Pedro Sánchez, junto a todo su Gobierno, vivió un susto importante el pasado jueves, cuando los números no le daban para convalidar el decreto sobre el Fondo europeo para la pandemia. Una ayuda que negoció personalmente en el Consejo Europeo de julio y cuyo importe para España asciende a 140.000 millones de euros. "Durante una hora perdíamos la votación" admiten en el Ejecutivo.
Finalmente una sorprendente abstención de Vox les permitió salvar los muebles. Hubiera sido una derrota sin precedentes para el presidente, acostumbrado desde que llegó al poder en 2018 a vivir en el delicado alambre de la "geometría variable" parlamentaria.
En Moncloa consideran que lo ocurrido tiene un culpable claro, las elecciones catalanas. La campaña arrancaba horas después de la votación en el Congreso de los Diputados y eso motivó, consideran, tanto el rechazo de ERC como el de Ciudadanos.
Pese a todo, confían en que después del 14 de febrero, cuando tendrán finalmente lugar las elecciones autonómicas, todo vuelva a su cauce. Es decir, que como ha ocurrido en el año de vida de la coalición, se pueda sortear la legislatura, hasta su término previsto para 2023, con apoyos puntuales según de qué asunto o votación se trate.
Tres modelos de apoyo
De la experiencia se concluye que hay tres modelos posibles para la supervivencia de Sánchez en las Cortes. El de la investidura, el 'centrista' y el de los Presupuestos.
El primero de ellos consiste en un apoyo pasivo de las fuerzas independentistas -ERC y Bildu se abstuvieron para hacer a Sánchez presidente- combinado con otro activo de grupos minoritarios, que en aquella ocasión fueron los tres diputados que encabeza Íñigo Errejón, el de Teruel Existe, Tomás Guitarte, o el del Bloque Nacionalista Galego (BNG), Néstor Rego.
El segundo modelo, que se podría denominar el 'centrista', es al que se recurrió para las últimas prórrogas del estado de alarma, salvadas por el voto a favor de Ciudadanos. Tras la pasada etapa de confrontación radical con el ex presidente naranja se pasó a otra de entendimiento, sobre todo en esos meses del verano de 2020, con Inés Arrimadas.
Y el tercer modelo es el de los Presupuestos Generales del Estado, aprobados en esta ocasión con el apoyo activo, el sí, de ERC y Bildu. Esta última es la opción predilecta del vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que tras la aprobación de las Cuentas Públicas aventuró incluso la posibilidad de incorporar a los de Oriol Junqueras y Arnaldo Otegi a la "dirección de Estado".
Un extremo que no avala la parte socialista del Gobierno. La propia ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tras el logro de sacar adelante los Presupuestos, señaló al PNV como el único socio parlamentario que el Ejecutivo aspira a hacer preferente.
No hay otro camino
Sánchez no se decanta por una u otra opción, aun a sabiendas de lo tortuoso de una senda, la de negociar cada apoyo, que ya iniciara en su día el anterior jefe del Ejecutivo socialista, José Luis Rodríguez Zapatero, en su segundo mandato. Es cierto que la precaria aritmética que lo sostiene no le deja otro camino. Pero sin duda ni los socialistas ni, mucho menos, los de Iglesias, pensaron que terminarían sacando alguna votación, y no menor, con el apoyo de los de Santiago Abascal.
La vicepresidenta primera, Carmen Calvo, sin citar expresamente al partido de la "ultraderecha", tuvo que verse en el brete el mismo jueves, durante una comparecencia ante los medios en el patio del Congreso, de agradecer a todos los grupos que habían facilitado la convalidación del decreto.
Pero aunque la eventualidad de que Vox fuese decisivo pudiera repetirse en el futuro, no es algo que entre en los planes del Gobierno. No obstante, la competencia y las acusaciones cruzadas en el bloque del centroderecha, con una animosidad creciente después de la ruptura entre Abascal y Pablo Casado tras la moción de censura, tampoco es algo que en principio perjudique al Ejecutivo. Como ha ocurrido esta semana pasada, podría verse beneficiado de carambola si PP y Vox, o incluso Ciudadanos, votan distinto.