La bajada radical en el resto de España deja a Madrid como el territorio con los peores datos
La Comunidad de Madrid se mantiene por encima de una incidencia de 500 y encabeza la clasificación de hospitalizados totales.
16 febrero, 2021 01:56Noticias relacionadas
Una de las grandes preguntas de esta tercera ola -que, entre unas cosas y otras, va ya para dos meses desde que la anunciamos en EL ESPAÑOL- era cuánto nos iba a costar bajar las incidencias brutales que llegamos a alcanzar a mediados de enero. Cuando un país se encuentra con más de 400.000 casos cada dos semanas, casi 5.000 ingresos diarios en hospitales y mantiene las UCI al 100% de su ocupación pre-pandémica, más le vale reducir cuanto antes esos números o se va a encontrar con una masacre.
Descartado el confinamiento domiciliario que tan bien funcionó en marzo y abril, lo que nos permitió llegar a junio prácticamente sin transmisión alguna, podemos decir que las medidas de contención están funcionando aunque sigan otro ritmo: no hay rastros de una mayor proporción de contagios por ninguna variante y tanto los ingresos hospitalarios como la prevalencia van bajando con rapidez.
En los últimos 14 días, se han detectado en España 196.059 nuevos casos, de los cuales 68.616 pertenecen a esta semana (aún sin consolidar) y 127.443 a la anterior (ya consolidada). Incluso con miles de casos pendientes de notificar, la bajada es descomunal. Además, aunque en rigor cada comunidad autónoma está gestionando la pandemia con sus propias medidas, el caso es que esa bajada es generalizada. Todas las regiones bajan… aunque unas a mayor velocidad que otras.
Aquí llegamos a la otra gran pregunta de la tercera ola: ¿qué medidas son realmente necesarias para evitar contagios, ingresos y defunciones? ¿Hay que cerrar los colegios, como se ha hecho en Portugal? ¿Hay que cerrar la hostelería, como se ha hecho prácticamente en toda España? ¿O basta con confinamientos quirúrgicos y muchos tests de antígenos, como ha elegido Madrid?
La respuesta es difícil de encontrar porque los datos son confusos. Mientras no sepamos cuánta gente se contagia en cada entorno, es imposible sacar conclusiones. Todos los grandes titulares del tipo “Solo el 2% de los positivos tienen su origen en la hostelería” son equívocos.
Si uno entra en un restaurante y un desconocido de otra mesa le contagia el coronavirus, jamás va a poder mencionarlo como contacto ni como fuente de contagio ante un rastreador, que se limitará a dejar la causa en blanco. Es más, si en el mismo restaurante se contagió también mi mujer, es muy probable que se ponga como lugar de contagio el hogar y punto, sin entrar en más consideraciones.
El fracaso de aplicaciones como Radar Covid nos impide tener datos más sólidos al respecto y lo que nos queda es ir viendo los resultados de cada política. Los de Madrid no son malos, eso es lo primero que hay que decir. No lo son, desde luego, para la enorme apuesta que han hecho tanto el consejero de Sanidad, Ruiz Escudero, como el verdadero artífice de todo el plan anti-pandemia, Antonio Zapatero.
El riesgo era enorme y en ese sentido las consecuencias están siendo moderadas. No se superó en ningún momento los 1.000 casos por 100.000 habitantes en la incidencia acumulada de 14 días como sí hicieron muchas otras comunidades y la hospitalización, aunque muy alta ya de base, ni siquiera se acercó a lo que vimos en marzo y abril del año pasado.
Ahora bien, aunque las ventajas económicas son obvias y ahí cada uno puede hacer el cálculo que mejor le convenga, quizá haya que tener cuidado a la hora de vender la historia de Madrid como una historia de éxito, en lo que a la tercera ola se refiere.
Los primeros crecimientos semanales los vimos justo antes del puente de diciembre y más de dos meses después, la incidencia acumulada sigue por encima de 500, siendo la única comunidad autónoma -no cuento Ceuta y Melilla puesto que no son comunidades- junto a Castilla y León que sobrepasa ese umbral. Si miramos la incidencia acumulada a 7 días, sucede lo mismo, es decir, la tendencia a corto plazo no nos permite pensar en cambios.
Madrid es, además, la comunidad con más ingresados en hospitales en números absolutos y lo mismo sucede con pacientes en estado crítico. Si miramos el porcentaje de camas ocupadas con Covid sobre camas utilizables -que no son ni mucho menos las previstas, sino las que en caso de emergencia se pueden desplegar en lugares insospechados-, Madrid ocupa el primer puesto en hospitalizados totales con un 22,87% de camas ocupadas, y el segundo, solo detrás de La Rioja, en el porcentaje de UCI ocupadas, con un 48,73% de ocupación.
Son ya 34 los días consecutivos por encima del 35% que se considera señal de alerta y saturación asistencial. En lo que llevamos de año, 2.137 personas han fallecido según los datos del gobierno regional.
El problema con Madrid siempre es encontrar un equilibrio en el análisis porque hay demasiado ruido. Ni los responsables de la sanidad madrileña son unos malvados carniceros a los que les da igual la vida humana ni son sabios infalibles. Como todos, hacen lo que pueden entre todo el ruido político que rodea a la capital. El tiempo dirá hasta qué punto podemos aguantar esta presión hospitalaria y este volumen de fallecidos a cambio de mantener la cacareada normalidad no solo económica sino social.
Es comprensible que empresarios de otras comunidades se lleven las manos a la cabeza al ver que Madrid sigue abierta sin que llegue ningún apocalipsis. También es comprensible que las familias de esos 2.137 fallecidos y los 167.875 afectados solo en 2021 exijan al menos un poco de control ante la proliferación de trucos, engaños e ilegalidades.
La tercera ola va remitiendo, sí, pero con un descenso, como se ve en el gráfico, que parece estancarse en torno al 25% cuando el resto del país supera ampliamente el 30 o incluso el 35% semanal. Aunque suene a la Edad Media, como diría algún juez vasco, la solución es simple: cuanto más impidas el contacto social, más contagios evitas y con los contagios todas las demás consecuencias.
Si no se va a llevar al límite -y no se va a llevar- como en Australia o Nueva Zelanda, entonces habrá que encontrar el punto ideal de combinación ocio-salud. Si Madrid lo ha encontrado o no, es mucho decir. El objetivo es salvar los muebles en medio de una emergencia. Dependerá de cada uno juzgar si se está consiguiendo o no.