Andrea nació hace 25 años, apenas unos meses después de su hermana Olga. "El embarazo fue bien. No sabíamos que traía síndrome de down hasta que nació". Su orgulloso padre, Juan José Matarí, compartió este miércoles en el Congreso de los Diputados su experiencia vital para mostrar su repulsa al traspaso de 35.000 alumnos con necesidades educativas especiales a colegios ordinarios, la conocida como ley Celaá.
"Señor Matarí, ¿de qué lejos viene usted? Usted no tiene ningún contacto ni con el mundo educativo ni con los padres ni con los hijos ni con los profesores. Usted no sabe de qué habla. ¿Por qué estaría al margen de la Constitución tratar de poner muchos más recursos en los centros ordinarios para tratar la educación especial?".
La respuesta que la ministra de Educación propinó cuando el diputado Matarí reivindicó la continuidad de los colegios de educación especial como el María Corredentora, el centro en el que su hija culminó una trayectoria educativa impresionante, provocó una catarata de críticas contra Isabel Celaá, que no rectificó sus palabras hasta 24 horas después.
El Partido Popular salió en tromba contra la ministra y dio un paso más allá: pidió su dimisión y registró su reprobación por "el desprecio a tantas familias a las que ha ofendido", calificó el propio Pablo Casado.
La voz de Andrea se cuela por el hilo telefónico para refrescar a su progenitor su mala memoria. "Nací el 25 de junio de 1995 en Sevilla", subraya a EL ESPAÑOL antes de que su padre compartiera con este periódico la historia de Andrea, una niña que nació con síndrome de Down y que no salió del hospital Virgen del Rocío hasta dos meses después, con la primera operación ya hecha en su minúsculo cuerpo. "Yo no sabía nada de lo que era esta enfermedad: si mi hija podría reír, si podría hacer vida más o menos normal", rememora hoy Matarí.
La historia de Andrea es también la de una niña síndrome de Down que se crio feliz en Madrid, con sus padres y su hermana Olga. "Era una niña aplicada, curiosa, a la que le enseñamos a ser autosuficiente pero, claro, de otra manera distinta a la de su hermana", relata su padre, diputado del PP por Almería.
Cinturón negro
En 2018, Andrea obtuvo el título de formación para la inclusión social que le permitió hacer prácticas en el rectorado de la Universidad Autónoma de Madrid y en Radio Televisión Española. Ahora trabaja en Accenture con un contrato de trabajo como personal fijo. En sus ratos libres toca la guitarra y pinta cuadros "tan bonitos que hasta los han utilizado en la fundación para hacer regalos de Navidad".
La historia de Andrea es la de una niña con síndrome de Down que derribó todos los muros que se fue encontrando en la vida y ahora va y vuelve a su trabajo sola, sin necesidad que nadie le acompañe. "Su hermana ha sido el espejo en el que se ha mirado toda su vida: gran parte de lo que ha conseguido Andrea en su vida se lo debe a ella, Olga", reconoce su padre.
Andrea ha conseguido sueños que parecían imposibles simplemente porque nunca pensó que alguien con síndrome de Down no pudiera alcanzarlos. En su palmarés luce que ella es la primera mujer síndrome de Down con cinturón negro de parakarate, porque en las artes marciales también se trabaja por la inclusión social sin importar la discapacidad que tenga el atleta.
Con el ejemplar desarrollo de su hija discapacitada en la mano, Matarí reclamó a la ministra este miércoles en el Congreso que los padres tengan libertad para elegir el colegio donde estudiarán sus hijos. "Yo creo que no me escuchó... porque si hubiera escuchado la historia de Andrea no pudo responder lo que respondió", reflexiona. "Yo no quiero ningún privilegio, simplemente defiendo que no nos quite el derecho de poder elegir", remata.