Las guerras por la terminología suelen ser las más cruentas. ¿Ola o repunte? ¿Optimismo o conformismo? Elija cada uno. Desde hace exactamente un mes, es decir, desde los datos publicados el 16 de marzo, la incidencia acumulada a 14 días no ha dejado de subir en España salvo durante los festivos de Semana Santa, en los que apenas se hacían tests.
Sin embargo, y pese a estar un mes subiendo de manera constante, y haber eliminado hoy el Viernes Santo de la cuenta bisemanal, seguimos (213,05 casos cada 100.000 habitantes) por debajo del umbral de riesgo extremo. ¿Es una situación ideal? Desde luego que no, pero no tiene nada que ver con las barbaridades que vimos en las olas de octubre y de enero.
Aun así, no es lo que más nos reconforta porque sabemos que la situación cambia con facilidad y de repente el agua se lleva todo por delante. Lo importante es la tendencia y la tendencia es buena. Todos los parámetros indican un estancamiento o incluso una pequeña bajada.
Insisto en que no es algo irreversible pero nos da una buena medida de lo que podemos esperar en los próximos días y desde luego nada apunta a un estallido. Para empezar, la incidencia a 7 días, que no está afectada por festivos pasados, se mantiene en 107,9 casos por 100.000 habitantes. Empezamos la semana en 112,20.
Incluso en aquellas comunidades en las que sí se supera la barrera del riesgo extremo, cifrada en 250, vemos señales de agotamiento en la subida: la incidencia a corto plazo ha bajado a lo largo de la semana en Madrid, Navarra y Cataluña.
Se sigue resistiendo en el País Vasco, donde está costando mucho parar este amago de cuarta ola: ya está por encima de Madrid en la incidencia a 14 días y solo tiene a Navarra por delante en la incidencia a 7 días. Desde el lunes, vemos una subida en este último parámetro del 17,36%.
No es una barbaridad, pero nos obliga a estar muy atentos a la evolución de la semana que viene y habrá que dar por hecho que será la segunda comunidad tras Navarra -no contamos a las ciudades autónomas por su poca población y su consiguiente volatilidad en los indicadores- en superar los 400 casos por 100.000 habitantes. Confiemos en que sean las únicas.
Si la incidencia a 7 días nos hace pensar en una bajada en la de 14 días ya la semana que viene, es decir, nos insinúa que el pico ha quedado atrás y se avecina una meseta más o menos larga según las medidas que tomemos y lo rápido que vacunemos, los demás indicadores también tienen buena pinta.
La positividad se mantiene prácticamente en los mismos números que el pasado viernes (7,82% por 7,76%) con las mismas cuatro comunidades -Madrid, Castilla La Mancha, Aragón y Andalucía- ligeramente por encima del 10% y hasta seis regiones por debajo del soñado 5%. Recordemos que en lo peor de la segunda ola, este parámetro llegó al 13,8% y el pasado 21 de enero subió hasta el 17,6%.
Aunque mostrábamos el lunes un poco de miedo por lo que pudiera pasar en los hospitales, y asumiendo un problema endémico en comunidades como Madrid o Cataluña, donde parece casi imposible bajar de ese 35% de ocupación UCI al que nos hemos acostumbrado tristemente, lo cierto es que tampoco ha sido mala semana en lo que respecta a los nuevos ingresos.
De lunes a viernes se han contabilizado en los distintos informes 5.690 nuevos hospitalizados. La semana pasada fueron 5.510. La subida apenas supera el 2% tras un mes, insisto, de crecimiento en la cifra de contagios. Por supuesto, la ocupación Covid sigue siendo altísima: 9.788 pacientes en total, 2.180 de los cuales están en la UCI. Nada que ver con los más de 30.000 y 4.500 respectivamente de finales de enero, pero demasiado elevada para el normal funcionamiento de los hospitales.
En general, la sensación es de una estabilidad que debemos calificar de positiva en período de alza. Todo lo que sea aplazar una posible explosión mientras se siguen administrando casi medio millón de dosis de las distintas vacunas cada día es otro motivo para el optimismo. Más del 98% de los mayores de 80 años ha recibido ya al menos una dosis, lo que sin duda influye en el hecho de que el número de fallecidos tampoco acabe de subir.
Aún asumiendo que el decalaje habitual pudiera incrementar ligeramente las cifras en los próximos días, lo cierto es que en la primera ola murieron unas 45.000 personas, entre septiembre y octubre fueron 14.421 y entre enero y febrero llegamos a 20.951… mientras que en este mes que llevamos de cuarto repunte ha habido que lamentar 2.766, según las cifras de las comunidades que nos acerca cada día el usuario de Twitter @homosensatus.
Siguen siendo cifras duras. Recordemos que en el período 2019-20, la gripe común mató más o menos al mismo número de personas… pero en seis meses, no en uno. Ahora bien, dentro de esa dureza a la que haremos mal en acostumbrarnos, se esconde un rayo de luz.
En las últimas semanas, la media diaria de fallecidos está por debajo de los 90. Si conseguimos que siga bajando o que al menos no suba, habremos asistido de primera mano al primer gran triunfo de la estrategia de vacunación masiva, tal y como ya hemos visto en otros países que nos llevan ventaja como Israel o Gran Bretaña. El final está más cerca. Paciencia y precaución para no retrasarlo.