lamentó Martínez, observando a quien fuera su superior. "Me siento abandonado, tirado y furioso", prosiguió. "Me has echado el ministro a las fauces de la prensa", añadió después.
Fuentes jurídicas relatan a EL ESPAÑOL cómo ambos negaron la mayor, se reafirmaron en sus posturas y trataron de desacreditar la palabra del otro. Ninguno concedió un metro de espacio en su parcela del cuadrilátero.
Fue la escenificación verbal y visible de la ruptura, del desacuerdo absoluto, la constatación de dos posturas antagónicas e irreconciliables sobre la operación Kitchen, el plan urdido presuntamente desde la cúpula de Interior para espiar y sustraer documentos comprometedores para el PP a la familia Bárcenas.
Tras el previsible desencuentro, del que apenas se sacó algo en claro -aparte de corroborar la irreconciliable relación entre el mentor y su hombre de máxima confianza-, el titular el titular del Juzgado Central de Instrucción número 6 de la Audiencia Nacional, Manuel García Castellón, ha dictado ya un auto con la orden de que Fernández Díaz entregue el teléfono que utilizaba en el año 2013, cuando arrancó Kitchen.
Dice el juez que ese terminal "ha adquirido la condición de verdadero cuerpo del delito" porque está relacionado directamente con la comisión del mismo. Ahí se podrá saber ya si los mensajes fueron enviados por Díaz o si todo lo que rodea esos SMS es una burda farsa, una "manipulación", como ha asegurado el ministro.
Hubo tensión, ironía, desacuerdo, cordialidad, eso sí, en un diálogo de contradicciones distendido, entre dos hombres que tiempo atrás trabajaron mano a mano en los recovecos más delicados del Estado.
Ruptura absoluta
Apenas duró dos horas el intercambio. Ambos se plantaron ante el juez para que este dirimiese responsabilidades, y para que el magistrado que instruye la causa, Manuel García Castellón, decidiera a cuál de los dos era al que tenía que creer.
El exministro y su principal subordinado, uña y carne en otros tiempos, llegaron prácticamente a la vez a la Audiencia Nacional, pero cada uno, una metáfora de su relación en los últimos tiempos, lo hizo por su lado. Fernández Díaz accedió desde la calle Génova y el exsecretario de Estado de Seguridad lo hizo, por su parte, desde la Plaza de la Villa de París.
Ninguno de los dos varió ni un ápice su declaración. El tono se elevó cuando Martínez sostuvo que fue Fernández Díaz quien que le preguntó por el chofer de Bárcenas, Sergio Ríos, como confidente en la trama. El ministro insistió una vez más, negando la mayor, rechazando todos los hechos que su subordinado le imputaba. Incluidos los SMS que supuestamente le había enviado.
Las cosas se arreglan de puertas para adentro. Los trapos sucios, se lavan en casa. Ya parece demasiado tarde para eso. Como un matrimonio resquebrajado, cuya tensión interna no permitiera resolver los problemas con una sencilla conversación,
"¿Soy yo un falsificador?"
Durante su declaración como investigado el pasado 30 de octubre, Jorge Fernández negó haber recibido o enviado a Martínez mensajes de los que se desprendería que estaba al corriente de la captación como colaborador del chófer de Bárcenas, Sergio Ríos, para conseguir sustraer al extesorero del PP documentación comprometedora sobre la financiación del partido.
Fernández mostró al instructor su móvil para poner de manifiesto que no tiene ningún mensaje de Francisco Martínez. Pero también aclaró que este teléfono sustituyó el pasado abril a otro que se le rompió y que es el que ahora le pide el juez.
García-Castellón ya resaltó la "carga incriminatoria" de los mensajes que Martínez dijo haber intercambiado con su antiguo jefe. Esos mensajes, protocolizados ante notario por exsecretario de Estado (quien luego los borró), hacen alusión al supuesto encargo que le hizo el exministro de captar a Sergio Ríos.
Ahora, en sede judicial, y frente a la persona que los protocolizó ante notario, el exministro ha vuelto a negar que él fuera realmente quien los redactara. Al comprobar a su antiguo jefe cerrado de nuevo en banda, Martínez explotó: "¿Acaso soy yo un falsificador?".
"Chófer B: Sergio Javier Ríos Esgueva (ahora hace esa función con la mujer). Es importante", habría escrito Fernández. En el segundo, el extitular de Interior habría anunciado a Martínez que le proporcionaría un contacto con el CNI. En el tercero de los mensajes registrados en acta notarial por el ex dos de Interior, el ministro celebraba el exitoso volcado de algunos de los dispositivos de los Bárcenas.
Fernández Díaz no se reconoce en ninguno de ellos, y Martínez se lo reprocha, y una vez más ninguno de los dos se pone de acuerdo con el otro. Como dos amigos que se traicionan entre sí, anclados en posturas irreconciliables.