La Guardia Civil ha trasladado al Ministerio del Interior una descripción sobre el seguimiento y detención de Igor el Ruso que altera los pasajes más polémicos de aquella operación desarrollada el 14 de diciembre de 2017 en Andorra (Teruel). El autor confeso de la muerte del ganadero José Luis Iranzo y los guardias civiles Víctor Romero y Víctor Jesús Caballero es Norbert Feher, un criminal serbio con un largo historial delictivo a sus espaldas que sigue en prisión preventiva en Dueñas (Palencia), a la espera de un juicio que se prevé celebrar en primavera.
El general de la brigada jefe de la Guardia Civil en Aragón, Carlos Crespo, propuso al Ministerio del Interior que premiase con la Cruz de Plata y Cruz Distintivo Blanco a 18 guardias civiles que participaron en la caza de aquel delincuente buscado internacionalmente y que fue detenido en Mirambel (Teruel).
Para que el ministro Fernando Grande-Marlaska le diera el visto bueno a su propuesta, le explicó al detalle la “frenética” e “intensa” investigación desplegada que se cerró en ocho horas, las que transcurrieron desde que el criminal mató a Iranzo a las 18.30 horas del 14 de diciembre de 2017 hasta que fue arrestado aquella madrugada. El dispositivo anterior, el que siguió el rastro de Feher tras disparar a matar a dos vecinos de Albalate del Arzobispo, lo despacha en cinco simples párrafos repletos de generalidades.
Entre el doble intento de homicidio y el triple crimen pasaron nueve días en los que Igor el Ruso robó hasta en 14 casas de campo de la zona. Aquellas jornadas se trabajó con “empeño”, “perseverancia”, “entrega” y “disposición”, justifica la Guardia Civil, pero “no se tenían datos o información alguna que permitiese augurar lo que posteriormente iba a acontecer”: que el peligroso atracador acabaría matando a bocajarro a tres personas sin ningún motivo.
Esta afirmación que se traslada a Interior no se ajusta a la verdad. Tras la denuncia del superviviente Manuel Marcuello, que describió a su atacante como un hombre "de complexión fuerte", que "vestía de militar" y que disparaba a matar, la Policía Judicial de la zona trabajaba con la firme convicción de que el delincuente seguía escondido muy cerca, preparado para cometer su siguiente atropello.
Los investigadores de la zona redactaron la víspera de los crímenes una nota informativa que incluía un retrato robot, las huellas de sus pisadas, la distancia que separaba los lugares donde robaba y una irrefutable conclusión: “El autor es el mismo de todos los hechos investigados”. Tras los asesinatos, la versión que se traslada a Marlaska es justamente la contraria: que no se pudo comprobar “que era el autor de dichos hechos contra el patrimonio” hasta que no fue detenido.
El general Crespo, encargado de detallar para el Gobierno los méritos de sus subalternos, ignora en la descripción de los hechos otro pasaje clave de aquella negra jornada. Iranzo fue asesinado en la puerta de su explotación ganadera minutos después de buscar a Feher con seis de los 18 guardias civiles a los que ahora quieren recompensar por aquella infructuosa operación.
Al ministro Marlaska simplemente se le informa de que “una patrulla recogió el cuerpo de José Luis Iranzo, que se encontraba en el suelo junto al acceso de su masico”, pero el relato que articula la Guardia Civil ignora por completo que el ganadero formó parte de la última batida fallida que organizó la Benemérita antes de que el delincuente sumara tres muertos más a su historial.
Dos civiles
La Guardia Civil tampoco informó al Gobierno de que, una vez muerto Iranzo y Feher recogía sus cosas para huir, se sirvieron de otro paisano, Víctor Gracia, para que les desplazara hasta el lugar de los hechos: no sabían llegar a la zona que habían rastreado aquella misma tarde.
Los dos civiles, Iranzo y Gracia, se sumaron al operativo con sus vehículos particulares y a ninguno se les prestó protección, a pesar del evidente peligro que corrían: minutos después de que Feher matara a Iranzo, la Guardia Civil introdujo a Gracia hasta el mismo lugar del crimen. Este vecino andorrano, al que nadie advirtió del suceso que acababa de ocurrir, encabezaba la comitiva en la que Igor el Ruso acribilló a tiros a Romero y a Caballero. En la descripción de este pasaje, la Guardia Civil ni menciona que pidieron ayuda a un hombre que no se cruzó en el camino de Feher por pocos minutos.
La mañana de su muerte, Iranzo puso una denuncia en el cuartel de la Guardia Civil porque Feher -todavía un delincuente peligroso sin identificar- había entrado a robar en su explotación. Nadie desalojó la explotación y, unas horas después, acabó con su vida allí mismo.
Estos datos tampoco aparecen en el abultado expediente que la Guardia Civil presentó en Interior para que Grande-Marlaska premiara una actuación policial que el ministro elogió cuando se vio obligado a retrasarlas. Interior rectificó cuando recibió ocho recursos administrativos exigiendo la revocación de unos premios que consideran "inmerecidos". Teniendo de base para conceder las condecoraciones este expediente plagado de medias verdades, el ministro habló de que la Guardia Civil había hecho una "laboriosa" actuación.
El lugar del crimen
El Ministerio del Interior recibe también una versión alterada sobre cómo se evacuó del lugar del crimen a Iranzo. La Guardia Civil hace creer que se le auxilió de manera inmediata cuando los agentes Javier Muñoz Pérez y Santiago Menjíbar Entrena se lo encontraron tirado en el suelo de su explotación. "Localizaron el cuerpo sin vida de Iranzo y, sin dudar un momento y en aras de proteger su vida, lo introdujeron inmediatamente en su vehículo y lo trasladaron al centro de salud, donde confirmaron su fallecimiento", cuentan al Ministerio.
Los agentes localizaron a la víctima pero, dando por hecho que estaba muerta, la dejaron en el terreno para ponerse ellos a salvo. Unos metros después, el padre del fallecido -quien había dado la voz de alarma- salió de su escondite al encuentro de la patrulla, los paró y los agentes lo subieron al vehículo para sacarlo de allí, sin avisarle de que habían dejado atrás a su hijo, que acababa de morir.
Cuando todos se reencontraron en el centro sanitario de Andorra, el alférez Melchor Bravo, con otros compañeros, regresó al lugar del crimen para recoger el cuerpo sin vida de Iranzo, sin esperar a que un juez levantara el cadáver. En ese momento, Feher permanecía huido con el vehículo del ganadero y las armas de los guardias civiles muertos.
El arma
Tras el crimen, la Guardia Civil trabajó 72 horas de forma ininterrumpida para elaborar “innumerables informes técnicos cuidadosamente confeccionados” para “consolidar la relación” del autor con los hechos investigados.
El "exhaustivo análisis" y los "estudios" que hicieron a marchas forzadas confirmaron que el detenido mató con la misma arma a dos personas en Italia en abril. La información que pasan por alto es que Feher utilizó también esa pistola en Albalate del Arzobispo nueve días antes del crimen, pero los casquillos no los enviaron a analizar hasta diecisiete días después. Feher tuvo tiempo de sobra para volverla a desenfundar y, esta vez, acertar en el tiro.
Condecoraciones
En el escrito de propuesta de condecoraciones, destaca los méritos que se le cuelgan al capitán de la Comandancia de Alcañiz, Horacio Requena, de quien se resalta su “excepcional actuación la tarde noche del día 14 tras los trágicos acontecimientos”.
Requena auxilió a Romero y Caballero porque llegó con ellos a la llamada de auxilio y les ordenó que se salieran de la comitiva para revisar un vehículo, que resultó ser el asesino. En el juzgado, sin embargo, reconoce que no participó en la Operación Jaula que se puso en marcha para detener a Feher. A pesar del caos y el estrés que sufría la comarca aquellas horas, su única tarea tras los crímenes fue trasladarse a Alcañiz para contar a las familias de los guardias civiles el desenlace fatal.
La inseguridad
En el apartado de observaciones, la Guardia Civil presume ante Marlaska de que la detención de Igor el Ruso permitió "erradicar la palmaria sensación de inseguridad que se había creado" en la provincia y sirvió para "reforzar de forma contundente la imagen de la Guardia Civil".
La sensación de inseguridad, sin embargo, se multiplicó exponencialmente en la localidad cuando Feher fue detenido y los ciudadanos sintieron que podría haber muerto cualquiera, porque no se informó de que un peligroso atacante andaba suelto y nadie corrigió unos hábitos diarios de vida que, en muchos casos, incluía subir al monte donde la Guardia Civil sabía que se escondía el serbio.
Días después de la tragedia, más de 4.000 personas se manifestaron en el municipio -7.500 censados- para exigir responsabilidades por no haber evaluado de forma correcta la peligrosidad del criminal y haber ocultado a la sociedad el peligro que corrían hasta que el daño era ya irreparable. Los cuerpos de élite de la Guardia Civil llegaron al territorio cuando hubo tres muertos encima de la mesa: nadie consideró oportuno activarlos tras el doble intento de homicidio.
Como el silencio fue la única respuesta que se obtuvo a la protesta ciudadana, se entregaron 21.000 firmas en la Subdelegación del Gobierno de Teruel para pedir la dimisión del entonces delegado y subdelegado del Gobierno, Gustavo Alcalde y José María Valero. Los ciudadanos también exigían hace dos años y medio la salida del propio general de la brigada de Aragón que entrega al ministro un relato amputado sobre una tragedia que, tres años después, aún supura en la Comarca de Andorra-Sierra de Arcos. Este verano, el Consejo de Ministros ascendió al general Carlos Crespo, que dejó de ser jefe de la Guardia Civil de Aragón para convertirse en general de División.