Termina 2020, el año de la pandemia, el año de los 1,8 millones de fallecidos en todo el mundo, de los sistemas sanitarios saturados; del cierre de empresas y la ruina de familias; de la necesaria cooperación y de la alta tensión política; el que significará un antes y un después en nuestra forma de relacionarnos, comunicarnos o trabajar. También, el de una carrera científica sin precedentes que ha obrado las vacunas que aspiran a devolvernos la rutina.
España no ha sido ajena a la tragedia. Muy al contrario, y tras la estela de China e Italia, centró la atención en los meses de la primera ola con un desmedido número de contagios y fallecidos centrados en 100 días de estado de alarma, confinamiento y mando único.
Hasta marzo, parecía tratarse de un año 'ordinario' con gran carga política heredada de un 2019 turbulento que no dio tregua ni en Navidad.
Investidura
Ya el 3 de enero, la Junta Electoral Central inhabilita a Quim Torra como diputado del Parlament. El contencioso no se resolvió hasta el 28 de septiembre, en el Tribunal Supremo y en este mismo sentido: Torra dejó de ser presidente de la Generalitat de Cataluña por desobedecer de forma "contumaz y obstinada" a la Junta con aquella pancarta reclamando la "libertad de los presos políticos y exiliados".
Sin tiempo para la digestión de la polvareda del 3 de enero, tocó investidura en Reyes, que triunfó en segunda votación el 7 de enero. Con la abstención de ERC y EH Bildu, el Congreso de los Diputados hizo a Pedro Sánchez presidente del primer Gobierno de coalición en democracia, con Pablo Iglesias de vicepresidente segundo y cuatro carteras en manos de Unidas Podemos.
En aquella primera foto del Consejo de Ministros en la escalinata de Moncloa, uno de los rostros que pasó más inadvertido fue el de Salvador Illa. Se le consideraba la 'cuota PSC' en el Ejecutivo y Sanidad, un destino desprovisto de competencias. Como entonces contamos en EL ESPAÑOL, tenía la tarea de dirigir un ministerio devaluado, con muchos retos y escaso presupuesto. Poco tardó la previsión en saltar por los aires.
Wuhan
En aquellos primeros días de enero ya se hablaba de un virus remoto. El 4 de enero, la Organización Mundial de la Salud (OMS) informó del creciente número de casos de neumonía en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei (China), sin fallecidos. La prensa local se hacía eco de forma tímida. El 8 de enero, The Wall Street Journal alzó la voz: Científicos chinos descubren un nuevo virus al investigar un brote de neumonía.
Se trataba de un nuevo coronavirus, el SARS-CoV-2, que producía la enfermedad Covid-19, y Wuhan era sólo el punto de partida. El 30 de enero, con 7.818 casos en 19 países, la OMS declara el brote una emergencia de salud pública de importancia internacional. No es hasta el 11 de marzo cuando, "profundamente preocupada por los niveles de propagación y su gravedad y por los niveles también alarmantes de inacción", determina que la Covid-19 "puede caracterizarse como una pandemia".
A comienzos de marzo, la vida ya no era como la conocíamos. Se extendía la noción de que el virus, que empezaba a llevarse sus primeras vidas en España, nos concernía. Ya se había suspendido el Mobile World Congress de Barcelona y otros grandes eventos seguían el mismo camino. Italia asustaba y empezaron las restricciones para viajar. Entretanto, los medios dábamos cuenta de contagios en residencias de mayores y comparecía Fernando Simón, al que recordábamos de la crisis del ébola en 2014, con un mensaje comúnmente técnico y tranquilizador.
Madrid
Y se estrechó aún más el cerco. De conocer los casos por la prensa a tenerlos en el entorno familiar o de amigos, a descubrir que personas de relieve público como políticos o deportistas contraían el virus.
En ese contexto se llegó al 8-M y las mismas manifestaciones que en años anteriores asombraron más allá de nuestras fronteras quedaron esta vez en segundo plano por la controversia en torno a su mera celebración en las calles, a lo que no ayudó que en días posteriores se conociera el positivo de algunas de sus asistentes y promotoras más destacadas, caso de Irene Montero, Carolina Darias o Carmen Calvo.
El 8-M llegó a los tribunales, pero no prosperó. A sus marchas habían acudido los principales partidos salvo Vox, que ese mismo 8 de marzo, domingo, estaba de congreso en un abarrotado Vistalegre. Javier Ortega Smith y Santiago Abascal anunciaron su contagio en días posteriores. Ese fin de semana, de hecho, no paró la restauración, la noche, el fútbol, los cines...
Estado de alarma
Sería el último fin de semana de muchos. El siguiente, el Consejo de Ministros estaba rubricando el estado de alarma -14 de marzo-, el mando único y el confinamiento de la población, que sólo podía abandonar su casa para desarrollar trabajos esenciales o adquirir bienes de primera necesidad.
Fueron 100 días de cifras espantosas y comparecencias diarias de los máximos responsables sanitarios y mandos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, que velaron y velan por el cumplimiento de las restricciones o la habilitación de hospitales de campaña o morgues como la que Madrid tuvo que improvisar en el Palacio de Hielo. Una primavera bajo techo mientras los sábados por la noche solía comparecer el presidente del Gobierno pidiendo disciplina y resistencia y anunciando prórrogas de la alarma.
Las prórrogas -fueron seis- necesitaban la aprobación del Congreso de los Diputados. Sólo la primera de ellas, el 26 de marzo, se solventó con amplia mayoría y unidad en torno a la acción del Gobierno. Aquel día, ERC, EH Bildu, JxCat, la CUP y BNG se abstuvieron mientras que PP, Vox y Ciudadanos apoyaron. Primero Vox y luego PP se cayeron en las posteriores prórrogas, no así Ciudadanos, que respaldó la alarma en las votaciones más ajustadas.
200.000 millones
Sánchez y su recién aterrizado gobierno también tuvieron que apresurarse para tratar de salvar las inmensas pérdidas para las empresas y de empleos. Dio luz verde a los ERTE, a una moratoria en las cuotas a la Seguridad Social o a la prohibición de desahucios y cortes de suministros básicos. El presidente se comprometió al desembolso de 200.000 millones de euros, casi un 20% del PIB, para afrontar el impacto económico y social del coronavirus. En junio, el Congreso aprobó sin ningún voto en contra el Ingreso Mínimo Vital, por ahora un laberinto burocrático para los potenciales solicitantes.
Asombrados, asustados, impotentes, los españoles se vieron forzados a sacrificar su día a día, a incluir en su lenguaje conceptos como 'la curva', 'la nueva normalidad', 'desescalada'; a seguir normas de higiene y relaciones humanas muy estrictas; a seguir con angustia cada mañana a las 11 la actualización de los datos. El 2 de abril, era jueves, el mayor de los sobresaltos: 950 muertos en 24 horas.
Por eso un 2020 sin Semana Santa, sin Fallas, sin Sanfermines; sin Eurocopa, sin Juegos Olímpicos; sin estrenos de cine, sin conciertos. Las elecciones vascas y gallegas, convocadas en abril, terminaron celebrándose en julio, con Iñigo Urkullu y Alberto Núñez Feijóo como vencedores.
Fernando Simón
A medida que se extendía el confinamiento las críticas se hacían más feroces, más virulentos los excesos verbales contra un Gobierno acusado de tomar decisiones unilaterales, no siempre amparadas en la ciencia y de falta de transparencia, en especial con la cifra de fallecidos o la composición/existencia del comité de expertos que diseñaban restricciones, vuelta a las calles, aforos en las terrazas o centros comerciales o criterios para los cambios de fase.
Los aplausos a los sanitarios, los mensajes de ánimo o el 'saldremos más fuertes' fueron fundiéndose en el desánimo, en la monotonía. Y tras Sánchez e Illa, Simón, el hombre inalterable, terminó por dividir a la población entre quienes le respetaban y hasta adoraban y quienes en ocasiones por optimista, en otras por algún patinazo, otras por entrevistas o apariciones televisivas interpretadas como inadecuadas creen que debería haber dimitido.
Ayuso
Otras dos figuras sobresalientes este año y en esta crisis son Isabel Díaz Ayuso y José Luis Martínez-Almeida, dos formas muy diferentes de hacer política y también de hacerse fuertes en estos tiempos difíciles en su partido y entre sus potenciales electores. Madrid ha liderado los contagios, los fallecidos y también la guerra contra la gestión del Gobierno, al que acusan de haberse movido por intereses estrictamente partidistas y de querer arruinar a la Comunidad y a la ciudad.
Ayuso ha sido y es la dirigente que con mayor vehemencia ha insistido en que es posible no tener que elegir entre salud y economía si se adoptan medidas "concretas", "quirúrgicas" y "efectivas", en caso alguno generales y que pongan en peligro el sustento de las familias y las empresas.
El grueso de Comunidades Autónomas, Madrid a la cabeza, criticaron hasta junio al Gobierno por no tener voz y en verano, a medida que se avistaba la segunda ola, de lavarse las manos y dejarlas desamparadas. Llegado el otoño, Sánchez optó por una vía intermedia para un nuevo estado de alarma -decretado el 25 de octubre- que abarcara la Navidad, con Sanidad pactando unas restricciones de mínimos con las regiones y dejando a éstas vía libre para endurecerlas en la medida de sus necesidades. La solución tampoco ha contentado a todos.
Según ha concluido recientemente el INE, sólo entre marzo y mayo murieron 45.684 personas en nuestro país por Covid-19, 18.557 más que las que notifica el Gobierno. El epicentro de la tragedia tuvo lugar en las residencias: datos de las Comunidades Autónomas cifran en 24.246 los internos fallecidos hasta diciembre por el nuevo coronavirus o síntomas compatibles.
Juan Carlos I
2020 ha sido también un año crítico para la Corona, con tres hitos. El primero de ellos, el 15 de marzo, al inicio del confinamiento, cuando Casa Real comunica que Felipe VI renuncia a cualquier herencia "que personalmente le pudiera corresponder" de su padre, Juan Carlos I, al que le retiraba la asignación que le correspondía de los Presupuestos, de 194.232 euros anuales. Era la reacción del Rey a las graves informaciones en relación con dos cuentas offshore del Emérito en las que su hijo figuraba como beneficiario.
El segundo hito, también al hilo de los acontecimientos, es otro anuncio de Casa Real, el 3 de agosto: Juan Carlos I abandona España "guiado por el convencimiento de prestar el mejor servicio a los españoles" y para "contribuir a facilitar el ejercicio de las funciones" a su hijo. La catarata de revelaciones sobre la gestión opaca del dinero entregado por Arabia Saudí al Emérito fue decisiva para la marcha, con gran trascendencia de las exclusivas publicadas por María Peral en EL ESPAÑOL, al destapar, entre otros asuntos, que Juan Carlos I encargó en Zarzuela "crear una estructura" para ocultar dinero saudí en Suiza. Se encuentra en Emiratos Árabes Unidos desde entonces.
La regularización fiscal del Emérito no zanja sin embargo las investigaciones en torno a él y la Fiscalía ya ha anunciado que estudiará la "espontaneidad" del pago
El tercer hito parte de un tercer comunicado, éste ya de sus abogados, para informar de que Don Juan Carlos había regularizado su situación fiscal en lo relativo a las donaciones por valor de más de 800.000 euros recibidas del empresario británico-mexicano Allen Sanginés-Krause entre 2017 y 2019, abonando 678.393,72 euros, incluyendo intereses y recargos. Este movimiento no zanja sin embargo las pesquisas en torno al Emérito. De hecho, a las pocas horas de conocerse, la Fiscalía hizo saber que estudiaría la "espontaneidad" del pago y en cualquier caso en el marco de una investigación más amplia.
PSOE vs Podemos
La reacción de los distintos partidos a estos acontecimientos ha sido la esperable, con la diferencia esta vez de que el más poderoso entre los combativos contra la Monarquía, Podemos, está en el Gobierno. Así, los escándalos han generado roces en el seno de un ejecutivo que Pablo Iglesias asegura que está formado por un partido "monárquico", en referencia al PSOE, y por otro, el suyo, republicano.
Los morados, que en un reciente vídeo y con la música de la serie 'Narcos' comparan a la Familia Real con la de Pablo Escobar, no separan la trayectoria del actual jefe de Estado y la del anterior y auguran que "más pronto que tarde" habrá república. Ante esto, el lado socialista, con Sánchez en cabeza, mantiene el discurso institucional y aguanta el chaparrón a la espera de que escampe en Zarzuela.
La legislatura ya sólo será breve si la coalición salta por los aires, escenario que por días no parece descabellado
Las 'dos almas' del Gobierno traen de cabeza a su presidente, pero necesita a Iglesias, más después de la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, el mayor éxito para un ejecutivo débil en lo cuantitativo que perseguía una legislatura a término. El mandato ya sólo será breve si la coalición salta por los aires, escenario que por días no parece descabellado, llegando Unidas Podemos a presentar una enmienda a los Presupuestos de su Gobierno junto a Bildu y ERC.
Iglesias, el más débil de los socios, marca terreno y si el PSOE gana una contienda, la opinión pública no tarda en conocer las diferencias y los detalles. Sonados han sido los encontronazos del vicepresidente segundo o alguno de sus compañeros de filas con Nadia Calviño, Juan Carlos Campo o Margarita Robles.
PP, Vox, Cs
A día de hoy, en una hipotética contienda electoral, poco cambiaría respecto a las elecciones de 2019, lo que en EL ESPAÑOL calificamos hace algunas semanas como 'encefalograma plano' en un análisis de la evolución de voto a lo largo del año y de la pandemia. Esto significa que tampoco ha sufrido desgaste Pablo Casado, que en su examen más importante del año, la moción de censura, derrotó y desquició desde el estrado a Santiago Abascal con una minuciosa y apasionada exposición basada en las diferencias entre PP y Vox. Fue alabado hasta por la izquierda.
Tras escuchar a Casado aquel día, 22 de octubre, Sánchez congeló su iniciativa para renovar el Consejo General del Poder Judicial por mayoría simple y tendió la mano al presidente del PP para dar una nueva oportunidad al acuerdo. No lo ha habido: Casado no quiere a Podemos en el órgano de gobierno de los jueces, al tiempo que Podemos presiona para sacar del congelador la propuesta y actualizar el CGPJ con los apoyos de la investidura o los Presupuestos. Entretanto, el Gobierno trabaja para limitar las funciones del organismo que preside Carlos Lesmes, entre ellas los nombramientos.
Otra gran bronca política reciente se ha generado en torno a la nueva ley educativa, la denominada 'Ley Celaá', atacada por la oposición por eliminar el castellano como lengua vehicular en la enseñanza y que inquieta a los padres con hijos en centros de educación especial y a la concertada. Por contra, el curso parlamentario ha concluido con un hito que va más allá de la legislatura, de tintes históricos, pues ha sido aprobada la Ley de Eutanasia, a la que ya solo resta la convalidación del Senado. Saldrá adelante con la oposición de PP y Vox.
El capítulo político no se puede cerrar sin mencionar a Ciudadanos, que ha dejado atrás a Albert Rivera. Inés Arrimadas ganó las primarias en marzo y con poco que perder, se propuso que 10 diputados no fueran una excusa para la irrelevancia sino una oportunidad para recuperar la imagen de un partido que defiende poder pactar a izquierda y derecha. La pandemia puso en bandeja a Arrimadas la posibilidad de trascender y la aprovechó, salvando las últimas prórrogas del estado de alarma y cooperando con el Gobierno en medidas sensibles de la desescalada, incluso en la negociación de los Presupuestos, de la que se bajó la última semana al constarar que Sánchez "prefiere a Arnaldo Otegi y a Oriol Junqueras".
La pandemia ha bajado la intensidad del independentismo en un año que ha obligado a desviar el foco, de transición hacia un 2021 con dos tramas por resolver: el ganador de las elecciones del 14 de febrero -los principales sondeos dan por ganador a ERC, que necesitaría al PSC para gobernar- y el indulto a los presos del 'procés', una patata caliente en un Gobierno central también dividido sobre esta cuestión. A comienzos de diciembre, el Tribunal Supremo negó el tercer grado a los condenados por "pematuro". También relevante fue en octubre la absolución de Josep Lluís Trapero, restituido por el Govern como major de los Mossos d'Esquadra.
Fondos europeos
A escala europea, las instituciones comunitarias y sus responsables han dado la talla. El desacuerdo habría tenido consecuencias catastróficas. La fumata blanca, contó en su crónica Juan Sanhermelando el 21 de julio, llegó tras una maratón negociadora agónica de cinco días: los jefes de Estado y de Gobierno alcanzaron un acuerdo histórico para la creación de un fondo de reconstrucción de 750.000 millones de euros para amortiguar el impacto de la Covid-19. "Lo hemos conseguido. Europa es fuerte y está unida", proclamó Charles Michel, presidente del Consejo Europeo a las 5:30 horas de la mañana.
Si no hay contratiempos, las ayudas europeas empezarían a llegar a España antes del verano de 2021 -Sánchez prevé recibir hasta 140.000 millones, de los que 72.700 serán transferencias a fondo perdido- siempre que el Gobierno presente un plan y un calendario de reformas que satisfaga a Bruselas, tarea que ocupa a Nadia Calviño (y también al gurú económico de Podemos, al que Iglesias ha colocado en el equipo de trabajo).
Empleo, deuda
En el año de la pandemia, que en lo laboral ha sido el de los ERTE y el teletrabajo, el mes de noviembre, el último conocido, cerró con 3.851.312 personas sin trabajo y 746.900 inmersos en un expediente de regulación temporal de empleo, cantidad un 80% inferior a la de abril, el mes del gran batacazo.
Eduardo Ortega Socorro analizó en Invertia cómo la pandemia del coronavirus sólo necesitó 14 días de marzo para llevarse por delante 898.000 empleos frente a los 101 que transcurrieron en plena crisis financiera entre octubre de 2008 y febrero de 2009. Mientras la crisis de Lehman Brothers acababa unos 8.900 puestos de trabajo al día, la Covid-19 lo hacía cada 24 horas con 64.200. La "hibernación" de la actividad productiva -como la definió la ministra de Hacienda María Jesús Montero- destruyó siete veces más empleo que la Gran Recesión de 2008. Sirvan como ejemplo el sector del turismo, los hoteles y las aerolíneas, heridos de gravedad.
La "hibernación" de la actividad productiva -como la definió la ministra de Hacienda María Jesús Montero- destruyó siete veces más empleo que la Gran Recesión
Además, la deuda del conjunto de las Administraciones Públicas alcanzó en el tercer trimestre del año los 1.308.085 millones de euros, con lo que marcó un nuevo máximo histórico y se situó en el 114,1% del PIB, como consecuencia de la crisis y las medidas para paliar sus efectos, publicó el Banco de España. Este organismo es menos optimista que el Gobierno sobre el impacto en la economía de la segunda ola de coronavirus en el cuarto trimestre. La institución prevé un retroceso del 9,8% frente al mismo periodo de 2019.
Trump
El país más castigado por la Covid-19 en el mundo ha sido y es la primera potencia, Estados Unidos, con -hasta la fecha de esta edición- cerca de 17 millones de contagiados y más de 300.000 muertos. Donald Trump descartó las restricciones, mantuvo la economía y las calles abiertas y, burlón, restó gravedad al que llamó "virus chino" o "kung flu". Semanas más tarde, con los hospitales y las morgues al borde del colapso, propuso en rueda de prensa en la Casa Blanca "inyectar desinfectante" para "limpiar los pulmones" de los pacientes o "golpear el cuerpo con una luz tremenda".
Llegó la campaña electoral y Trump tenía serias opciones. Abarrotó aforos allí donde podía y donde no, cargando contra los estados que impedían eventos masivos y saltándose toda prohibición de asistencia, distancia o higiene. Su rival era Joe Biden, del que se mofó por su edad o por protegerse frente al virus: "Va siempre con la mascarilla puesta. Todo ese dinero en cirugía plástica para cubrirla con una mascarilla".
A un mes y un día de los comicios, Trump dio positivo. Horas más tarde estaba ingresado y en apuros, pero no tardó en mejorar gracias a un potente tratamiento que le permitió salir a los cuatro días en mejor estado "que hace 20 años", aseguró. La enfermedad no le hizo cambiar el discurso: "No le tengas miedo al Covid. No dejes que domine tu vida", tuiteó. A su regreso a la Casa Blanca, salió al balcón y en una imagen de gran carga simbólica e irresponsable -aún estaba contagiado-, se quitó la mascarilla.
Biden-Harris
Pero estos sólo fueron los últimos días de cuatro años de Trump en el poder, del cumplimiento del 'America first' a costa de la altisonancia, la descalificación, el machismo, el racismo o la salida de Estados Unidos del acuerdo nuclear con Irán, del acuerdo de París frente al cambio climático o en último término de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Eso sí, un mandato sin guerras, aunque con conatos, como la alta tensión con Corea del Norte que terminó en amistad con el tirano Kim Jong-un o con Irán tras el asesinato del general Qasem Soleimani. Frente a él, un Biden efectivamente veterano, 78 años, y con el riesgo de parecerse demasiado a la Hillary Clinton que contra todo pronóstico cayó cuatro años atrás.
La apuesta de Biden se resumía en devolver Estados Unidos al punto de partida tras la marcha de Barack Obama, en la reconciliación con las minorías, en el fin de la hostilidad con los aliados internacionales o en dejar la pandemia al criterio de los especialistas, y hacerlo de la mano de Kamala Harris, hoy vicepresidenta electa, quien pone rostro y voz a otra generación y encarna la diversidad, como destacó Time en la concesión del Personaje del Año.
"Fraude"
Trump era consciente de que la pugna en las urnas sería ajustada y no dudó en agitar el fantasma del fraude ya meses antes, lo que acompañó de nombramientos clave en caso de necesitar ayuda, como el de la conservadora Amy Coney Barret en el Tribunal Supremo, u obstaculizando el voto por correo. El anticipado fue abrumador, numerosísimo, y la victoria para Biden fue clara tras un recuento que se prolongó semanas.
Trump no ha reconocido a Biden como presidente electo, pero ha terminado por facilitar el traspaso de poder y, a su manera, asumir que está fuera de la Casa Blanca
Trump gritó "fraude" la misma noche electoral y las posteriores, y a fecha de esta edición no ha reconocido a Biden como presidente electo, pero ha terminado por facilitar el traspaso de poder y, a su manera, asumir que está fuera de la Casa Blanca, pero que peleará por regresar en 2024.
Joe Biden será el presidente número 46 de Estados Unidos y Harris, la primera vicepresidenta del país. Cuando juren cargo, una pequeña pero importante parte de sus compatriotas estarán inmunizados, mérito que se atribuye Trump, quien prometió la vacuna antes de renovar o expirar su mandato. La pérdida de vidas habrá sido de proporciones históricas e irreparable, pero allanará el inicio de una nueva etapa se presume que más sosegada en Washington, al menos hasta ese 2024.
Venezuela
En Venezuela nada ha cambiado. 2020 comenzó con militares impidiendo la entrada de Juan Guaidó en la Asamblea Nacional y su reelección como presidente de la cámara. José Luis Rodríguez Zapatero sigue ejerciendo como mediador entre Nicolás Maduro y la oposición, labor que agradecen los primeros y rechazan los segundos, que ven al expresidente español del lado del régimen.
Guaidó resiste en el país como cabeza visible de la disidencia y pide a la UE que le ratifique como presidente encargado de Venezuela. En octubre, Leopoldo López logró escapar del país -acogido en la residencia del embajador de España en Caracas- y reunirse con su familia en Madrid. Sus objetivos, declaró en su primera comparecencia pública en España, "que en Venezuela se puedan celebrar unas elecciones libres, hacer lo que sea necesario para que los que han abusado del poder y han llevado a cabo violaciones de derechos respondan ante los organismos internacionales y tercero, buscar todos los mecanismos para poder aliviar el sufrimiento del pueblo".
El pasado 7 de diciembre, Maduro recuperó la Asamblea Nacional en unas elecciones con la oposición vetada, con una abstención masiva y no reconocidas internacionalmente.
Marruecos
En materia internacional tampoco se puede pasar por alto a Marruecos, al menos desde el punto de vista español. Trump, ya como presidente saliente, ha reconocido oficialmente su soberanía sobre el Sáhara Occidental. Nuestro Gobierno, en palabras de la ministra Arancha González Laya, mantiene que "estas cuestiones no se pueden solucionar con el unilateralismo" y apela a la ONU para que tome cartas y "encauce el diálogo".
La cuestión marroquí es compleja y salpica a distintos frentes. A mediados de noviembre, la chispa saltó de nuevo precisamente en el Sáraha Occidental. Las Fuerzas Armadas marroquíes y el Ejército Popular saharaui rompieron el alto el fuego de 1991 con disparos que no causaron víctimas. Horas más tarde, el Frente Polisario declaró el estado de guerra.
La interlocución entre España y Marruecos está dañada. El esperado encuentro entre Pedro Sánchez y Mohamed VI no ha tenido lugar. Fuentes oficiales lo excusan en la pandemia. Entretanto, el ejecutivo español no logra una unidad de discurso: Pablo Iglesias exige un referéndum en el Sáhara, postura que incomoda a Exteriores y enfada al otro lado del Estrecho.
La inmigración es otro punto de fricción con Marruecos, con Canarias como epicentro. La crisis es de grandes proporciones, superior a la de los cayucos de 2006. Sólo en un fin de semana como el del 7 y 8 de noviembre llegaron 2.000 personas a sus playas. Como ha venido contando EL ESPAÑOL estos meses desde Rabat, el férreo control de fronteras terrestres y marítimas en el norte de Marruecos activó la ruta canaria, de alta peligrosidad.
Un tercer problema reside en Ceuta y Melilla. Mohamed VI ha aprovechado la crisis de la Covid para ejecutar un plan de asfixia económica que tendría como fin anexionarse las dos ciudades autónomas españolas.
Brexit
2020 ha sido también el año del 'brexit', un 'brexit' inconcluso que de nuevo apura los plazos. ¿Pero Reino Unido no abandonó la Unión Europea ya el 31 de enero? Como explicó hace apenas unos días nuestro corresponsal en Bruselas, Juan Sanhermelando, así fue, pero el 'brexit' que se consumó fue político, no comercial. El acuerdo de divorcio estableció un periodo de transición en el que nada ha cambiado para ciudadanos y empresas. El 31 de diciembre, Reino Unido sale del mercado único y la unión aduanera y Boris Johnson rechaza prórrogas: será acordado o a las bravas.
Días antes de resolverse, los atascos en el Eurotúnel son de hasta seis horas por el miedo a la escasez de productos en caso de que la ruptura se abrupta.
El año que se marcha también ha sido el del coraje de la opositora Svetlana Tijanóvskaya, derrotada en las elecciones bielorrusas por Aleksandr Lukashenko, en el poder desde 1994. Exiliada, sigue denunciando el fraude en las urnas, tesis que avala la UE, que no reconoce a Lukashenko como presidente. Otro bravo opositor, Alexei Navalny, éste de Vladimir Putin, estuvo a punto de perder la vida tras ser envenenado.
En Bolivia, Evo Morales ha regresado. La presidencia interina de Jeanine Áñez no derivó en un cambio político en el país, que respaldó mayoritariamente en primera vuelta a Luis Arce, del partido de Morales, que puso fin al exilio.
Nos dejaron
Pero 2020, un año negro, será recordado de forma muy especial por las grandes personalidades de la política, la cultura o el deporte que nos han dejado. Por culpa del coronavirus o por cualquier otra razón. En 2020 hemos dicho adiós a Kobe Bryant, fallecido en un accidente de helicóptero junto a su hija Gianna, a Diego Armando Maradona días después de una operación cerebral; a los genios Ennio Morricone y John le Carré, a las estrellas de Hollywood Sean Connery y Kirk Douglas, que tenía 103 años; a Quino, el creador de Mafalda.
En España, hemos despedido al cineasta José Luis Cuerda, al escritor Juan Marsé, al cantautor Luis Eduardo Aute. El exitoso novelista Carlos Ruiz Zafón murió en Los Ángeles a los 55 años, víctima de un cáncer, así como el carismático Pau Donés, que antes de marcharse regaló una canción vitalista y de agradecimiento. El cáncer también se llevó al querido Michael Robinson. La política perdió a Julio Anguita, que no superó un infarto. El expresidente del Real Madrid Lorenzo Sanz fue víctima del Covid en marzo.
Con todo, 2020 se marcha con la noticia más ansiada y esperanzadora: la vacuna ha llegado. En Europa, la carrera la han ganado las de Pfizer-BioNtech y Moderna, dirigidas con prioridad a los mayores en residencias, a los dependientes y al personal sanitario. ¿Empieza a terminar la pesadilla?