La intervención del Rey esconde un mensaje rotundo en sólo 53 de las 1.920 palabras pronunciadas. Sibilinamente citó el comunicado en el que le repudió el 15 de marzo, aunque pocos se habrán dado cuenta.
1. El (no) parto de los montes
Es una de las fábulas más conocidas de Esopo. Se utiliza como ejemplo de la frustración que produce el desenlace de ciertos acontecimientos anunciados como extraordinarios.
Para quien no sepa o quiera leer entre líneas, es lo que puede pensar tras escuchar (incluso tras leerlo) el discurso de Felipe VI pronunciado en Nochebuena. Cabría decir: “La montaña parió un ratón”; o sea, el Rey no condenó con la suficiente energía los escándalos económicos de su homólogo y señor, el Rey honorífico. El hijo, Felipe, dejó escapar vivo al padre, Juan Carlos… Y no fue exactamente así.
2. Las 53 palabras
De las 1.920 palabras pronunciadas por Felipe VI, en realidad sobraban 1.867, a decir por lo que se esperaba. ¡Que corriera la sangre real! Por tanto, en el seguramente discurso navideño más largo desde que reina (2014), el Rey no pasó por alto el acto de alta traición cometida por su padre al poner en peligro con sus pillajes su labor como heredero.
El párrafo acusador pronunciado esta noche del 24 -(“Ya en 2014, en mi Proclamación ante las Cortes Generales, me referí a los principios morales y éticos que los ciudadanos reclaman de nuestras conductas. Unos principios que nos obligan a todos sin excepciones; y que están por encima de cualquier consideración, de la naturaleza que sea, incluso de las personas o familiares”)- fue extraído casi literalmente de su discurso de proclamación en el Congreso el 19 de junio de 2014.
El Rey no pasó por alto el acto de alta traición cometida por su padre al poner en peligro con sus pillajes su labor como heredero
Y este mismo párrafo fue el que encabezó el comunicado de la Casa del Rey, publicado el 15 de marzo pasado, en el que públicamente repudió a su padre al conocerse que Juan Carlos había puesto a su hijo, sin él saberlo, como beneficiario y tapadera de dos fundaciones suizas –“Zagatka” y “Lucum”- en las que el antiguo rey ingresó los millones oscuros de regalos, comisiones y otras mangancias.
Recuérdese que a través de este comunicado del 15 de marzo, al que Felipe VI se refirió sin citarlo, declaró a su padre indigno de recibir una asignación de los Presupuestos de la Casa del Rey, de representarle a él en actos oficiales, además de renunciar a recibir cualquier tipo de herencia cuando Juan Carlos muera.
Este comunicado del 15 de marzo fue el discurso de Nochebuena por adelantado que algunos esperaban, aunque lo hiciera antes de la Semana Santa.
3. Aunque no lo quemó…
¿Alguien podía creer que Felipe VI iba a 'quemar' a su padre delante de todos los españoles, minutos antes de la cena de Nochebuena, como si se tratara de un cordero mal asado? Y, sin embargo, como decíamos antes, no se anduvo con contemplaciones.
4. Felipe habló para 'los suyos'
Los 'suyos', quienes apoyan la gestión de Felipe VI, son más de los que los socios de Pedro Sánchez quisieran. Según la última encuesta de Metroscopia, el actual Rey obtiene el respaldo del 74% de los ciudadanos encuestados. Según el último estudio del CIS, la Corona sólo es un problema para el 0,3% de los españoles, cuando en 2014, cuando surgió Podemos, lo era para el 0,6%.
Por tanto, la erosión de la campaña de Podemos es mínima. Además, Zarzuela opina que la mayoría de los españoles no verían con buenos ojos si Felipe VI se hubiera mostrado especial y públicamente cruel con su padre. Y menos en Nochebuena.
Quienes apoyan la gestión de Felipe VI son más de los que los socios de Pedro Sánchez quisieran
5. El guiño 'izquierdista'
Más allá de que casi tres cuartas partes del discurso de Felipe VI estuvieron dedicadas al gran problema vivido en España con la pandemia, con un llamamiento a la unidad para superar “el dolor”, “el vacío”, “la angustia”, “el desánimo”…., el Rey enfatizó especialmente la necesidad de proteger a “los más vulnerables” y de “luchar contras las desigualdades”.
Todas estas frases anteriores así como la siguiente podrían haber sido escritas por Pedro Sánchez o por Carmen Calvo: “El otro gran problema y reto es la crisis económica y evitar, sobre todo, que derive en una crisis social”. Y añadió en lo que sólo puede interpretarse con una posición del Jefe del Estado a favor de la actuación solidaria gubernamental: “Cada persona importa y mucho. Por tanto, las personas y las familias deben ser nuestra preocupación fundamental”.
Quizás sin quererlo, Felipe VI le quitó el discurso a su gran enemigo en el gobierno de coalición, el vicepresidente Pablo Iglesias.
6. Jefe de Estado, no como hijo.
Si en el discurso de Nochebuena hubiera sobresalido el padre, habría dejado de sonar como lo que Felipe VI es: el jefe del Estado. Tomás de la Quadra-Salcedo, ministro de Justicia con Felipe González, escribía hace unos días: “En una monarquía parlamentaria la jefatura de Estado no es propiedad de la familia real, es una institución del Estado y cualquier cosa que le afecte con relevancia pública corresponde gestionarla al Gobierno y, en su caso, a las Cortes”.
Y añadía el ex ministro, tras plantear que Felipe VI no debía pedir perdón por la conducta de su padre: “Admitir que las eventuales faltas de uno se transmiten a su hijo va en contra de los principios liberales e ilustrados”.
El trabajo sucio, o limpio, depende de cómo se mire, ha de tomarlo el presidente del Gobierno
En el mismo sentido, la catedrática de Ética y Filosofía Adelina Cortina argüía que “en las sociedades tribales, colectivistas y en grupos mafiosos los hijos pagan por los padres y los padres por los hijos”. Afortunadamente, ahora vivimos en la era del individuo.
7. Y este cuento no ha acabado…
En relación con el punto anterior, es cierto que el Código Civil regula la responsabilidad parental respecto a la actuación de sus hijos en determinadas situaciones (artículo 1.754/55), pero no sucede así al contrario: la responsabilidad de los hijos por la actuación de los padres.
Aunque conviene no olvidar, claro, que la Corona es hereditaria, y el acto de heredar procede de la persona de la que se hereda. Si resulta no ser honorable y porfía en ello, alguna medida más habrá que tomar para mantener la corona enhiesta y, a su vez, donarla con garantías. En este caso, a la princesa Leonor.
Si bien el discurso de Nochebuena no era el momento adecuado para tomar más medidas contra Juan Carlos I, no es de descartar que en un futuro Felipe VI tenga que tomar el escalpelo de la pluma y firmar. Este acto final sería la supresión del título honorífico de Juan Carlos como Rey. En este caso, el trabajo sucio, o limpio, depende de cómo se mire, ha de tomarlo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, mediante la aprobación de un Real Decreto en consejo de ministros, firmado luego por el Jefe del Estado.
Tan drástica medida no será, tampoco, el regalo de Reyes que recibirá Juan Carlos el próximo 5 de enero, el día que cumplirá 83 años ¿en su exilio en Abu Dabi?