En España es muy difícil saber cuánta gente muere diariamente de Covid y hasta cierto punto es lógico que así sea. Las notificaciones van con un retraso burocrático comprensible en algunos momentos y no tanto en otros. Por ejemplo, sabemos que las comunidades notifican inmediatamente todo lo que les llega… pero que tardan algo más de tiempo a la hora de subir esos datos a RENAVE y compartirlos con el ministerio de Sanidad.
Hasta que no llegan las fichas rellenas con fecha de contagio, fecha de síntomas y así sucesivamente, el Gobierno no incorpora ninguna defunción a su PDF, provocando un colapso considerable que las regiones tampoco se esfuerzan mucho en remediar, todo sea dicho.
Por todo ello, hay que tener cuidado con los titulares que afirman que en España han fallecido 762 personas este fin de semana. En realidad, no sabemos cuándo han fallecido porque en su inmensa mayoría son casos pasados que ahora por fin se han podido fechar. Asimismo, las comunidades autónomas han ido notificando estos días fallecidos más recientes que nos permiten ponernos al día.
La media móvil de 7 días estaba el pasado viernes en 428 muertos diarios, es decir, un total de 2.996 fallecidos en una semana. Incluso quedándonos con las cifras de Sanidad, que ya digo que van con un inmenso retraso, nos encontramos que en los últimos catorce días se han notificado 5.312 defunciones… aunque solo se hayan podido fechar 3.806, así que háganse una idea del retraso que acumulamos.
Aunque nos falten los datos del día 1 de enero por ser festivo, en el resto del mes, Sanidad ha notificado 8.244 fallecidos desde el informe del 31 de diciembre, por los 10.000 que han comunicado las Comunidades Autónomas. Son cifras que quizá estén pasando desapercibidas entre tanta obsesión por las incidencias acumuladas y las hospitalizaciones.
Lo peor es que, pese a que estos dos últimos parámetros parecen estabilizarse o incluso ir a la baja en la mayoría de las regiones, el número de muertos aún subirá hasta situarse por encima de los 500 de media, lo que suponen 15.000 en un mes normal. Tan solo durante el mes de abril, en pleno horror, tuvimos cifras oficiales semejantes, aunque por entonces se nos escapaban muchísimos casos por no haber pasado el preceptivo test previo en medio del tsunami.
Estas cifras chocan con la aparente tranquilidad que muestran algunas comunidades a la hora de tomar medidas. Una tranquilidad que en ocasiones se podría confundir con complacencia y que está causando no pocas tensiones internas dentro de los propios gobiernos autonómicos y los partidos que los ocupan.
Mientras Galicia pide más herramientas para poder estabilizar la situación cuanto antes -ya lo ha hecho en casos, no así en hospitalizados-, Madrid manda el mensaje de que la cosa va mejor y eleva el número máximo de personas que se pueden reunir en la terraza de un bar o restaurante de cuatro a seis. Como tal, la medida no tiene demasiada relevancia epidémica, pero este optimismo irredento en una comunidad que ha notificado 1.350 muertes en enero resulta chocante.
En general, reina un cierto desconcierto en todo el país en torno a qué medidas merecen la pena aplicarse y qué medidas son evitables. El eterno dilema economía-salud en el que de momento nos estamos cargando las dos cosas con una cierta torpeza.
Por ejemplo, sorprende lo mucho que tardó Comunidad Valenciana en tomar medidas contundentes -aún es posible ir al teatro, por ejemplo- o lo que está tardando Andalucía en hacer extensivas a toda la región las medidas que ahora mismo se aplican solo a los grandes municipios con grandes incidencias. Si son restricciones que funcionan y crees en ella, mejor aplicarlas en todos lados antes de que sea demasiado tarde.
Nos quedamos en estas dos regiones porque son ahora mismo las que más nos preocupan. Solo durante el mes de enero, la Comunidad Valenciana notificó unas 1.850 defunciones. Duplica el máximo registrado en cualquier otro mes durante la pandemia. Lo peor es que los hospitales están completamente saturados y los casos presentan una incidencia aún por encima de 1.000, así que la perspectiva es horrenda.
En cuanto a Andalucía, podemos decir algo parecido: casi 1.500 muertes notificadas, por encima de los números de marzo y abril. Febrero no pinta a mejor sino todo lo contrario pero aún seguimos intentando apurar al máximo la actividad comercial para impedir quiebras y cierres. No digo que no tenga sentido pero cuando la alternativa es la muerte de cientos de personas cada semana, cuesta encontrarle sentido al cálculo.
Tampoco invita al optimismo la situación actual con la entrega y administración de vacunas. Sencillamente, no hay suficientes. Pfizer retrasó su cargamento para poder multiplicar su producción, Astra Zeneca despierta todas las dudas del mundo y Moderna parece ser la única que cumple… pero también es la que menos suministra a España.
Las últimas cifras de las comunidades autónomas, pues de nuevo son ellas las que se encargan de este cometido, apuntan a un 0,76% de la población que ya ha recibido las dos dosis preceptivas. Muy lejos, por lo tanto, de alcanzar un porcentaje relevante que pueda mitigar el número de contagios y su posterior deriva clínica.
Da la sensación de que la gente vive ajena a estas cifras e intenta seguir adelante como puede. “Fatiga pandémica”, lo llaman, y, de nuevo, tiene sentido. España está a dos días de alcanzar los 60.000 fallecidos en once meses y sabemos que esa es una cifra muy inferior a la real. En la temporada 2019-2020 se atribuyeron 3.600 defunciones a la gripe, para los que se empeñan a estas alturas en comparar. Demasiadas dudas, pues, y demasiadas discusiones mientras se busca en cada dato un brote verde.
El problema, como en todo, no es el “pico”. No es probable que lleguemos a los 950 muertos diarios que se notificaron a mediados de abril, sino el tiempo que estemos en torno a 400. Es muy probable que -de nuevo apelando a las incompletas cifras “oficiales”- entre enero y febrero mueran en España las mismas personas que murieron entre marzo y mayo del año pasado. También aisladas, solas y con la familia pegada al móvil para recibir noticias. Esta vez, además, sin homenajes ni historias. Como si molestaran.