Una semana después de que Filomena vaciara toneladas de nieve sobre media España, las vías secundarias del callejero de Madrid permanecen prácticamente intransitables, los colegios siguen cerrados en toda la región -se ha ampliado hasta el martes que viene- y la basura se amontona dentro de casi todas las viviendas.
El alcalde de la capital, José Luis Martínez-Almeida cuantifica los daños en 1.380 millones de euros y ya ha solicitado formalmente al Gobierno de España que declare la zona catastrófica.
En otros puntos de la geografía donde la borrasca descargó con la misma energía que en el centro de España miran con indignación hacia el Palacio de Cibeles ya que, dicen, dispone de unos recursos económicos con los que ellos ni sueñan. Por eso están dispuestos incluso a reclamar que el Estado pague los daños ocasionados por Filomena si el Gobierno atiende la petición de Madrid.
"Aquí nieva todos los años y no pedimos ser zona catastrófica", resaltan alcaldes de la España del interior afectada por la borrasca. Todos coinciden en que Madrid se ha convertido en un auténtico caos tras la nevada porque "se reaccionó tarde" y hubo un "evidente fallo de planificación y de gestión".
El protocolo
La provincia de Teruel, con casi el doble de extensión que la Comunidad de Madrid -14.800 kilómetros cuadrados frente a 8.000-, amaneció el 9 de enero cubierta completamente por un manto blanco, mantuvo la alerta roja un día más que la Comunidad de Madrid y encadenó temperaturas mínimas históricas durante varios días.
El territorio, sin embargo, despertó el miércoles día 13 con una relativa normalidad: todos los colegios dieron clase presencial, solo tres centros educativos lo hicieron de forma telemática. De los 12.500 kilómetros de carretera que tiene la provincia, se necesitaban cadenas para circular en solo 86 kilómetros.
¿Cómo se logró reabrirla sin mayores dificultades? "Planificamos con varios días de antelación el protocolo de actuación, nos coordinamos todas las administracones y trabajamos sin descanso para evitar que la nieve noss venciera", resume el presidente de la Diputación Provincial de Teruel.
Manuel Rando atiende a EL ESPAÑOL desde su pueblo, Calamocha, donde también es alcalde. Su primer apunte es que esta borrasca también ha sido histórica en la provincia y que ha descargado en puntos de la geografía poco acostumbrados a soportar nevadas de esta envergadura, como la comarca del Bajo Aragón.
Según dice, el único secreto para que despejar un territorio desértico con una población muy dispersa fue "anticiparnos a lo que nos venía y hacer una correcta planificación".
Aragón creó el Centro de Coordinación Operativa (CECOP), un organismo autonómico en el que están representadas todas las Administraciones y trabajaron sin descanso desde el viernes 8 de enero. "Participamos resposables a todos los niveles. Las emergencias se transmitían ahí y se iban resolviendo las más urgentes".
Los alcaldes solicitaron de inmediato la colaboración ciudadana, que se sumó al operativo con lo que tenía a mano: palas, tractores... "Hicimos acopio de todos los dispositivos que había en la provincia, públicos y privados, y los pusimos a trabajar desde el mismo viernes por la noche", recapitula Rando.
La provincia, además, se dividió en dos franjas imaginarias: la Diputación General de Aragón se encargó de limpiar las carreteras de la mitad del territorio y la Diputación Provincial de Teruel se ocupó del otro 50%. "Nos dimos cuenta de que un quitanieves de la Diputación Provincial no podía dejar de limpiar una carretera porque sea de la Diputación General: racionalizamos al máximo todos los recursos que disponíamos y así fuimos mucho más ágiles", relata.
A pesar de que Filomena dejó estampas para la historia también en el sur de Aragón, ninguno de los 236 pueblos de la provincia se ha puesto en contacto con la Diputación para solicitar formalmente que el Gobierno central les inyecte dinero para cubrir desperfectos.
"Las previsiones meteorológicas eran las que eran. Lo importante siempre es hacer un inventario de las necesidades que puede haber, para eso están los planes de emergencia. A partir de ahí, es importantísimo la buena coordinación entre instituciones, con las Fuerzas de Seguridad del Estado y la colaboración ciudadana", señala Manuel Rando.
En la provincia, no obstante, se vigilará cómo actúa el Gobierno con Madrid. Si el Consejo de Ministros finalmente accede a la solicitud del alcalde Almeida y se decreta que Madrid sea zona catastrófica, se llamará la puerta gubernamental para pasar la factura de los daños -tuberías reventadas, techos de naves caídos- para que las asuma el Estado.
El pueblo más frío
La borrasca Filomena ha situado los focos en Bello, un municipio turolense de 230 habitantes que el martes registró la temperatura más baja de este invierno: 25,4 grados bajo cero. Su alcalde, Jaime Barrado, y Pascual, su mano derecha en la Alcaldía, no esperaron a que llegaran las máquinas quitanieves y se echaron a las calles con sus propios tractores para no quedarse aislados.
Los vecinos se sumaron a las labores de limpieza en cuanto dejó de nevar: había que retirar el manto de nieve antes de que se convirtiera en hielo. Los esfuerzos se multiplicaron el domingo, cuando murió el señor Mariano y había que abrir camino ante el metro de nieve para que el coche fúnebre llegara hasta el cementerio municipal. En Madrid por ejemplo, los cementerios no recobraron su actividad hasta el jueves por el temporal.
"Todo el que pudo ayudó con lo que tenía en casa", recuerda Barrado, aún emocionado, a este periódico. Las labores de colaboración entre el Ayuntamiento y sus vecinos no terminaron con esta sepultura. Despejadas las calles, los miembros de la corporación se organizaron con los paisanos más jovenes para atender a los más mayores: la prioridad entonces era que tuvieran sus necesidades cubiertas sin salir de casa. Cada día, por ejemplo, se turnan para acercarles hasta el umbral la compra o ir a por medicamentos a la farmacia.
Tras la nevada, el peligro ahora es caminar por el asfalto helado. "Si un abuelo se pega un tozolón, el hospital más cercano lo tenemos a 90 kilómetros", advierte el alcalde, que cuantifica en 600 euros al mes el coste de mantener una vivienda con calefacción en Bello. "Si las Administraciones no nos ayudan la gente mayor no puede pagar esto con sus pensiones. Es imposible que se queden a pasar el invierno aquí", pide en un grito de auxilio de mantener vivo el medio rural.
Concurrencia competitiva
El exdiputado nacional Ignacio Urquizu eleva la voz contra Madrid desde Alcañiz (Teruel), el municipio de 16.000 habitantes que ahora dirige como alcalde. La borrasca Filomena también les ha sobrepasado y solo un año antes el temporal Gloria les dejó numerosos desperfectos, por los que aún no han recibido ningún tipo de ayuda.
"Madrid dispone de un presupuesto de 1.519 euros por habitante. En lugares como Alcañiz disponemos de 875 euros por habitante. Con el doble de presupuesto no han podido hacer frente al temporal, algo que significa que no ha sido un problema de recursos, sino de gestión y planificación".
El mensaje, que publicó en redes sociales, fue compartido por decenas de alcaldes de municipios pequeños de todo el territorio nacional que se sintieron identificados con su queja. "En el ámbito rural de montaña sufrimos estas nevadas frecuentemente y no andamos pidiendo ser zona catastrófica", respondió Manuel Martínez, alcalde de Becerreá (Lugo).
"Me hago cruces con lo que está pasando en Madrid, que cuenta con todos los recursos técnicos y humanos. Nosotros con organización y resolución -mucha sal, tractores y muchas manos- hemos solucionado el problema en tres días", contestó desde La Almunia de Doña Godina (Zaragoza) su alcaldesa, Marta Gracia.
Urquizu subraya a este diario que en Alcañiz, como en Madrid, también cae una nevada con Filomena cada cincuenta años. El éxito de que la ciudad no colapsase es, a su juicio, que se planificó la gestión antes de que empezaran a caer los primeros copos. "Madrid pide ser declarada zona catastrófica para eludir su responsabilidad y girar el debate en torno a otro tema, que no sea la mala gestión del temporal", considera.
Si el Gobierno llega a ofrecer un paquete de ayudas por los desperfectos que ha ocasionado Filomena, el alcalde de Alcañiz cree que "lo justo" sería que "podamos acceder todos los que hemos sufrido el temporal y lo hagamos por concurrencia competitiva. El Ayuntamiento de Madrid tiene recursos suficientes: quienes lo necesitamos somos otros", advierte al Gobierno.
Morella -2.400 habitantes- es otro municipio de la provincia de Castellón que también quedó sepultado bajo la furia de Filomena. "¿Madrid zona catastrófica? Es un ejemplo más de la falta de respeto hacia el mundo rural: aquello que está más allá de la M-30 no existe".
Su alcalde, Rhamsés Ripollés, recuerda que hay muchas zonas de España como la suya en las que todos los años hay que hacer frente a temporales de nieve y heladas. "Aquí hicimos turnos, contratamos maquinaria externa, avisamos a la gente para que quitara los vehículos de determinados sitios... En Madrid parece que todo sea culpa de otras administraciones", reprocha al otro lado del teléfono.
El colegio permaneció cerrado el lunes, pero el miércoles la localidad ya recobró su pulso habitual. "Los pueblos pequeños sufrimos un grave problema de dispersión, con masías y explotaciones ganaderas aisladas, a las que hay que llegar para dar de comer a los animales. Y hemos llegado, a pesar de muchísimos contratiempos. Hay que tener cuidado con pervertir la denominación 'zona catastrófica'. Lo único que ha pasado en Madrid es que ha nevado, como aquí pasa cada invierno", reflexiona.
La predicción
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, fue un paso más allá que el alcalde de Madrid y pedirá que se decrete a toda la región zona catastrófica. "Nadie fue capaz de detectar semejante borrasca", declaró la jefa del Ejecutivo madrileño.
Cayetano Torres, delegado de la Aemet en Madrid, corrige a los políticos que mantienen que el alud de nieve les sobrepasó porque falló su predicción. La Agencia Estatal de Metereología lanzó la primera alerta el 31 de diciembre, cuando ya se informó de que "las precipitaciones que pueden producirse durante este episodio sean de nieve en cotas inusualmente bajas".
Durante varios días se informó de que los espesores de nieve podrían llegara alcanzar los 50 centímetros de grosor. "Esto avisos rojos tuvieron continuidad hasta el mediodía del sábado día 9. En la predicción del 8 de enero se decía que en la Península las nevadas se producirían en cotas bajas y que serían excepcionales y abundantes en la zona centro, el este de la meseta Sur y los sistemas Central e Ibérico, sin descartarlas en el valle del Ebro", añade Torres.
"Los avisos fueron diseminados por sus correspondientes cauces oficiales", remata Torres, que reconoce que las bajas temperaturas "históricas" que sufre una ciudad como Madrid puede dificultar la retirada de nieve y del hielo de los más de 150.000 árboles caídos y la limpieza de cornisas. La última palabra sobre si Madrid u otras zonas de España son declaradas zona catastrófica por Filomena la tiene el Gobierno.