Cada vez más Sánchez, y menos PSOE. La llegada al poder del Secretario General ha supuesto el fin de la en otra época convulsa vida interna del partido. Bien lo sabe el presidente del Gobierno, que hace apenas cuatro años protagonizaba una convulsa salida tras una célebre reunión del Comité Federal en la que los partidarios del "no es no" a Mariano Rajoy, empezando por el líder del partido, salían derrotados.
El resto es historia: la abstención que posiblitó el último Gobierno del PP, el regreso triunfal de Sánchez en las primarias de 2017 y la moción de censura de 2018, que abrió una nueva etapa política en España. Ahora, subido en la hegemonía que le dan sus dos victorias electorales de 2019, el líder socialista maneja un partido más pacificado, si escuchamos a los miembros de su aparato, o más dócil, si se quiere ver desde otro punto de vista.
Es verdad que los críticos siguen ahí, singularmente algunos barones, como los presidentes de Castilla-La Mancha, Extremadura y Aragón, a los que en la última semana, y a cuenta del acuerdo con Bildu para los Presupuestos, se sumaba la líder del PSOE andaluz, Susana Díaz, su antigua enemiga interna. Y por supuesto la vieja guardia, cada vez más alejada del partido que no hace mucho defendía con uñas y dientes. Valgan los nombres de Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo Terreros o Juan Carlos Rodríguez Ibarra.
Por este último, ex presidente de Extremadura, le preguntaban este martes en una rueda de prensa a Adriana Lastra. Con una frase lapidaria, la número dos del PSOE y portavoz parlamentaria, una de las fieles que resitió con Sánchez en 2016, sentenciaba a toda una generación de políticos: "Yo siempre escucho atentamente a nuestros mayores, pero ahora nos toca a nosotros. Somos una nueva generación a la que le toca dirigir el país y la dirección del Partido Socialista Obrero Español" subrayaba enfatizando todas y cada una de las palabras que están detrás de las históricas siglas del partido.
Otros dirigentes de menor rango como el diputado por Barcelona José Zaragoza, miembro de la dirección del Grupo Parlamentario, arremetía en Twitter contra Guerra, por las críticas del ex vicepresidente del Gobierno a la exclusión del castellano en una enmienda de la Ley Celaá educativa. Una postura muy similar a la defendida los últimos días por los Page, Vara o Lambán.
Olvido del Comité Federal
Precisamente los barones se han prodigado en entrevistas en público (o en Twitter, como hizo Vara para sugerir que el acuerdo con los de Otegi le producía vómitos) cuando menos oportunidad tienen de hacerlo en los órganos internos.
El citado Comité Federal, máximo órgano entre congresos del PSOE, debería reunirse al menos dos veces año, según consta en los estatutos del partido, pero en este 2020 cercano a concluir sólo lo ha hecho una vez.
Entre las competencias de este órgano figura la de "hacer el seguimiento de la labor del Gobierno de la Nación y del desarrollo legislativo". Un enunciado medido para, por ejemplo, la negociación presupuestaria. O también "garantizar que los modos de gestión" sean adecuados "a los modos de gestión socialista".
Naturalmente, no es difícil especular que los dirigentes regionales algo tendrían que decir en una reunión del Comité Federal, en la coyuntura actual, sobre el acuerdo presupuestario. Por ejemplo que ERC es un aliado "inquietante" y Ciudadanos un socio "fiable", como dijo el aragonés Lambán; que "la memoria de las víctimas de ETA" no se merece la relevancia de Bildu, como dijo el extremeño Vara o, más directamente, que "lo de Bildu no tiene un pase" como afirmó el castellanomanchego García-Page.
Otra de las funciones atribuidas estatutariamente al Comité Federal es el control de las decisiones de la Ejecutiva socialista. Pero ocurre que tampoco el órgano de dirección se prodiga en reuniones. Es cierto que la pandemia y el confinamiento de primavera influyeron en ello, pero a nadie se le escapa las posibilidades que los medios telemáticos ofrecen para este particular.
Baste un dato: Sánchez estuvo hasta dos meses sin presidir una reunión de la Ejecutiva desde el estado de alarma decretado en marzo. Volvió a hacerlo en mayo, pero apenas intervino telemáticamente durante cinco minutos.