"¡Son unos mafiosos! ¡Unos mafiosos!". Es la voz de Carlos Cuadrado en el manos libres mientras conduce. El urdidor de la moción de censura acaba de enterarse de que el PP le ha robado la cartera. Murcia seguirá en poder de Pablo Casado. Y Ciudadanos, fundado por escritores y poetas, ya es el verso de Idea Vilariño: "Les faltan tantas cosas que les duelen las manos".
Les falta Madrid, les falta Murcia. Languidecen en Cataluña. Y al ritmo de la palpitación del partido desangrado resuena el lamento de la gran mayoría de sus altos cargos: "¿Es posible que nos estemos suicidando así? Ciudadanos no merece este final".
Las letanías de los partidos tienen tres dimensiones. La primera, política: una repentina pérdida de poder. La segunda, ideológica; en este caso el derrumbamiento del centro liberal. Con el dolor que eso genera en los verdaderos creyentes de un movimiento que nació en Barcelona hace quince años. "Lo estamos dinamitando nosotros", asevera un importante dirigente de la formación en charla con este periódico. Y otra más humana, más descarnada: la brusca desaparición de puestos de trabajo, que ya ha comenzado en la Comunidad de Madrid con la pérdida de seis consejerías.
La desesperación desbordó a Cuadrado el viernes al mediodía, pero la pesadilla comenzó el martes con una llamada suya al secretario general de la presidencia, Félix Bolaños. Lo hizo como suelen empezar las peores pesadillas, disfrazadas de éxito y alegría.
Entre uno y otro momento, en un remedo barato de Shakespeare, la envidia, la ambición, los celos y la traición trufaron el terremoto murciano. En feliz expresión del vicepresidente de Castilla y León, Paco Igea, "un House of Cards poligonero".
Franco y la traición
Ciudadanos, a través de Cuadrado, abrazó al PSOE el martes por la noche. Previo telefonazo a Moncloa, el vicesecretario de Arrimadas -encargado de la estrategia, las finanzas y hasta la coordinación territorial- se plantó en Murcia con el documento de la moción para que lo firmaran todos los diputados naranjas. Lo hicieron incluso los tres traidores, entre ellos la vicepresidenta del gobierno autonómico, Isabel Franco.
Ella es uno de los personajes clave de esta historia. Isabel Franco, periodista de profesión, fue cabeza de lista naranja en las últimas autonómicas. El pacto con el PP -y Vox- la situó en la vicepresidencia. Poco tardó en agriarse su relación con el núcleo duro de Arrimadas. Con Cuadrado y Espejo, principalmente.
"La arrinconaron. La trataron fatal. La expulsaron en la práctica de la vida orgánica del partido. Montaron una gestora. Fue tremendo. ¿Qué esperaban?", relata un miembro de la Ejecutiva a este periódico. Dicho de otro modo: para quienes conocían el funcionamiento interno de la organización, la puñalada de Franco "no fue una sorpresa", sino una traición para responder a otra traición.
La moción de censura pactada con el PSOE iba a situar en la presidencia a Ana Martínez Vidal, la favorita de Madrid, e iba a dejar fuera a la hasta entonces vicepresidenta. Cuando ese detalle traslució, varios mandatarios de Ciudadanos avisaron a la dirección nacional: "¿Estáis en contacto con Isabel? ¿La estáis cuidando? Mucho cuidado".
Isabel Franco firmó la moción. Traicionó su palabra. Eligió seguir siendo vicepresidenta en un gobierno del PP. En su fuero interno, ella lo interpreta como un acto de justicia. Dos dirigentes de Ciudadanos hablan de "lógica venganza".
"Nos equivocamos en la estrategia. Lanzamos la moción en Murcia, pero es que ni siquiera sabemos hacer una moción. Somos unos ingenuos. ¡Qué candidez! Es el mayor ridículo desde la Transición", añade otro notable miembro de los liberales.
La llamada a Casado
Esa "candidez" alcanzó su punto álgido el mediodía del miércoles. Cuando la mayoría de medios abrían sus portadas con el pacto murciano Ciudadanos-PSOE, Inés Arrimadas llamó a Pablo Casado: "Lo sucedido se circunscribe a ese territorio. No va a ocurrir nada parecido en Castilla y León, Andalucía ni Madrid. ¿Vais a adelantar elecciones?". Y Casado le mintió. Le dijo que no.
Sucedió algo similar a lo ya relatado con Isabel Franco. Casado mintió a Arrimadas con la tranquilidad de conciencia del que cree haber sido engañado primero. La primera "mentira", insiste uno de los negociadores del PP, fue la de Ciudadanos al pactar con el PSOE.
La opinión a este respecto es clamorosa. Críticos y no críticos. Todos emplean palabras similares: "¡Cómo es posible! ¡No me lo puedo creer! ¡Es de una ingenuidad pasmosa pensar que Ayuso se quedaría quieta y no adelantaría elecciones!". La presidenta de la Comunidad, a lomos de su incipiente liderazgo y espoleada por Miguel Ángel Rodríguez, llevaba medio año deseando las urnas. Casado, previo pacto no escrito con Arrimadas, la disuadía. Necesitaba una excusa. Y se la pusieron en bandeja.
Dos importantes cargos autonómicos confiesan que, cuando conocieron la moción de Murcia, llamaron a Madrid. Pensaban que aquello sólo era el principio de algo más grande. No podían creer que el desaguisado se debiera a un mero error de previsión. "¿Cuál era la partitura? Necesitábamos saberlo. ¿Cuál era nuestra música? ¿Qué íbamos a hacer? ¿Cómo iba a afectar eso a nuestra relación con el PSOE?". No obtuvieron respuesta.
"Qué verdadero desastre. ¿Pegas el puñetazo encima de la mesa y no eres capaz de explicarlo? Fue un error, pero había que ir con todo, había que intentar ganar esa batalla. Pues nada", sintetiza otro dirigente. Uno de ellos habla de "Mortadelo y Filemón" como símil de la fallida estrategia.
"Nos habéis jodido"
En el acto homenaje a las víctimas del 11-M, Arrimadas vio a Casado. Y Casado vio a Arrimadas. No se saludaron. Villacís sí chocó con el presidente del PP. Su franqueza era la metáfora más acertada del pánico que comenzaba a cundir en el partido: "Nos habéis jodido".
Arrimadas, Edmundo Bal, Carlos Cuadrado, José María Espejo y Marina Bravo huían hacia delante. Acusaban al PP de "prácticas mafiosas", de haber "comprado" a sus tres diputados. Y era verdad. "Pero, ¿qué esperaban?", afirman varias de las fuentes consultadas remitiendo de nuevo a la "ingenuidad".
Tras los estados de alarma y la negociación de los Presupuestos, Ciudadanos daba un paso más en su negociación con Pedro Sánchez. Sobre el papel, iba a recibir la Presidencia de la Región e iba a entregar al PSOE la alcaldía de Murcia. Todo ello decidido por Arrimadas y su núcleo duro. Apenas cuatro personas.
De ahí que, el jueves y el viernes, pesos pesados del partido pidieran, incluso en público, la convocatoria de una reunión ejecutiva en la que poder expresarse. Será este lunes. ¿Qué hará Arrimadas?
Los dirigentes consultados para la elaboración de este reportaje mencionan tres acciones capitales que podrían aportar una última bala al partido. La primera: destituir a Cuadrado y Espejo, los vicesecretarios, que ya estaban en el alero tras el diseño de la fatídica campaña catalana.
La segunda, apartar a Melisa Rodríguez de la portavocía para colocar a alguien de peso. Hablan de Toni Cantó. Y la tercera: relevar a Ignacio Aguado como candidato. "Todo el mundo sabe que no podrá pactar con Ayuso en el caso de que tengamos la llave. Y tampoco es un tío con tirón. Hace falta un golpe de efecto".
Para algunos, como Fran Hervías, una de las figuras más destacadas de la época de Albert Rivera, ni esto sería suficiente para recuperar el partido, que "se ha convertido en parte del problema y no de la solución". Con esta aseveración anunció este sábado que dejaba Ciudadanos para unirse al proyecto de los populares.
Tras las entrevistas concedidas a televisiones y radios el jueves y el viernes, Arrimadas ha guardado silencio. Apenas ha mantenido conversaciones con compañeros del partido, a excepción de las cuatro personas con acceso al búnker. Su actuación el lunes comenzará a escribir la última vida -o la muerte- de Ciudadanos.