18 de agosto de 2020. Después de un mes continuado de ascenso en el número de casos detectados en toda España y especialmente en Cataluña, Aragón, Navarra, País Vasco y Madrid, la incidencia a 7 días llega hasta los 71,81 casos por 100.000 habitantes. Para evitar abstracciones, 33.769 positivos, la mitad de ellos concentrados en Madrid y Cataluña.
Son cifras altas, preocupantes, que hacen que la comunidad gobernada por Isabel Díaz Ayuso anuncie el cierre del ocio nocturno y prohíba fumar en la calle. Los políticos van volviendo poco a poco de sus vacaciones dentro de un aire de tranquilidad absoluta, como si la cosa siguiera igual que en julio cuando se fueron, pero ya no es así.
El resto se lo saben: el brote de Madrid siguió creciendo y creciendo, y aunque los expertos seguían pidiendo un máximo de 25 casos por 100.000 habitantes a 14 días para reabrir los colegios en septiembre, el caso es que la incidencia semanal siguió subiendo durante todo ese mes y el siguiente.
A mediados de octubre nos encontramos en el apogeo de una segunda ola que afectaba ya a todo el país, con estado de alarma incluido para poder sortear los conflictos que se ponían desde el poder judicial a la restricción de derechos individuales. En ningún momento hasta este 1 de marzo nos hemos vuelto a acercar a esa cifra de agosto y han pasado ni más ni menos que seis meses y 40.939 fallecidos.
Los datos de este lunes solo se pueden comparar a los de verano con la ventaja de que esta vez la tendencia es descendente: 33.863 casos detectados en una semana, con el añadido de que ahora apenas hay atrasos, a diferencia de los días que tardaban las PCR de verano en dar sus resultados. Si nos fijamos en la incidencia acumulada a 14 días, sigue un poco alta: 82.591 casos detectados, un total de 175,63 casos por 100.000 habitantes.
Solo una comunidad -Madrid- y las dos ciudades autónomas están por encima de los 250 que marca el umbral de riesgo máximo… aunque todo apunta a que en breve se unirán al resto por debajo de ese hito. Es la cifra nacional más baja desde el 25 de agosto, aunque entonces también Madrid, Aragón, País Vasco y La Rioja estaban en zona de riesgo máximo.
Si nos fijamos en los nuevos ingresos diarios, en las 24 horas previas a la publicación del PDF del lunes, se notificaron 764. Hace tan solo cinco semanas, se registraron 2.842. De nuevo, son cifras que nos remiten a agosto. La ocupación hospitalaria se cifra en 11.754 ingresados en total -el mínimo desde el 27 de diciembre, se ve que este parámetro va a otro ritmo de descenso- y las UCI siguen bastante llenas: 2.923 camas ocupadas por pacientes con clínica Covid, aún en las cifras que veíamos por octubre-noviembre, cuando el pico de la segunda ola.
De ahí que se insista en que una cuarta ola sería horrible para el sistema sanitario español. De hecho, a día de hoy, aún Ceuta, Castilla y León, Madrid y Cataluña superan el 35% de camas UCI ocupadas sobre el total desplegado.
No se observa un brusco cambio de tendencia en ningún lugar. Es cierto que el volumen de Madrid y País Vasco sigue siendo llamativo y que el descenso es cada vez más y más lento en lugares como Cataluña, Aragón, Canarias o Murcia, pero en esta última ya hablamos de una incidencia semanal por debajo de 50 casos cada 100.000 habitantes.
Estaríamos en un escenario de transmisión controlada y rastreable. El ideal para relajar medidas, tal y como acaba de hacer el gobierno murciano. Comparada con el pasado lunes, el número de casos detectados en los últimos siete días baja un 26,4% a nivel nacional. La incidencia a 14 días baja un 34,2%.
Los datos en España, como se ven, son excelentes en comparación con lo que hemos pasado. Seguimos notificando más de 400 muertos cada fin de semana, pero sabemos que eso aún toma su tiempo. Es posible que mañana mismo se supere la barrera de los 70.000… y sabemos que ahí faltan unos cuantos de marzo y abril a los que no se les pudo hacer la PCR correspondiente. Todo esto en un año.
Con todo, hay que estar pendiente a lo que pasa en el resto de Europa, donde la cosa no va tan bien. Es cierto que seguimos ritmos distintos. Como explicábamos la semana pasada, nuestra segunda ola fue larguísima y con un pico relativamente moderado mientras que en Europa Central fue terrible y muy intensa. Sin embargo, la tercera ola apenas afectó a muchos de esos países y se cebó con Irlanda, Reino Unido, Portugal y España.
Sin embargo, aunque las intensidades varíen, es raro salir completamente inmune de un repunte generalizado. En otras palabras, si se sigue confirmando lo que estamos viendo en prácticamente todos los países centroeuropeos y ligeramente en Italia y Francia -no así en Reino Unido, Portugal y España, que, ya digo, acaban de salir de una tercera ola durísima y aún siguen en descenso- tarde o temprano ese repunte nos acabará afectando.
No sabemos con qué contundencia, pero volveremos a no enterarnos y de repente algo no cuadrará y las incidencias volverán a subir. Hasta que no haya un porcentaje de vacunación mucho mayor del 3% actual es casi inevitable. Y después, bueno, habrá que verlo.
La gran novedad de esta posible cuarta ola respecto a las anteriores es que los casos se están observando sobre todo entre grupos más jóvenes. Es lo que esperamos que suceda en España una vez que las residencias están inmunizadas y se está empezando con los mayores de 70 años en buena parte del país. Si tenemos un repunte pero apenas afecta a grupos de riesgo, lo normal es que los hospitalizados no sean tantos ni tantos sean los que entren en UCI o mueran.
Eso tampoco ha de provocar una sensación de “barra libre”. Seguimos ante un virus del que apenas conocemos nada y mucho menos sus secuelas. Qué daños permanentes puede causar incluso entre poblaciones más jóvenes es algo aún por estudiar al detalle. La precaución ha de seguir a la orden del día.