Una menos diez de la madrugada del pasado 21 de marzo. Calle Lagasca, 18. Unas quince personas siguen de fiesta desde hace varias jornadas dentro de un segundo piso de ese portal. Hasta el lugar se acerca una patrulla de la Policía Nacional al constatar lo que ocurría dentro de ese. "Al parecer estarían incumpliendo las medidas decretadas por el estado de alarma".
EL ESPAÑOL ha podido acceder al atestado policial completo de lo ocurrido aquella noche. Por el momento tan solo se conocían los hechos en mayor medida gracias a un vídeo grabado desde el interior del piso por uno de los integrantes de la reunión. En ese fragmento audiovisual se constata el momento en el que los agentes echan abajo la puerta de la casa y acceden a su interior.
La actuación en esa fiesta en la cual los agentes entraron en el apartamento después de derribar la puerta con un ariete está dividiendo a juristas, policías y responsables públicos. No existe una opinión clara, ni en unos ni en otros, sobre si esa era la acción correcta a llevar a cabo para neutralizar aquella fiesta. Por el momento, el Ministerio del Interior ha defendido esa actuación policial, respaldando por completo a los policías que la llevaron a cabo.
Sin embargo, tal y como ha avanzado Voz Pópuli, el propietario del inmueble desmentiría a Interior al explicar que la vivienda no es en realidad un piso turístico, que fue a la postre la justificación esgrimida por los agentes para acceder a su interior.
Lo cierto es que al personarse esa noche en el lugar, dos de los agentes subieron las escaleras y se entrevistaron con el vecino que había alertado del alboroto que se estaba produciendo en una de las casas del bloque. "Desde hacen tres y cuatro días, él y su pareja llevan soportando fiestas nocturnas (...), con trasiego continuo de gente en el inmueble, estando ya hartos de esta situación, no pudiendo conciliar el sueño desde entonces".
A su pareja, que padece de migrañas, se le acentuó "severamente" ese dolor desde que empezaron a vivir esa situación. El día anterior habían realizado otra llamada a la Policía Nacional, la cual "a su criterio no sirvió para nada".
Esa llamada de la jornada anterior llegó a la sala del 091 de la Policía Nacional de Madrid. Hasta allí, a la una menos cuarto de la madrugada, se acercó un vehículo de patrulla Z. Esa unidad constató lo que a la noche siguiente verían sus compañeros. Esos agentes notificaron que "no pudieron hacer nada por negarse los ocupantes a identificarse o a salir del inmueble".
Ese mismo día, muchas horas antes de que los agentes se acercaran a esa calle del barrio de Salamanca, descolgaron el teléfono en repetidas ocasiones, pidiendo a la Policía Municipal que se acercaran por allí. Nadie había acudido al lugar hasta aquel momento.
Tras escuchar a quienes les habían alertado, los policías subieron a la segunda planta, al piso en el que se estaba produciendo la fiesta. Percibieron un gran ruido en su interior: "Música excesivamente alta para las horas en que se produce la intervención, gritos y risas continuas".
El cometido de los agentes, prosigue el atestado, no era otro que el de identificar a aquellas personas y esperar a la llegada de los agentes de la Policía Municipal, quienes desde el 18 de febrero de 2021 tienen la facultad, otorgada por la Comunidad de Madrid, de inspeccionar pisos turísticos.
En ese momento, los policías llaman varias veces al timbre de la casa. No obtienen respuesta. Tampoco cuando empiezan a golpear la puerta al grito de "Policía, ¡abran la puerta!". En ese instante se para la música y empiezan a advertir cómo varias personas "sisean y piden silencio al resto".
Delito de desobediencia
Los agentes reiteran varias veces la petición de abrir la puerta. Nadie responde al otro lado. Uno de ellos, el subinspector, se identifica con su número de carné profesional e informa verbalmente a las personas congregadas en el apartamento que tienen la obligación de identificarse ante ellos "ante los evidentes indicios de la infracción administrativa".
Tras conminarles varias veces a identificarse de diversas maneras lo que siguen percibiendo son los susurros de las personas que están dentro de la casa. Hablan entre ellos, "en un tono muy bajo, como si existieran discrepancias entre qué hacer o no hacer".
Después de varias advertencias, "dado que era evidente que las personas congregadas estaban escuchando perfectamente, se procede a informarles a todos ellos de que se está cometiendo un delito flagrante de desobediencia grave o resistencia a los agentes de la autoridad".
Los agentes insisten en que en caso de continuar en esa actitud de "grave y persistente rebeldía" esa actitud les ampararía para entrar en la vivienda para detenerles a todos. En ese momento ninguno alzaba la voz públicamente en contra del criterio de no abrir la puerta.
Es entonces cuando uno de los agentes, con formación en "aperturas domiciliarias", se dispone a abrir la puerta empleando el "método del resbalón" y haciendo uso de la llamada "extracción de bombín". Sin embargo, falla en su intento debido a la dureza del escudo de la puerta y a que la llave está echada por dentro.
Al percibir cómo los agentes manipulan la cerradura, se alza desde dentro la voz de una mujer. Se trata de la joven que se dirige a ellos en el vídeo que ya se ha hecho viral en múltiples plataformas virtuales. Dice ser jurista y letrada, tener estudios en derecho, e indica a los agentes que su intervención no es legal, que al encontrarse en un domicilio no tienen por qué identificarse ante ellos y que si quieren entrar que obtengan una orden judicial. También les dijo que se marcharan del lugar o "iban a perder su placa".
Los agentes le explican a la joven, desde el otro lado de la puerta, de la legalidad de la intervención al amparo de la Ley de Seguridad Ciudadana. Ella, erigiéndose en portavoz del grupo, "dice ser opositora a abogada del Estado y conocer sobradamente la normativa".
Entrada en la casa
Ante esta prolongada situación, el subinspector ordena la entrada en la casa haciendo uso de un ariete. Tras derribar la puerta, tal y como se ve en el vídeo, los policías acceden al interior de la casa. Se encuentran un grupo de 14 jóvenes sin mascarilla. Algunos fuman, otros llevan vasos en las manos. Mantienen una "evidente actitud festiva", sin mantener "ningún tipo de distancia social ni medida de seguridad tendente a impedir contagios de la Covid-19".
En ese momento se les informa a todas aquellas personas de la justificación de su entrada. La joven interlocutora que se ve en el vídeo interpelar a los policías desde el interior de la casa mantiene, dice el atestado, "una continua y hostigante actitud de rebeldía y menosprecio". Los policías proceden entonces a ponerle las esposas.
En ese momento cinco personas se alzan ante los agentes y afirman que "ellas sí querían abrir la puerta a la Policía e identificarse, pero que el resto no las ha dejado", especialmente la joven detenida.
Ante estas explicaciones, la unidad policial decide no detener a estas cinco personas. El resto de los asistentes a la fiesta estaban de acuerdo, en cambio, en no abrir la puerta a los policías. Ante las explicaciones de esas cinco personas, la joven que aparece en el vídeo grabado desde el interior de la casa empieza a increparlas y a llamarles "guarras, zorras y traidoras".
Los policías solo tuvieron que hacer uso de la fuerza contra uno de los jóvenes, quien se resistió entre forcejeos cuando intentaron detenerle.
También los agentes grabaron con sus propias cámaras toda la operación, desde su llegada al edificio hasta la detención de todos ellos.
Horas después, la joven detenida, interpuso un recurso de 'habeas corpus' ante el Juzgado de instrucción número 10 de Madrid. El magistrado decidió archivarlo al entender que la actuación se ajustaba a derecho.
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